
Si puedes conservar tu cabeza, cuando a tu alrededor
todos la pierden y te cubren de reproches;
Si puedes tener fe en ti mismo, cuando duden de ti…
Rudyard Kipling
Me despertó el eco de unas voces no muy lejanas. Al parecer había dormido varias horas y el mundo seguía en pie. La borrasca perfecta no había golpeado sobre las costas de Galicia según indicaban todas las previsiones y el fin del mundo podía esperar un poco. Luego me enteré de que fue en otro punto del planeta, en Chile, donde un temblor infernal hizo sentir la presencia implacable de la naturaleza en desafuero arrancando de cuajo la vida de más de 800 personas y dejando más de dos millones de damnificados. En el norte de España la tormenta no fue tan dramática, aunque había causado la muerte de una persona y estragos de consideración en las infraestructuras.
Ya no rugía el viento y las voces llegaban hasta mis oídos sin interferencias. Abandoné mi escondite y vi aparecer a varios miembros de protección civil que buscaban a algunas personas extraviadas. Detrás de ellos venían tres policías uniformados, el primero de los cuales llevaba en las manos mi cámara fotográfica.
-¿Es suya esta cámara? dijo.
-Así es, respondí; la extravié en el embarcadero de las Sisargas. Los otros dos policías se situaron a mis costados
-¿No extravió nada más?, añadió el de la cámara con una mirada inquisitiva.
-Sólo eché de menos mi cámara, respondí.
-Bien; tendrá que acompañarnos. Junto a la cámara encontraron un maletín, aclaró.
-No sé nada de ningún maletín, acerté a decir.
-El problema, continuó el agente, es que en el maletín encontraron un arma corta y munición y unas notas manuscritas en las que venía reflejado el día, lugar y hora de una acción que coincide punto por punto con los planos y demás pormenores que había en el ordenador de un terrorista etarra sobre la detonación de una bomba en un acto importante del Año Santo Jacobeo 2010 compostelano. Ayer hizo usted caso omiso a las indicaciones de alto de varias patrullas y pasó como un rayo por un puesto de observación policial. Tendrá que dar las explicaciones pertinentes en comisaría. No lo tendrá fácil, esa es la verdad.
-No tengo nada que ver con ese maletín, exclamé nervioso. Todo aquello me pilló desprevenido y no supe qué más cosas decir.
A estas alturas ya tenía puestos los grilletes y era conducido en un vehículo policial rumbo a comisaría. Sólo perdí la cámara; el maletín no es mío, balbuceé. Pero tal vez puedas dar una explicación convincente sobre el motivo de tu viaje a tan solitario lugar en día y circunstancias tan singulares. Me miró con una media sonrisa. También sobre la huída desesperada justo cuando una patrulla policial llegaba al embarcadero. Llegamos a comisaría y me introdujeron en una sala que estaba perfectamente en silencio.
Maldije mi mala fortuna por mi idea de acudir a tan inhóspito lugar para visitar un faro centenario y restos de una fortificación que vaya usted a saber. Si al menos hubiera estado atento me habría dado cuenta de que el hasta hace bien poco hombre del tiempo de la televisión, el tal Maldonado, en su blog dejó una pista que daba que pensar, tal vez para curarse en salud, al declarar que no le gustaba demasiado la denominación de ciclogénesis explosiva. En estas estaba cuando apareció ante mi con una sonrisa amable el Jefe de policía, que resultó ser Juan Martínez al que conocí años atrás en Alicante y con el que trabé una gran amistad. Nunca me alegraré tanto de encontrarte, le dije. Me tomó del hombro y me condujo a su despacho.
La verdad es que ciclogénesis explosiva podría ser un título de película futurista o incluso una buena frase para desviar la atención de otros asuntos… Como así había ocurrido. Todo obedeció a una estrategia de las autoridades españolas con la complicidad de la Agencia Estatal de Meteorología y las autoridades francesas que aprovecharon la circunstancias meteorológicas y exageraron sus efectos para poder tener el control sobre los movimientos de dos comandos de ETA que planificaban varios atentados de impacto. Al tener controlados los comandos podrían detener a sus dirigentes máximos en Francia como así había ocurrido. Bomba meteorológica, repetí por lo bajo.
No te gusta la caza y eres incapaz de matar un gorrión y estos querían implicarte en un atentado terrorista. Juan se levantó de un salto. ¿Sigues odiando el café o prefieres quedarte por aquí?, me espetó entre risas. Tomemos ese café a ver si ya somos amigos, contesté aliviado.
P.D. Solidaridad con las millones de personas damnificadas por los numerosos desastres que asolan el planeta.