12 octubre 2008

Para Elisa y III




Transcurrieron aproximadamente tres horas y mi sorpresa fue grande al escuchar una voz fuerte que decía: No vuelvas a hacerlo. Y entonces vi pasar frente a la boca de un nicho, envueltas en una nube, tablillas con números romanos que cruzaban y desaparecían con la siguiente inscripción: el Señor te salva la vida. Observé otras cosas que ahora no te describo para que no pienses que estoy loco, pero lo que te cuento es la pura verdad. Yo esperaba morir y me quedé dormido. Cuando abrí los ojos eran las seis de la tarde del lunes.

Lo primero que recuerdo al despertar es una sed muy fuerte. Reparo en la botella de veneno y entonces me acuerdo de todo. Busco con la mirada pero ni en el suelo ni en mi ropa había restos de nada. De un salto bajé del nicho y después salí del cementerio. Fui a buscar agua a un aljibe que hay en medio de la huerta y reflexionaba sobre lo ocurrido. Me sentía ligero. Decidí que debía hacer algo.

La huerta se apaga bajo el manto de la noche. Más sereno miro el cielo cuajado de estrellas mientras nubes bajas se acercan poco a poco mecidas por el viento hasta cubrirlo todo. Ahora la estrella está ahí pero yo no la puedo ver.

Al abrirse las primeras luces de mi vida, hace ya tantos años, mi madre me envió a conquistar el mundo, pero cuando regresé una tarde a casa ella ya se había ido. Busqué y busqué.... Ahora sé que en lo más sencillo y cotidiano se esconde lo importante.

No pienses que me creo el bueno de esta película y que estoy cargado de razón, yo sólo quiero lo que es mío. El corazón siempre nos pierde cuando vamos con él por delante pero a cambio se ensancha el alma. En este tiempo he aprendido con dolor.

Y también sé que a veces hay más violencia en una palabra que en una escopeta; en un desprecio que en un puñetazo. Y cuando a uno se le pone en lo alto de un precipicio, su reacción sólo la conoce el viento. Yo nunca me he metido con nadie. Lo hice mal, lo sé.

He pensado mucho en despedirme de vosotros personalmente y así lo haré antes de entregarme. No me importa andar muchos kilómetros de noche y luego volver antes de despuntar el día.

Espero que Juani cogiera el dinero que le dejé en la mesita, yo no me iba a ir sin pagarle, en cuanto a todas las herramientas mías podéis disponer de ellas pues no creo que las necesite.

Os mando un beso muy fuerte para todos. Nunca os olvidaré.

Vuestro amigo, Paco.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Y también sé que a veces hay más violencia en una palabra que en una escopeta; en un desprecio que en un puñetazo."

Y eso lo sabe muy bien Prometeo.

Prometeo dijo...

Prometeo sabe lo que sabe la mayoría de la gente: para hacer daño no hace falta un arma, a veces hiere más una palabra que un puñetazo. Eso lo sabe todo el mundo.

Pero todo tiene su contexto para que adquiera sentido: no es lo mismo corregir que herir de manera gratuita. ¿Cómo aprendería un pintor si no se le hiciera notar sus errores? Y quien dice pintor dice cualquier otra habilidad o arte. No es lo mismo defenderse de un ataque que atacar a un inocente. Cada cosa en su ámbito si no queremos jugar al sofisma y menear mentiras con apariencia de verdades.

Eso al margen de que haya medios que nunca se deben utilizar como queda suficientemente expresado en el mismo texto.


Saludos.

Anónimo dijo...

Prometeo es de los que disfruta con la herida gratuita para erigirse en propietario de la verdad.

Prometeo dijo...

Veo que anónimo se alimenta de prejuicios y no es amigo de argumentos. No seré yo quien le siga el juego.

Saludos