04 octubre 2008

Ganges II




Decepcionado tomó Cristobal el camino de regreso a Alicante ante el estupor de sus compañeros de correrías.

- No vayas, Pedro -repetía a sus amigos-, no vayas a la India, sólo encontrarás miseria
- No vayas, Ángel, las carreteras son un asco, los hoteles dan pena, y la comida... No vayas.

Después de tres semanas desde su frustrada aventura del viaje a India, Cristobal, como cada mañana, disimula su aburrimiento ante el espejo, pero hoy la imagen que contempla no le gusta.

Y, de pronto ve desfilar ante sí, como una sombra tenue, silenciosa, fantasmal, un hilo interminable de imágenes, objetos variopintos arrastrados por las turbias aguas del Ganges a su paso por la ciudad santa de Benarés.

Cerca del gran río oyó decir a un sabio: el imperio de los sentidos te llevará por el camino de la serpiente. Pero hay una vía real que conduce a la liberación: la acción correcta, la devoción y la sabiduría.

La evocación de lo consejos del sabio, como hilo de Ariadna, le devolvieron a la realidad desde su confusión. Y, de pronto, se sintió como la higuera bíblica, sin fruto a pesar de las hojas.

Y Cristobal lloró con amargura y comparó su vida con el traqueteo frenético del tren cruzando el valle en su búsqueda compulsiva de algo impreciso allá a lo lejos. Del fondo de sus ojos nació un llanto amargo que se desplazó hasta el centro del pecho. Se dejó llenar por el horizonte arrebolado y a través de sus lágrimas contempló el arco iris de colores puros y una zozobra de niño, lo inundó. Las lágrimas anegaron sus ojos y resbalaron hasta la comisura de sus labios. Y se vació en esa lágrima pequeña como agua que resbala por las alcantarillas.

En un relámpago creyó vislumbrar cómo el gran río arrastraba todas las miserias, todas las angustias, toda la pobreza de la India al igual que ahora sentía que lavaba su propia desventura.

Y emprendió Cristobal un recorrido por los vericuetos de su alma, por los territorios nunca explorados de su misma entraña; transitó por rutas desconocidas en el espacio infinito de su dicha reencontrada.

Su garganta, liberado el nudo, aprendió a articular palabras nuevas; de su ombligo brotó una comezón que le llegó hasta el pecho y una placidez sutil se instaló en su mente. Encontró registros olvidados de su niñez: el aire fresco rozando su cara, la lágrima que resbala de su rostro aterido, la sonrisa grácil de la vida en contacto directo con su corazón... Y se dio cuenta de que por dentro siempre había sido joven y que ahora vivía su vida en directo.

Por una senda estrecha accedió, vereda arriba, a una encrucijada de caminos. Enfiló por la avenida norte. Cruzó sin detenerse rumbo a su destino. Sonrió en la certeza de que aquello que ahora sentía no tendría fin.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es verdad que cada uno ve lo que lleva dentro. Hay muchos mundos en este mundo.

Un abrazo desde el corazón

Alicia

Prometeo dijo...

Buenos días, Alicia. Las muñecas rusas. Cada cultura tiene sus cosas positivas y su sombra. Algunos sólo ven la sombra.

Feliz finde