28 marzo 2010

El ángel blanco



Sintió que una ola de angustia atenazaba su garganta y que la luz no llegaba a sus ojos. Horacio se desplomó con estrépito sobre la banqueta del piano que cedió al peso de su cuerpo y reventó en astillas. En el último instante sintió una mano que lo asía. Era un ángel de túnica blanca y sonrisa amable.

Contempló su cuerpo desde la distancia, tirado boca arriba a todo lo largo y con los ojos perdidos. De la cabeza emergía un hilo de sangre que se desparramaba en un charco. Ahora Horacio miraba a Horacio como en una película que vio de chiquillo. Todo era muy confuso como voces en la montaña.

¿Qué ha pasado?, se atrevió a preguntar al ángel de la túnica blanca que respondió solícito:

Tranquilo, amigo. Simplemente llegó tu hora. La hora final de cada uno es un zarpazo inesperado, como sajadura de cirujano diestro. Ahora no mires, añadió el ángel que estaba pendiente de todo, te estás desangrando. La vida se extingue como el hilo de un manantial que se agota. No me pierdas de vista.

Pero no siento ningún dolor y estoy lúcido, acertó a decir Horacio en un suspiro. ¿Cómo es posible que esto esté sucediendo?, remató.

- No duele la muerte; lo que duele es la vida. Y el ángel intentó tranquilizar el ánimo de Horacio con una sonrisa y sedarlo con su voz. Todo esto que ves forma parte del ritual. ¡De alguna manera tendrías que marcharte!

Aunque el ángel utilizó un eufemismo, la pregunta de Horacio fue directa: ¿Es la muerte esto que veo? ¿Dónde estamos en este momento? ¿Y quién eres tú?

- Así es, dijo el ángel; la muerte siempre viene acompañada de un sinnúmero de preguntas. Tú ya has formulado una buena porción de ellas. Yo soy tu ángel blanco, te acompañaré por los pasadizos secretos que conducen, a través de una encrucijada de galerías, avenidas y senderos hacia otros mundos desconocidos para ti. No sólo existe tu mundo: hay mundos sobre mundos a la manera de las muñecas ensambladas unas dentro de otras. Ahora estás en un espacio personal e inviolable, provisional y secreto. Sólo tú puedes entrar en él y sólo tú puedes abandonarlo cuando lo decidas; y también tengo cabida yo que he acudido a tu llamada, para amortiguar en lo posible el frío impacto de esta tesitura.

¿Y qué hacemos aquí? Preguntó inquieto Horacio.

Ahora estas en una tierra de nadie, especial y única, donde no alcanza la dictadura del tiempo, si bien eso no te exime de tomar tus propias decisiones. Puedes permanecer aquí cuanto desees o puedes emprender un tránsito hacia otros universos; en el segundo caso te serviré de guía. El ángel blanco cruzó los brazos y exhibió su tranquilizadora sonrisa.

Veo desplazarse por sobre el devenir del viento, trastabilló Horacio, un punto que se mueve sin parar ¿qué es? Y el ángel le respondió:

Se trata de la línea del tiempo o el punto del devenir. En tu mundo manejas palabras como perchas para dejar los conceptos como se cuelga una camisa. Ya te he dicho que en ti ya no rige el tiempo ni tú te avienes a él; ahora son otras leyes las que ocupan su lugar. El tiempo es la barca en la que los habitantes del mundo navegan por el río de la vida. Puedes deslizarte a través del punto del devenir en ambas direcciones, hacia delante y hacia atrás y ver lo que ocurre en un abrir y cerrar de ojos con sólo fijar tu atención en ese trazo mágico. Es preciso morir para nacer vivo otra vez.

Me quedaré aquí un poco más, recitó para sí Horacio y ensayó un mohín que su ausencia de cuerpo se encargó de desbaratar.

Eres libre pero debes apresurarte porque en este instante entra por la puerta tu mujer que se va a llevar una sorpresa trágica, advirtió el ángel.

La vio caer de bruces sobre su cuerpo sin vida. La oyó gritar su nombre mientras las lágrimas asfixiaban su garganta. Lloraba el llanto desgarrador del desconsuelo y cuando escuchó los pasos de los hijos de ambos que acudían al griterío quiso impedirlo para evitarles el sufrimiento pero era tarde y ya contemplaban horrorizados el triste cuadro.

-Estaré aquí cuando me necesites, susurró al oído el ángel blanco, antes de desvanecerse como humo.

Horacio miraba como quien contempla una película que se atasca en un fotograma. De pronto fijó su atención en el punto central de la línea del tiempo y lo desplazó primero suavemente hacia atrás. Detuvo su curso en los instantes previos a su muerte, mientras cantaba una canción y hacía planes para el futuro, inconsciente de su destino. Luego, espoleado por la nostalgia, retrocedió a los lejanos años de su niñez, cuando correteaba ajeno a todos los azares y los peligros que tiene la vida, y a cuanto de dramático, acechante y misterioso nos depara la muerte.

Continúa y finaliza en II




24 marzo 2010

Siempre vuelve primavera



Mientras el monótono repiquetear de la lluvia

horada los recovecos silentes de mi corazón cansado,

escucho otras sinfonías, ecos de sones misteriosos,

como temblor de huracanes en la noche.


Revientan los botones de la primavera que llega

y suplanta al invierno que traslada sus cuarteles

a otros mares para remover aguas oceánicas.


Entre llover y brotar, se evaporan los días

como granos de arena entre los pies del peregrino.


21 marzo 2010

Del cero al infinito




El cero es la mayor metáfora. El infinito la mayor analogía. La existencia el mayor símbolo. Fernando Pessoa


Por la mañana ocurrió algo extraño, un acontecimiento que me dejó como si volviera a nacer. Cuando encendí, ausente, la luz de la mesilla de noche encontré junto al libro “Hojas de otoño” una nota que decía: “todo lo que te ha pasado desde el día en que naciste es mentira”. Fue un despertar muy vivo, una sacudida excepcional. Y para que no quedara ninguna duda sobre el sentido de la frase venía a continuación una relación de los principales hitos de mi vida empezando por los hechos negativos, puntos oscuros y angustias varias que había arrastrado desde antiguo seguido por otros más placenteros: los senderos que anduve, los amigos encontrados; las mujeres que me amaron y las que amé, las montañas que ascendiera… Seguía una retahíla de sucesos, algunos enterrados en el cementerio de la memoria. Todos los hechos que oscurecen tus recuerdos como cristal opaco, no han existido jamás, sentenciaba la nota. Y concluía con esta última frase enigmática: hoy será el primer día de tu vida.

Suspiré aliviado. Junto a la puerta, mi perrita que ayer agonizaba, hoy daba saltos desde sus brillantes ojos de cachorrilla alegre.


20 marzo 2010

Arrojar la escalera


“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Rayuela, Julio Cortázar

Tras varias semanas de silencio por motivos de trabajo, intentaba ayer escribir unas líneas sobre la escritura misma, (escribir sobre el escribir) pues la tregua del puente de san José me lo permitía. La semana pasada me vi envuelto en una neblina formada por los estragos de la ruptura generacional, esa fosa abierta en la comunicación entre personas de edades dispares, muy a pesar de ellas mismas, porque en pocos metros cuadrados se yerguen varios mundos que pugnan por buscar su espacio en un dédalo de inseguridades, prejuicios y malentendidos. En esos remolinos del pensamiento o agujeros negros de la mente me entretenía cuando apareció la Dama del Trapecio con el borrador de un texto.

El texto me atrapó desde el mismo título. No lo voy a destripar aquí en un ejercicio estéril de vivisección porque la enjundia está en el texto mismo que se alza por sobre ramaje frondoso en busca de la luz. La Dama toma de la mano a dos maestros intratables y une las obras de ambos en la tarea de desbrozar un objetivo común: ¿no ha de terminar la escalera imprescindible para la subida, arrojada al vacío? El texto, además de lo dicho, forma una urdimbre con personajes mitológicos como la serpiente Ouroboros; Tántalo, paredro de Prometeo en el juego de arrebatar a los dioses néctar, ambrosía y demás secretos el uno y fuego el otro, a beneficio de los humanos, para la consecución de tales objetivos utilizan ambos unas habilidades harto peligrosas. Y tantos otros personajes que enriquecen el entramado tejido por la Dama del Trapecio.

Y concluye la Dama (y yo con ella):

“Las palabras, las lentes con las que miramos, los dados, fichas y tableros… la vida. Misterio. Paradoja. Hermosura. Porque “el amor, esa palabra” que es hermosa porque no es mía, ni tuya. Porque nombrando no nombra aunque es la llave, como hemos visto para llegar…al alfa y omega que nos susurra que buscamos lo que ya encontramos. Chssss…”

07 marzo 2010

Hierro en la mirada



Cuando no leemos el mensaje escondido en los pliegues de nuestros sueños el resultado es una catarata de malos augurios en cada nueva cabezada.

Me dormí con la petición expresa a mis sueños de un poco de luz sobre el futuro de un proyecto. En el sueño había colgado dos ofertas de trabajo en un portal de Internet. Llegaron dos currículos a mi buzón de correo: el primero firmado por “santa fe” y el segundo por “hierro fundido”.

Comprenderán mi excitación de la mañana siguiente. Había solicitado colaboradores fieles y recibí la visita de la santa fe y del hierro fundido. No podía obtener nada mejor para los fines que perseguía. Sin fe es preferible no dar un paso y sin una voluntad de hierro pasado por el fuego, es tontería emprender nada.

A la mañana siguiente encontré una carta en el buzón con el siguiente mensaje: querido amigo; siento comunicarle que su proyecto ha sido desestimado por nuestro cliente. Contamos con usted para una próxima ocasión.

Ese día decidí romper con todo y marcharme lejos. Ni que decir tiene que me hice acompañar por la santa fe y el hierro fundido.