11 octubre 2008

Para Elisa I





¿No has sentido alguna vez
el galopar de unos caballos
en el pecho?
¿Qué extraño poderío
levantó su aparición?
Amancio Prada. Emboscados


Hola Andrés:

Te escribo esta carta para que sepas que no he muerto. Pido perdón por la letra pero casi no puedo, me tiembla mucho el pulso. Antes de nada: yo no quise en ningún momento matarla. Quizá no supe contenerme yo que soy una persona pacífica. ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Cada día la claridad de la mañana se abre paso entre las brumas de la noche y me sorprende en un remolino de recuerdos que arrastraré como un fardo pesado. Once meses escondido es mucho tiempo. Los últimos años de mi vida me he sentido como una peonza: cuanto más reflexionaba sobre lo ocurrido con Elisa más se me escapaba todo de las manos y cuando intento prescindir de ella entonces me aparece por todas partes, bien sea en el comentario inocente o malintencionado de un amigo, o en un pensamiento pertinaz.

Lo que me viene con insistencia a la memoria es lo ocurrido en el cementerio, pero no quiero adelantar acontecimientos y debo seguir un orden en este desordenado relato de los hechos para que tú me entiendas porque quiero contarlo todo.

Qué difícil es la vida cuando uno está escondido porque detrás del que se esconde aparece la incomprensión más miserable si bien hay mucha gente que me quiere y me comprende. A menudo, en este ambiente sórdido en el que vivo, me ronda, como una mosca, la idea de que la prisión a la que si Dios no lo remedia iré a parar no es peor que la vida fuera de ella. Y es que no existe aire más irrespirable que la mezquindad y me he dado cuenta que el amor y el odio son como los dos cabos de una cuerda, a veces tiras del amor y te encuentras frente al odio.

Mañana me entregaré. Después de tantos días de penalidades y tristeza lo tengo decidido y ya no puedo esperar más.

La noche en que le disparé la tuve a dos metros, pero apenas la rocé. Yo sólo quería asustarla. Después se precipitó todo. El padre de Elisa apareció por la esquina y yo salí corriendo.

- ¿Eres tú, Paco?- Aún resuena el eco de dos disparos imponiéndose al silencio de la noche.
¡Maldita sea!
- ¿Eres tú, Paco?- De mi pierna brota presurosa la sangre. Noto el suelo duro al tropezar con él y volteo varias veces cobijado por las sombras. ¿Por qué no me habrá tirado a la cabeza?, yo se lo habría agradecido...
- ¿Paco, eres tú?

Cruzo la carretera y me diluyo entre las dunas. Con una soga freno la hemorragia de la pierna. A partir de ese momento necesito de un palo para andar. A lo lejos, roto el silencio, la noche se mueve inquieta como el lamento de un perro herido. ¿Eres tú, Paco? como un eco lejano. ¿Eres tú, Elisa? como cambia el paisaje cuando los almendros pierden la flor. Eres tú la que te ríes y menosprecias. ¿Eres tú, Elisa?




Continuará (II y III)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Lástima no le acertaran de lleno.

No intentará justificar nada verdad?

Ascomedá

Prometeo dijo...

Cuando se comenta un escrito, antes que nada hay que leerlo bien. Si lo hubiera hecho no habría impostado la voz de esa manera que parece afectada. Le dejo el enlace que, posiblemente, no leyó. http://andanzasn.blogspot.com/2008/04/puebla-marina.html

Enlazar con el caso de "Puebla Marina" correlaciona ambos sucesos y a la vez deja clara mi postura (y no haría falta porque yo ahí soy un mero "escribano"), para cerrar el paso a los prejuicios.

En el escrito "Para Elisa" se trata de un caso real y ahí la víctima fue el hombre, aunque como él mismo reconoce cometiera el tremendo error de utilizar un arma para asustar. Lo pagó bien caro. Cada cosa en su sitio.

Por otra parte suponer que un relato refleja las verdaderas intenciones de su autor es otro prejuicio más que también tiene las “paticas” cortas.

Así que, Anónimo, dio usted lo que se llama una puntada sin hilo.

Por supuesto que agradezco cualquier comentario sea del signo que sea y por lo tanto también el suyo, porque cada persona tiene su punto de vista y ese punto de vista es siempre enriquecedor.

Saludos

Anónimo dijo...

Hay muchas formas de maltrato, que no requieren de un arma.

El arma ya he visto que no le gusta, a las otras, no les hace ascos.

Prometeo dijo...

La defensa es legítima. No así los prejuicios infundados.

Saludos

Anónimo dijo...

Y cuando se ataca a un ser débil y herido también es defensa?

No, claro, son prejuicios.

Cualquier cosa por no dar el brazo a torcer.

Prometeo dijo...

Anónimo tiene ganas de jugar al gato y al ratón, todo menos debatir lealmente. Cuando se ataca a un ser débil y herido es ensañamiento y eso jamás lo he practicado. ¿Usted sí?

Anónimo dijo...

Vd. sí lo ha practicado y lo sabe.

Entonces parecía muy satisfecho de hacerlo.

Prometeo dijo...

Diga nombres y acabemos. No se pueden lanzar piedras al aire ni escupir contra el viento.

Algunos duermen el sueño de los mediocres y hay que despertarlos. ¿Eso es ensañamiento o amor al prójimo? Dígamelo usted.