11 julio 2008

Las palabras que dan sentido a mi vida



Por aquellas cosas del destino aprendí a leer a los ocho años. Mi tren llegó con un poco de retraso. Desde los once años mantengo un diccionario personal que ha ido creciendo conmigo al igual que hay otros que alimentan un diario en el que regurgitan los sucesos del día en una rumia sosegada para retozar en la nostalgia de lo que fue o pintar un futuro, sin duda, mejor. En vez de recrearme en los sucesos cotidianos alimentaba mi particular diario con las palabras más significativas de la jornada.

Con el tiempo mi diccionario creció y creció y se pertrechaba de nuevas y más dificultosas palabras. Unas me fascinaban por su sonoridad; otras por su denso contenido; éstas más duras de roer y esotras, de algodón, para adormecer las penas.

¿Cómo surgió mi afición por las palabras? Un buen día, allá por mis años de estudiante primerizo me di cuenta de que las palabras eran la materia de la que estaban hechos los sueños y no un simple envoltorio de las ideas. Descubrí que lo más importante de todo era el sentido oculto en cada palabra, matizado a veces y enriquecido casi siempre por la pátina del tiempo y amé las palabras hasta aplicarme a cosecharlas con pasión. Daba igual la materia de estudio, allí estaban ellas. Fue un amor a primera vista. En cada nuevo libro que leía, ya fuera objeto de estudio o fruto de la curiosidad, descubría docenas y docenas de nuevas palabras de las que ignoraba su sentido cabal y aún la existencia misma de algunas de ellas. A partir de ese momento y de la mano del profesor de turno, cada nueva revelación pasaba a engrosar mi diccionario particular en un cuaderno preparado al efecto

Con el tiempo mi diccionario creció y creció y se hizo enorme: todo un árbol frondoso. Del raído cuaderno pasé a un abultado diario con páginas en blanco que más tarde quedó obsoleto y fue sustituido por páginas intangibles de ordenador, ese sueño booleano, según glosa sentida con justicia y maestría de J. Antonio Azpeitia en su excelente blog.

Aún hoy incorporo, tarde a tarde, nuevas palabras a mi colección como tributo al Gran Inventario que no parece tener fin…

Recuerdo la primera palabra que reflejé en mi cuaderno hoy perdido: acaecer. Ahí es nada: toda la vida está encerrada en ella.

Con el tiempo llegué a la especialización y mantenía varios diccionarios temáticos, pero a ninguno le tengo tanto cariño como al general.

Palabras escogidas que dan sentido a mi vida y marcaron, sin duda, un itinerario personal. ¿Por qué ésta sí y esa otra no? Algunas son bien simples y me sorprendo hoy de verlas aunque mantienen el interés sentimental y señalan al origen, cuando unas pocas palabras ocupaban todo el espacio en un magma adolescente que pugnaba por brotar como renuevo de almendro. Otras se han ido actualizando con el correr de los años. Casi una hoja de ruta de mi aprendizaje primero, de mi vida toda.

¿Qué sería hoy sin las palabras? ¿Dónde estaría si no hubieran existido ciertas palabras pronunciadas en momentos de zozobra?

Aún hoy mis mejores libros de cabecera son los diccionarios.

7 comentarios:

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Igual que tú, tengo cientos de cuadernos de hojas, llenos de palabras que he ido encontrando y cuyo significado e imagen me resultaban interesantes, hoy con la inestimable ayuda del ordenador encuentras a una velocidad meteórica palabras, frases, biografías a través de los buscadores de la red.
Me gusta lo que dices y como lo dices...y me encuentro la sorpresa de encontrarme nombrado en tu post...eres muy amable...un fuerte abrazo de azpeitia

Annabel dijo...

Prometeo, el viernes estuve en una fiesta del fuego y en la presentación te nombraron... pensé en el naúfrago. Y,oh!, hoy he visto que alguien ha dejado en mi isla algún resto de tu naufragio, gracia por dejar mis coordenadas en tu arena. :)
Me voy a lavar el coche. :)))

Prometeo dijo...

Muchas gracias azpeitia, tú sí que eres amable. Me alegro que te guste mi blog.

Prometeo dijo...

Buenos días annabel. Las arenas son parecidas en todas las playas.
Gracias

Anónimo dijo...

Prometeo, las palabras...
Desde que nací he visto entre las cosas que me rodeaban los cuadernos de los que me hablas... Las palabras y Prometeo. Los libros y Prometeo. Libros con palabras y Prometeo. Palabras y palabras y montones de cuadernos y notas e inquietudes prometeicas... y Prometeo.
Creo que mi sangre está hecha de palabras y cuadernos y libros y Prometeo. Y el caso es que la Dama del Trapecio vuela sobre un columpio alto de palabras que las más de las veces no le sirven para llegar...a lo inefable, las menos de las veces la encandilan y sucumbe ante ellas, y todas las veces ama, pues son su sangre, caosmos de su sangre en el trapecio, caosmos del fuego prometeico. caosmos caosmos caosmos que acaece... en un cielo estrellado, en el silencio lleno, en el decir tan torpe...
Gracias Prometeo. Por la sangre y las palabras.
...Acaecer es una palabra hermosa para recomenzar un cuaderno en blanco...
Agradecida;
La dama del Trapecio*

ESCAECER dijo...

Prometeo me gusta tu palabra"acaecer", que rima con mi nombre que es "escaecer"en asturianu, me gustan las palabras sonoras,y la tuya como la mía es acariciante..te invito a que leas mi blog, el tuyo me está atrapando.
Un saludo

Prometeo dijo...

Un saludo escaecer y muchas gracias, eres muy amable. Visitaré tu blog, claro que sí.

Nos leemos.