El primer pensamiento que sobrevuela mi cabeza es: ¿qué hago aquí? Abro bien mis oídos: sólo rumor de grillos. No me atrevo ni a moverme pues apenas mis pies se movilizan en alguna dirección, la noche se puebla de ruidos que delatan mi presencia y mi posición. Mejor me estoy quieto.
Sobre un fondo de tranquilidad o de paz estoy nervioso. O tal vez sea más acertado decir: Eme siento tranquilo pero en alguna parte de mí se cuela cierta inquietud. O también: pienso que debería de estar muy nervioso y sin embargo aún no he salido corriendo. Realmente me siento acorralado…
Los minutos transcurren con una lentitud de vértigo ante la inminencia de que algo va a ocurrir, algo se va a mover, un ruido va a llamar mi atención a derecha o a izquierda o algo enigmático emergerá del manto de nubes que me invita a correr sobre su superficie. Doy vueltas buscando o defendiendo un territorio. ¿Qué hago aquí?
Creo oír un ruido a mi derecha al fondo de la montaña. Allí dirijo mi atención pero no hay continuidad. Ni siquiera es el ruido de un animal. Luego, se repite a mi izquierda, y lo mismo. Frente a mí, en el montículo pequeño creo percibir dos luces, una arriba, a la derecha y otra a la izquierda, como a unos diez metros de donde estoy. Posteriormente compruebo que lo que creía ser algo así como una luz fluorescente no es más que una pintada o señal de las que dejan los montañeros para jalonar de balizas los caminos. Por la noche las cosas no son como aparentan ser… ¿Hay un mundo de día diferente al mundo que se percibe por la noche? ¿Hay mundos ensamblados en mundos a la manera de las muñecas rusas?
Me muevo hacia la izquierda. Al fondo, entre montañas y a lo lejos observo un par de luces vacilantes: estas son de aquí, me oigo decir. Todo es extraordinariamente normal. De pronto un erizamiento inmotivado que se inicia por las manos y recorre mi cuerpo. Al poco, otro. Espero. No advierto ningún cambio en el entorno; ni ruidos, ni nada y eso aumenta mi preocupación. ¿Qué cosa extraña está ocurriendo que yo no soy capaz de ver?
¡Miguel! ¡Miguel! Alguien grita rompiendo el negro lienzo de la noche. ¿Sueño? ¿Una broma de Pepe? Un dolor agudo se va instalando en mi estómago a la par que una presión comprime mi ombligo. Poco a poco se impone el ruido monótono del todoterreno de Pepe que se acerca...
Epílogo. Esa noche no fui consciente y tampoco le comenté a Pepe nada al respecto. Pero unos días después recordé haber leído en ciertos libros enigmáticos donde se habla de que en determinadas circunstancias se produce una fuerte presión en el estómago, a la altura del ombligo. Cuando me recogió Pepe de Aitana empecé a sentir un dolor intenso y una notable presión en el ombligo que me llevó a pensar si no tendría problemas con mi hernia. ¿Qué era aquella presión? Ahora, días después mientras intento poner por escrito lo vivido vuelvo a revivir esa presión y el dolor a la altura del ombligo. Parece ser que por esa “puerta” entra la muerte en el cuerpo; la muerte pugna y pugna hasta conseguir abrir una brecha y se apodera de uno. No le di más importancia al asunto, si bien me rondaba la pregunta, ¿estuve a punto de morir?
P.D. Un par de meses después de aquel suceso tuve que acudir a un hospital para que me intervinieran quirúrgicamente la hernia umbilical que padecía desde niño.
Sobre un fondo de tranquilidad o de paz estoy nervioso. O tal vez sea más acertado decir: Eme siento tranquilo pero en alguna parte de mí se cuela cierta inquietud. O también: pienso que debería de estar muy nervioso y sin embargo aún no he salido corriendo. Realmente me siento acorralado…
Los minutos transcurren con una lentitud de vértigo ante la inminencia de que algo va a ocurrir, algo se va a mover, un ruido va a llamar mi atención a derecha o a izquierda o algo enigmático emergerá del manto de nubes que me invita a correr sobre su superficie. Doy vueltas buscando o defendiendo un territorio. ¿Qué hago aquí?
Creo oír un ruido a mi derecha al fondo de la montaña. Allí dirijo mi atención pero no hay continuidad. Ni siquiera es el ruido de un animal. Luego, se repite a mi izquierda, y lo mismo. Frente a mí, en el montículo pequeño creo percibir dos luces, una arriba, a la derecha y otra a la izquierda, como a unos diez metros de donde estoy. Posteriormente compruebo que lo que creía ser algo así como una luz fluorescente no es más que una pintada o señal de las que dejan los montañeros para jalonar de balizas los caminos. Por la noche las cosas no son como aparentan ser… ¿Hay un mundo de día diferente al mundo que se percibe por la noche? ¿Hay mundos ensamblados en mundos a la manera de las muñecas rusas?
Me muevo hacia la izquierda. Al fondo, entre montañas y a lo lejos observo un par de luces vacilantes: estas son de aquí, me oigo decir. Todo es extraordinariamente normal. De pronto un erizamiento inmotivado que se inicia por las manos y recorre mi cuerpo. Al poco, otro. Espero. No advierto ningún cambio en el entorno; ni ruidos, ni nada y eso aumenta mi preocupación. ¿Qué cosa extraña está ocurriendo que yo no soy capaz de ver?
¡Miguel! ¡Miguel! Alguien grita rompiendo el negro lienzo de la noche. ¿Sueño? ¿Una broma de Pepe? Un dolor agudo se va instalando en mi estómago a la par que una presión comprime mi ombligo. Poco a poco se impone el ruido monótono del todoterreno de Pepe que se acerca...
Epílogo. Esa noche no fui consciente y tampoco le comenté a Pepe nada al respecto. Pero unos días después recordé haber leído en ciertos libros enigmáticos donde se habla de que en determinadas circunstancias se produce una fuerte presión en el estómago, a la altura del ombligo. Cuando me recogió Pepe de Aitana empecé a sentir un dolor intenso y una notable presión en el ombligo que me llevó a pensar si no tendría problemas con mi hernia. ¿Qué era aquella presión? Ahora, días después mientras intento poner por escrito lo vivido vuelvo a revivir esa presión y el dolor a la altura del ombligo. Parece ser que por esa “puerta” entra la muerte en el cuerpo; la muerte pugna y pugna hasta conseguir abrir una brecha y se apodera de uno. No le di más importancia al asunto, si bien me rondaba la pregunta, ¿estuve a punto de morir?
P.D. Un par de meses después de aquel suceso tuve que acudir a un hospital para que me intervinieran quirúrgicamente la hernia umbilical que padecía desde niño.
5 comentarios:
Lo mío es al final del esternón. Hace unas semanas dormí en una casa digamos con historia y pasé una noche complicada por un escalofriante suceso que me contaron sobre ella. Tenía la sensación de una fuerza que me oprimía el pecho, girándolo como se arroja una estrella ninja.
Como repite un amigo: estamos "rodeaos"...
Saludos.
Eso es por la mala conciencia.
Seguro.
Siento decirte Prometeo que lo que sentiste en la Sierra de Aitana, fue el resurgir de tu hernia umbilical, producida posiblemente por el esfuerzo de tus andanzas por esos lares, aunque si lo prefieres...ahí fuera hay otros mundos...
saludos
Posiblemente sea eso lo que le ocurrió al personaje en cuestión, Escaecer.
Saludos.
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