05 octubre 2008

Teoría de conjuntos



Fue una fiebre que reformuló las matemáticas de la mano de la lógica con traspiés incluido en la llamada paradoja del barbero de Bertrand Russel que, en versión libre, dice así:

El único barbero de un pueblo fue conminado a rotular en su establecimiento un cartel con este mensaje: sólo afeitaré a aquellos que no se afeiten a sí mismos. ¿Quién afeitará al barbero? se preguntaban los lugareños.

Porque si el barbero cumple con su palabra y no se afeita entonces pertenecerá al conjunto de quienes no se afeitan a sí mismos y, por lo tanto, podría afeitarse; pero en caso de hacerlo pasaría a formar parte del conjunto de quienes se afeitan a sí mismos y por lo tanto no podrá afeitarse. Un bucle sin fin, una paradoja que colisiona con la lógica y pone de los nervios al más templado. Pero yo no discuto la teoría de conjuntos, esa herramienta útil en tantos campos.

¿Es la vida una continua paradoja? ¿Qué pasa con el oficio de escritor? El que escribe manipula también parcelas de la realidad. Un poema o una música, por ejemplo, se configuran a través de un conjunto de hechos, sentimientos, sonidos en constante articulación entre la simetría y la asimetría (variación que también genera belleza), etc., que el poeta o el músico percibe y plasma en un papel o en otro medio. Cada afirmación provoca la rebeldía del resto de las palabras. Y del lector.

Ocurre con frecuencia que al afirmar algo parece que negamos muchas otras cosas aledañas. Pero no siempre es así. ¿Habrá que escribir un ensayo, declaración de principios, manual de estilo o catálogo de afirmaciones a la luz del cual se ha de interpretar todo lo que se diga con posterioridad de manera tal que matice cada afirmación que hacemos? Las objeciones provienen en gran parte de esta paradoja. Hablar (escribir) debería de partir de un consenso según el cual no se pueda hacer imputaciones al que escribe o habla sobre la base de suposiciones o prejuicios referentes a todo lo no expresado, sino sólo sobre la consideración de lo que explicita en cada caso. Por poner un ejemplo suave: si afirmo que estoy en contra de las corridas de toros (sólo de esas) no se puede deducir de tal afirmación que estoy a favor de la desaparición del toro bravo o que estoy de acuerdo con los procedimientos utilizados en los mataderos para poner fin a la vida de las reses, y entrar todo seguido en un bucle de descalificaciones espurias. El debate así se hace imposible. ¿Es también imposible la escritura mediante el expeditivo artilugio del sofisma? ¿Estamos ante una de las dificultades (handicap o más aún, aporía) de la comunicación humana?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el barbero es una mujer, resuelta la paradoja.


Alicia

Es una broma. Felicidades por su blog.

Prometeo dijo...

Bueno, es una manera.

Si el lenguaje humano se sometiera a las leyes de las matemáticas tal vez la cosa cambiara. Pero tal como lo vemos son líneas paralelas que nunca se juntan. Así unos discursos y los contrarios parecen ambos verdaderos.

Muchas gracias, Alicia