31 enero 2009

Corceles del viento



Y un manantial luciente de cristales y sones
compareció a mi paso en un sendero fiel;
un hilillo de plata, sumiso y cadencioso,
me guió en un susurro hacia un bosque de miel.

Al poco aquella cinta se transformó en arroyo
gemido de guijarros, sonoro cascabel,
esmeralda, diamante, espejo, aguamarina,
y en él como en un rayo se presentó mi ayer.

¿Qué fue de mi montura, mi espada y mi caballo?
¿Qué de mis correrías, mi destino y mi hiel?
No hay nada en este mundo que el néctar no abrillante,
ni gotas que no esplendan pétalos de clavel.

¿Dónde habrá sed tan ciega que un manantial no aplaque?
¿Dónde, penas tan graves que arrecien en tropel?
Que el agua todo sana, que el viento todo amaina,
no habrá lugar a riñas ni a cargas de bajel.

Y hoy que soy peregrino de desiertos sin dunas,
y frecuento por mismo un erial que un vergel,
cabalgo cada día desde que el sol despierta,
sin descanso ni queja, a trote de corcel.

29 enero 2009

Quienquiera que fueres



Te advierto quienquiera que fueres, ¡oh tú! que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros, ¡oh, hombre! conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses” Inscripción en el Templo de Delfos.

Los ilustres sabios de la antigüedad, las grandes tradiciones religiosas, los notables y minuciosos escritores, todos ellos empujaron ese carro: conócete a ti mismo. Hay frases que han sido repetidas a lo largo de la historia y las que encabezan este escrito, más. Siempre fascinantes, incluso cuando uno es niño y apenas las entiende. Lo cierto es que el ser humano se ha rodeado con frecuencia de mitos y ha hecho de ellos un báculo en su caminar por este mundo extraño y misterioso. Leyendas, paradigmas, modelos, ejemplos, balizas, señales… para no perderse en la oscuridad de la noche.

La poesía es uno de esos apoyos, por eso es tan necesaria. Y la literatura en general. Es frecuente sentir curiosidad a edad temprana por esa alquimia de las palabras, dispuestas con una configuración concreta y con una métrica estudiada dentro de un eco. La soledad sonora, la música callada del místico Juan de Yepes, San Juan de la Cruz. Poesía: ritmo, métrica y música callada entre períodos. Y Flaubert: me verás reventar entre la escritura de dos periodos.

En realidad todos recorremos las mismas o parecidas rutas, paramos en las mismas fondas, contamos las mismas experiencias, aunque cada uno con un ritmo y toque propios. Por eso a veces unos van camino de donde otros regresan. Somos, sin saberlo, buscadores del origen y vamos de vuelta a casa y en el regreso vemos retornar a los peregrinos que traen en sus mochilas las nubes de Azorín. Vencidos o triunfantes, volvemos. Ya me alejé demasiado, vuelvo a casa. No tengo casa a la cual volver, no importa, vuelvo al origen, al corazón, al poso que dejó la vida y que nos configura como lo que somos. Tu casa está donde alguien te espera. Todo está dicho ya.

Otra que tal. La alquimia es uno de esos senderos que fascinan porque toca la fibra sensible, lo más profundo de uno mismo. Tanto da que el objetivo sea unas veces la búsqueda de la piedra filosofal, otras transmutar metales menos nobles en oro y otras al fin la consecución de la vida eterna. Juego de espejos metafórico, simbología del cambio interior que se tiene que producir para encontrar el Santo Grial, la espada, el oro, la vida eterna: la transmutación del ser primitivo en romero con corazón. “Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo”, cantaba León Felipe.

Senderos, prados verdes, fuentes, majadas; aunque sea al este del Edén. Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses. Conoce tus límites y tus puntos fuertes. Viajamos a lomos de una gran contradicción: no somos nadie y somos todo; a la vez frágiles y fuertes; capaces de lo mejor y cómplices de lo peor. Como un caballo sin memoria que no se acuerda ya de la última valla que ha saltado, según el poeta León Felipe.

Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;

la noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora;


El que faltaba: San Juan de la Cruz

28 enero 2009

El gato negro

'subir


Aquel martes, Juan tuvo el presentimiento de que sería un día aciago porque muy temprano vio asomar un hermoso gato negro por el tejado de su casa. La sabiduría popular asegura que la presencia de un gato negro trae mala suerte, y él se lo tomó como una profecía y por lo tanto nada podría impedir tener que vérselas con tan infausto presagio.

La noche antes había regresado de una larga estancia lejos de su pueblo y hoy madrugó para reencontrarse con sus calles y su gente. ¿Qué haré? Pensó mientras salía de casa. Una ligera inquietud fue ocupando poco a poco todo su ánimo mientras intentaba serenarse para extraer algo bueno de aquel trance. Nada puedo hacer, calculó, porque la fatalidad dice que la visión de un gato negro es en si misma un augurio funesto de contrariedades y eso no admite descargos ni atenuantes.

Salió a la calle movido por un temor que a él mismo le pareció irracional producido por un hecho tan fortuito como la presencia madrugadora del espléndido gato negro. Miró a derecha e izquierda y emprendió la marcha. La calle estaba solitaria como no era su costumbre y hasta el eco de las propias pisadas se dejaba oír agigantado en el frontón de la plaza principal. Un ruido de hojalata rebotó a lo lejos contra el asfalto producido por unos gatos negros que huían tal vez de la presencia del intruso que era él.

Como todas las mañanas, Juan se acercó al mercado y contempló con sorpresa los puestos vacíos; restos de frutas y verduras yacían esparcidos por el suelo. Se dirigió a la tienda del pescado; aparentaba que por allí hubiera pasado una jauría de felinos hambrientos. Al fondo, por entre las cajas otrora repletas de doradas y salmones, dos gatos negros mostraban sus dientes y sus pupilas dilatadas como aviso a navegantes. Se miraron y se enseñaron mutuamente las uñas amenazantes con su parafernalia de gruñidos y chirridos. Juan volvió sobre sus huellas y movido por un impulso irrefrenable recogió unas cuantas manzanas y abandonó la lonja envuelto en el desasosiego que le producían sus propias conjeturas.

Unos pasos más adelante, cuando alcanzó la fuente de siete caños vio más gatos negros que ronroneaban satisfechos y se entregaban a un juego divertido; unos, con la panza hacia arriba se tocaban los bigotes y las narices. Otros, un poco más allá, daban vueltas sobre sí mismos con las patas delanteras recogidas y los ojos semicerrados.

Nunca había visto la calle tan desierta ni tanta profusión de gatos negros, y de pronto se descubrió anegado por una pesada zozobra y su caminar era cada vez más nervioso, ligero y errático. ¿Qué suceso extraño había perturbado la tranquilidad de un pueblo siempre plácido? Y sobre todo, ¿cómo es que él no se había percatado de ese hecho? ¿Por qué motivo no llegó hasta él ningún indicio que le alertara? Llamó en voz alta a varios de sus vecinos por sus nombres. Los gritos rebotaban aquí y allá y el eco de su voz moría sin devolverle ninguna respuesta. Gatos negros se restregaban contra los árboles como si marcaran un territorio. Todo aquello no era normal. Además parecía que su presencia era invisible para los felinos. ¡Estaba todo el pueblo ocupado por gatos negros de todos los tamaños! Pero, ¿y la gente?

Por fin llegó a la casa consistorial, atravesó sus vetustos soportales y se adentró en la oficina de aguas y tasas que en otras ocasiones aparecía bulliciosa por el ir y venir de vecinos que acudían diligentes a resolver sus asuntos. Sobre las mesas, por debajo de montones de cajas, por entre los papeles, gatos y más gatos negros dormitaban; otros se entregan al juego entre retozos y más allá cuatro cinco gatos más afilan sus uñas. Aquello era una plaga, una invasión insoportable y desgraciada.

Estoy en medio de una locura; no hay nadie, estoy solo en esta inmensa gatera. Corrió hacia la plaza principal con la esperanza de encontrar a alguien. Un remolino de matojos resecos que atravesaba el pueblo y el silbido del viento que hacía acto de presencia, conferían a la calle un aspecto fantasmal e inquietante. Estaba apunto de compadecerse de su propia desventura y sucumbir a su desgracia.

Y entonces ocurrió lo inesperado. Al llegar a la salida del pueblo, mientras escrutaba el horizonte creyó oír un murmullo que provenía de las montañas cercanas. Poco a poco el ruido se hizo ensordecedor como si Poseidón hubiera abierto las compuertas del océano y las aguas cabalgaran a lomos de los riscos, ladera abajo. Y de repente, en un último intento por encontrar la revelación de todo aquel maremágnum, se topó con el cartel que lo explicaba todo: precisamente hoy martes era el día señalado para sepultar el pueblo pues todo aquel valle se convertiría, por obra y gracia del interés general, en un grandioso embalse para contener las aguas potables que vertían las sierras cercanas.

Antes de echar a correr en un último intento por escapar de la catástrofe, Juan acertó a aventurar una interpretación a tanto infortunio: los gatos negros habían decidido pasar a la acción.

25 enero 2009

Parábola



El doctor Esteban, director del taller literario sui génesis organizado al efecto, explicaba los rudimentos de la creación literaria y para motivar a sus alumnos empezó como sigue:

He aquí la fórmula del éxito: coged un poco de levadura, mezclarla con tres medidas de harina y veréis asombrados cómo todo fermenta.

La manecilla del reloj terminó de dar una vuelta completa y la clase se vació como globo pinchado.

El doctor Esteban sonreía como un pantocrátor. Al fondo del aula Javier, cauteloso, rumiaba las sabias palabras del maestro y ensayaba una interpretación. Al fin se atrevió a preguntar: profesor, es usted el genio de las metáforas, pero ¿qué es la levadura, la harina y el fermento?

¡Ah, matalambú, dilecto alumno!, canturreó entre sonrisas el doctor. A ti te es dado conocer los entresijos de la creación literaria; ya sabes que es ocioso arrojar margaritas a los cerdos y que tampoco conviene que cualquiera conozca el secreto de los secretos. Escucha:

Javier, solícito, se estremeció cual devoto ante la inminencia de la revelación que le llegaba de las siempre sabias palabras de su maestro.

Y el maestro dijo, todo de corrido: es bien sencillo, la interpretación de la parábola es como sigue. La levadura es un padrino con poder. La harina está formada por los contactos y manejos de ese padrino. Y el fermento, algún premio de relumbrón y los primeros puestos en las listas de éxito. ¿Cómo se te queda el cuerpo?

Mañana más, dilecto alumno, dijo el maestro mientras Javier quedó entre brumas.

24 enero 2009

Audioblog: alma de blog V



“Aimons-nous en l’Art, comme les mystiques s’aiment en Dieu.” Carta de Flaubert a una amiga.



Hace unos días llegó a mi dirección de correo el siguiente mensaje de parte de una persona casi ciega: me gustaría leer los textos que escribes en tu blog pero mi vista es tan deficiente que no puedo hacerlo. A veces mi hija se convierte en mis ojos, pero temo cansarla. ¿No habrá alguna posibilidad de grabar los textos y colgarlos al final de cada escrito de manera que pinchando un iconito los pueda escuchar?

Y me puse manos a la obra. Ya he hecho alguna prueba que he dejado por ahí. Poco a poco grabaré con diferentes voces algunos de mis escritos, porque los programas de digitalización de voz que conozco no me convencen. Ignoro si hay otras experiencias exitosas en la red.

El gran pintor Miguel Ángel decía: los mármoles se estremecen ante mi contacto. Yo debo ser como el mármol de Miguel Ángel que se emociona ante una petición tan sencilla como pasar a voz unos escritos.

Me uno al sentir del gran maestro Borges que decía en frase genial: Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.

22 enero 2009

El vuelo del halcón



Bandadas de gorriones saturan los árboles del parque y se cobijan presurosas entre sus ramas al caer la tarde. En las aceras se amontonan los excrementos. Un joven herrerillo que jugueteaba con un jilguero echó a volar, errático, al ver evolucionar en el cielo, fulgurante y decidido, al halcón. ¡Ufff!, ¡por poco!, grita.

El halcón peregrino desde sus acrobacias de vértigo congrega al resto de las aves y les comunica resuelto: tomaremos medidas hoy mismo, hay un intruso entre nosotros; un mal cante, un chivato, qué sé yo. Las autoridades pretenden echarnos de este lugar, les ocasionamos problemas, hacemos mucho ruido. Les inquieta el colorido de herrerillos y jilgueros y su regañante trinar; les disgusta la dedicación reiterada del pájaro moscón a fabricar un nido desde el que seducir a una hembra; les produce zozobra las subidas en vertical o las caídas en picado del halcón. Comprendámosles: son sólo humanos.

¿No tenemos una sociedad bien organizada?, trinó áspero desde su rama un sedentario gorrión de barba negra. Así es, terció un arisco e intrépido zorzal azabache, nos hemos adaptado al trasiego del hombre sin depender de él totalmente, lo cual no está nada mal. ¿A ti no te trajeron aquí -le dice el jilguero desdeñoso al halcón- para mantener a raya a grajas y palomas? ¿Y tú preguntas ahora por un infiltrado? El halcón reprimió un ademán.

La ciudad avanza cada día mientras la naturaleza, representada en nosotros, resiste, añadió el halcón. Bandadas de estorninos anidan en torres y campanarios a la busca de comida y compañía humana. Y la rueda de las estaciones completa su ciclo con meticulosa exactitud. Hasta ahora ha funcionado bien pero hoy tomaremos una decisión que marcará el futuro de todos.

Y así fue: una tarde, en vez de apretujarse en las ramas de los árboles, los pajarillos, convocados por el halcón de pico achatado, tomaron una drástica decisión:

Abandonaremos la ciudad hasta convertirla en un espacio triste y deshabitado. Volveremos al campo a vivir junto a pequeños asentamiento humanos. Regresaremos cuando los niños no puedan soportar ya más su tristeza y nos echen de menos. Estás tonto, -gritó el jilguero-, los niños están entretenidos con esos artilugios electrónicos, nunca nos van a echar en falta. Si esta primera estrategia no diera resultado, añadió el halcón, les haremos la vida imposible para que tengan que volver a los campos donde antes anidábamos.

Mientras tanto, de las calles principales empezaron a bajar cuadrillas de operarios con sus fumigadoras para acabar de una vez con el problema de los pájaros.







18 enero 2009

El perfume




La nueva Penélope ya no entretiene a sus pretendientes tejiendo y destejiendo sino que ahora, mientras consume sus días, se dedica a maquillarse y desmaquillarse. ¿Una nueva estrategia mientras espera a Godot-Odiseo?

Esto viene a cuento porque el otro día coincidí con mi vecina Marta en el ascensor. Marta es una mujer de bandera y tenerla por vecina es ganar puntos entre las calles cercanas. Apareció acicalada como para una fiesta ¿Por qué las mujeres se maquillan con fruición? Desde el cuarto milenio antes de Cristo (y aún antes) en que los antiguos egipcios inventaron el maquillaje como otra forma de máscara, hasta hoy no han parado las mujeres de afilar sus armas. Mi cerebro, sin yo proponérmelo, exudaba estos y parecidos pensamientos.

Parece ser que las chicas guapas también se maquillan y yo pensaba que era una práctica reservada para las poco agraciadas por la naturaleza. Pero no me hagan caso porque soy bastante despistado y no me fijo mucho en esas cosas. Lo cierto es que desde que los magos de oriente trajeron el incienso y la mirra ha llovido mucho. Después llegó el almizcle. Más tarde las hojas del tomillo y la salvia; la madera de cedro y de sándalo; los pétalos de rosas y violetas. La materia prima de la seducción.

Y así, el color y el perfume son artificios de la magia y obran verdaderos milagros. ¿Cuál es el objetivo del perfume y el maquillaje? Sin duda atraer, aturdir, despistar, envolver, engatusar…

Y he aquí todo junto y en racimo: careta, máscara, perfume y espejo. Mi vecina Marta y las miles de afligidas Martas que pueblan el mundo, viven emboscadas a este lado del cristal. Y yo me pregunto, ¿qué cosas no ocurrirán al otro lado del espejo?






17 enero 2009

Si no mata, engorda



Refranes, proverbios, una vez más. ¿Cristalización de la sabiduría popular? ¿Almacén de tópicos? ¿Inventario des idées reÇues?

Lo que no me mata me hace más fuerte, matiza Nietzsche de manera más sutil. Si ambos aforismos no son hermanos gemelos, son al menos primos carnales.

El andar a caballo a unos hace caballeros y a otros caballerizos, tercia en su gloria Sancho, el noble servidor del de la triste figura.

Haceos miel y paparos han moscas. Quien destaja no baraja. Si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro. Más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena. El vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. En los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.

Al buen callar llaman Sancho
.



15 enero 2009

El día después


Reconozco que me descuidé. Como el martes y 13 transcurrió sin pena ni gloria creí que lo peor había pasado ya sin caer en la cuenta de que también hay jueves de dolores. Y mira que lo está siendo. Y heme aquí apurando las agraces uvas de la ira y el cáliz de la amargura cuya sombra, como la del ciprés, es bien alargada.

Jueves y 15 de primeros de 2009. Aún resuenan los ¡feliz año! Un futuro cuajado de promesas se trabuca, en un plis plas, en un erial y hoy mi nombre es Jeremías.

Pero así es la vida. Cada reto es una oportunidad. Cada piedra, una margarita. Cada instante un milagro. Y tras cada milagro, una transfiguración. Incipit vita nova (Dante a Beatriz).

Ya estamos en el días después.

Por si las piedras hablaran.

11 enero 2009

Decires





La vida no es ciencia exacta,
ni muerte, vereda incierta.
Si en cien años te levantas
échate a dormir la siesta.

Los caminos en el mar
son como vereda en río,
ni te puedes de él fiar
ni matar con ella el frío.

Saca a la mesa, Lucía,
caldo para escudillar,
pues las nieves de estos días
pretenden nos acabar.

Si hoy me ves un poco triste
no creas que voy vencido
lloro lágrimas añiles
por mi niña que se ha ido.

¿Piensas que las nubes pasan
sin dejar ninguna huella?
Míralas bien que te engañan,
se llevan la vía* con ellas.


* vía = vida.

08 enero 2009

Astrolabio


Astrolabio del siglo XVI



Escribo como canto,
sin falsete en la voz
ni en la palabra.

Como el invierno atrae
bandadas de jilgueros,
como amanece el
alba.

Soy trovador de estío,
tibieza en la mañana,
del rocío la escarcha;

cual ruiseñor alegre,
como vencejo en vuelo;
un grito en la montaña.

Desdeño de las risas
-barnices de miserias-
de gallos y bravatas.

Como armilar celeste,
predictor de los cursos
de celestiales aguas.

Y hoy vengo y me columpio,
mientras Júpiter ríe
y Marte me delata.

Llegaré a ser cigüeña,
corazón de una alondra,
golondrina y romanza.

Pero quise ser águila





02 enero 2009

Como tú




Hoy te he visto.


Primero empujabas con timidez unas piedras que taponaban tu puerta; después alzaste tu altiva silueta por entre los guijarros.


La suave brisa coquetea con tu vestido verde y aun alguno de tus pétalos se aflige temiendo que lo que empezó como caricia terminara finalmente en huracán.


Me detuve ante ti. Anegaste mis ojos con tu intenso arco iris de colores puros y me llenaste de luz.


Como se dibujan los rayos de sol al amanecer tras una noche en vela; igual que el trazo de una estrella fugaz en el cielo infinito; semejante a un centelleo en el océano turquesa, así apareces tú. Eres la señal inequívoca que indica la vía real en una encrucijada de caminos.


Prefieres vivir sin resguardo entre los vientos fuertes que golpean la montaña antes que en la angustiosa estrechez de una maceta.


Ante ti el sol se muestra complaciente todos los días y un manto de tinieblas luminoso y magnífico te envuelve por las noches. Y, además, (y tú lo sabes con la sabiduría secreta de la naturaleza) todo eso ocurre por ti y sin ti nada de eso tendría lugar.


Y sin embargo una tarde aciaga, algún mal paso distraído acabará mutilando tu humilde y noble cabeza y tu cuerpo se confundirá con la tierra en una mancha verde. Mientras esto sucede te veré florecer cada mañana y explayarte en tu sonrisa antigua.


Te gusta el anochecer porque preludia un nuevo día; no te inquieta la oscuridad ya que es el pórtico de la luz.


Como tú, yo.



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