01 julio 2009

Puebla Marina VIII: El Frasco de las Esencias

                   Jarra de jade para el perfume, tumba de Tutankamon

Nunca después había sentido Miguel una exuberancia de perfumes tan diversa y envolvente. Sin embargo permanecían desde antaño allí, en Puebla Marina, como ahora emerge en volutas desde El Frasco de las Esencias, otra estancia del Jardín de la Alegría que en esta ocasión estaba dedicada a los perfumes y aromas varios. Todos aquellos olores vertían a la memoria retazos de su infancia. En ocasiones tenía que pasar varias veces por un lugar impregnado de recuerdos hasta que la vivencia concreta encajaba en su memoria.

Juan se divertía con todo aquello que él había vivido varias veces y ahora rememoraba a través de la experiencia de su amigo.

Era muy peculiar todo aquello a los ojos de Miguel. Ciertos olores recordaban sabores que remitían a recuerdos a los cuales venían pegadas pinceladas del pasado. Parecía como si la naturaleza utilizara más de una carta en la tarea de plantar en el imaginario de cada persona una semilla polivalente que como hilo de Ariadna le permitiera regresar al origen. Un estremecimiento sucedía a una sacudida y en cada exhalación y como salido de un sueño, se le aparecía unas veces el rostro dulce de Sofía, otras la mirada triste de su madre, o el ceño adusto de algún vecino con mal genio. Cada perfume lo fijaba a su ayer como el áncora del náufrago. De pronto un olor como a espliego y almendras amargas le sumió en una dulce ansiedad. Al instante, puntual como la propia sombra, afloró el pasado como una excrecencia.

Sucedió junto al “arroyico”, una pequeña planicie desgastada junto al curso del río que discurre por debajo de varios chopos y donde solían bañarse y corretear los chiquillos. Había ido a acompañar a Sofía por un barreño de agua. Se arrodillaron junto a la orilla y mientras él llenaba el recipiente, Sofía le sujetaba por la cintura para que no se cayera. Varios días le costó olvidar luego el contacto de sus manos. Debido al ímpetu del cubo al salir del agua, su cara se encontró de golpe con la de Sofía. Sus ojos se miraron desde muy cerca y la sonrisa de ella y la seriedad de él provocaron las risas de ambos. Un impulso irresistible le llevó a besar la mejilla de Sofía y con igual presteza echaron a correr los dos como si huyeran de algún peligro inminente y ajeno a ambos. Era ese dulce amargor de su cuerpo sudoroso el que deleitaba ahora su memoria.

Mientras tanto los visitantes se entretenían en el taller de El Frasco de las Esencias con el incienso y la mirra; el almizcle, las hojas del tomillo y la salvia; la madera de cedro y de sándalo; los pétalos de rosas y violetas en el intento de conjurar alguna mixtura que recordara los diferentes espacios identificados de Puebla Marina así como los ámbitos más íntimos de las casas en la mocedad de sus moradores.
Soy morena porque el sol me miró,
leyó Miguel en un rótulo que había junto a la puerta y que recordaba del Cantar de los Cantares.

Sigue...

14 comentarios:

≈♦ Mi Sentir ♦≈ dijo...

Hay que lindo relato y el frasco de las Esencias hermosa entrada te dejo un besito y te deseo una linda tarde.

Lili dijo...

ESTA HERMOSA LA ENTRADA GRACIAS,TE DEJO MI SALUDO Y BUEN DIA PARA TI.

ana dijo...

Y es que mi querido amigo, hay olores que puede resultar los más fuertes evocadores de una nostalgia dulce, y de unos recuerdos, como el de ese beso.

Precioso jardin de las delicias lleno de esos perfumes.

Va a ver que visitarlo.

Un besitooooooo

Onminayas dijo...

En su particular frasco de las esencias llegó a conservar Miguel, posiblemente, el peculiar olor de aquel primer beso robado. Aquel despuntar adolescente que aún podía rememorar con los cinco sentidos después de tantos años.

Sigamos...

Un abrazo

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que bonito este capitulo... como cada lugar de esta casa tiene pequeñas habitaciones maravillosas.
Me gusto mucho esta en especial... porque los olores realmente nos llevan al pasado, a algun recuerdo.

Anónimo dijo...

Felicidades me gusta tu pagina.
Saludos de Yaritza de Red Blogueando.ning

Gaby Caminos dijo...

No soy morena, el sol no me ha mirado mucho. Pero tengo pecas, allí donde dicha estrella me besó. Y muchos lunares, donde me besó la luna. Y hablando de besos...aquí va uno...

Prometeo dijo...

Saludos Estrellita, Maripaz, Ana, Onminayas, Carla, Yaritza, SÍSIFA, por vuestros amables comentarios.

Besos

Rocío González dijo...

Sin duda, la memoria olfativa es una compañera que nos atrae pasajes casi olvidados y su arribo estremece hasta el alma.

Gracias por compartir.

Abrazo
Ro

mar dijo...

Hola, Prometeo.

Tú si que sabes envolvernos con tus letras, me encantó.

Amén de que me ha entrado una curiosidad femenina de saber que tal huele el almizcle...

¿Cómo olerán los besos que nunca se dieron? Como diría uno que yo me sé: Ahhhhh

Besos.

Leni dijo...

Los olores atraen a otros sentidos a la memoria.
Atrapan recuerdos que pensábamos olvidados.
Cuando te falta alguien y hueles una prenda suya se te inunda todo de esa persona,se te eriza la piel.

Que belleza de "parte".
No solo por como lo narras,si no por como lo envuelves.

"Soy morena porque el sol me miró"

Es dificil que se vea del todo.
Como es dificil ver a la luna amada.

(Como sabes desentrañar la esencia y encerrarla en un frasco de sueños)

Beso,Prometeo alquimista.

Prometeo dijo...

Hola Ro. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo, nos leemos.

Prometeo dijo...

Hola mar.

Hasta lo que yo sé, el almizcle es un perfume que se obtiene de la secreción de ciertos animales(buey, pato y en otros). Que es un perfume muy intenso (fuerte) que se aplica en pequeñísimas dosis y que es un excitante. Modernamente se habla de las feromonas que también son excitantes.

Quise hacer un recorrido por los perfumes.

Besos.

Prometeo dijo...

Hola Leni, alquimista.

¿Varios sistemas para agarrarnos y que no olvidemos ciertas experiencias?

Beso.