30 mayo 2010

Abraxas

Quiero decir quién soy para que tú me respondas quién eres. Hay alguien en el universo que espera que yo diga este nombre como una consigna para abrirme la puerta. Estoy formado de un barro antiguo, de un pulso urgente y de un resplandor lejano. León Felipe

Y cerró el libro. Había dado con la contraseña perfecta y quiso ponerla a prueba. Vocalizó por segunda vez su palabra mágica no sin antes tomar precauciones de relojero. El sonido secreto quedó suspendido en el aire como un objeto sólido. Su eco abrió la roca y de ella manó un agua extrañamente límpida que corría manantial abajo dejando un sedimento de hilo de oro. Le seguía sorprendiendo esa capacidad oculta que había salido a la luz de manera fortuita. Y los árboles reían por el roce mágico de sus ramas y los pájaros mecían a la aurora con gorjeos de ensueño. Podía convertir cada cosa en otro objeto a voluntad. O al menos eso creía él…

Contuvo la respiración. Giró la vista de izquierda a derecha y una ráfaga de arco iris pasó veloz por sobre la trayectoria de sus ojos. Frente a sí se desplegaban destellos de mundos ignotos o ya olvidados apenas trascendía los sentidos. Pero ya no supo si el milagro ocurría cada vez que acertaba a pronunciar la palabra secreta o era ésta quien movía sus labios hasta hacerlos articular su nombre auténtico.





23 mayo 2010

Birlibirloque



Abrió el libro. Buscó una palabra como quien busca una llave. Frente al estrado, los amigos mantenían una postura reverencial. Sus ojos brincaron de palabra en palabra como cabritillos entre riscos. Detuvo su lectura ante la presencia de un vocablo muy corto que llamó su atención: mar.

Pensó, ¿y si el destino de cada ser durmiera oculto en el regazo de una palabra? Derramó despacio su mirada por sobre las cabezas silenciosas. ¿Y si al pronunciar esa palabra, supuesto que acertáramos a reconocerla en el curso de la vida, se produjera el milagro y ella sola orientara nuestro destino de la misma manera que el gran astro atrae hacia sí la flor del girasol?

Y la encontró. Lo supo porque sus ojos quedaron paralizados ante su presencia y por la saliva que segregaban sus glándulas. Pronunció su palabra mágica, frotando cada sílaba como si le fuera en ello la vida y, entonces, un relámpago atravesó la sala y rasgó la penumbra.






02 mayo 2010

Su auténtico nombre



Se aficionó a los microrrelatos. Fue a raíz de darse cuenta de que los lectores de blog digieren mejor la poesía que la prosa por la brevedad del poema en detrimento del relato al tratarse de un medio fugaz. El tiempo es de goma pero se estira hasta cierto límite. Sin ir más lejos, había desatendido su blog desde principio de año por falta de tiempo. Apenas visitaba ya otros blogs a pesar de que sus jornadas delante del ordenador se prolongaban más de diez horas navegando por las etéreas y resbaladizas aguas del ciberespacio.

Un día ensayó el microrrelato más corto que imaginarse pudiera. Y al parecer alcanzó su objetivo: el relato empezaba y terminada así: érase. Se empeñó en la idea de que esa sola palabra abarcaba la presentación, el nudo y el desenlace de la historia y que por lo tanto era un relato hecho y derecho que no desmerecía de ningún otro escrito de fuste. Intentó convencer durante horas de acalorado debate a amigos y curiosos. A partir de esa minúscula palabra elaboró todo un ensayo trufado de conceptos extraídos de la filosofía, la historia de las religiones, la sociología y la psicología. Tal era su certidumbre que se atrevió hasta con la genética porque decía que el ser se esconde en la doble hélice en espiral como pálpito primigenio de la vida. ¿Para qué hacía falta más si en ese vocablo estaba comprendido el mundo todo? Érase: era. Y al calor de esa diminuta palabra esencial fue anudando un discurso también mínimo: en el principio era. La palabra era. Y del ser germinó el pensar y floreció el sentir.

Después tecleó: amo y pensó que esa sola palabra era su nombre auténtico.