28 febrero 2009

Lluvias de febrero


Amaneció un día lluvioso, melancólico, gris.

El agua juguetea en los tejados y rebota en pequeños charcos por la calle. Las avecillas no se atreven a gorjear y reprimen el juego de escaramuzas y exhibiciones hasta que no claree. Los perros falderos dormitan resignados mientras ansían una oportunidad de salir a campo abierto a pelear pequeñas ramas de los árboles.

Es sábado y la semana pierde fuelle por momentos y acabará de consumirse el domingo para iniciar un nuevo ciclo que sucederá a otro espacio que renovará un pequeño lapso; tempus fugit, también los años nos dejan.

Se acerca el fin de un mes de febrero que ha sido desde el principio del Inventario de purificación y fuegos ceremoniales; de teas y antorchas; de expiación y sacrificio.

Y asomará Primavera su rostro de soslayo hasta que la calandria que faz grand melodia, en cantiga primeriza de Gonzalo de Berceo, inunde los valles de trinos y requiebros.

Febrero de brasas y rescoldos; de vientos y sonatas; de lágrimas de fuego.






26 febrero 2009

Música callada

- - - - - - - - - - luz cegadora, oxímoron visual - - - - - - - - - -

Otro oxímoron que ha hecho fortuna pues su procedencia lo merece. Resulta que el oxímoron es un una figura retórica, lógica para más señas, que implica la contraposición de dos palabras con significado antitético que producen otro significado, un absurdo, en suma, pero de efecto muy bello en la literatura mística o amorosa porque en ambas experiencias, la de la unión con Dios y la del amor, hay una exacerbación de los sentidos y un desquiciamiento general que no sufren molestia por estos excesos.

Algunos, sin embargo, han pretendido utilizar esta hermosa figura para referirse a asuntos de índole política. Un destacado dirigente español se refirió al triunfo del Partido Popular por la mínima en el año 1996 como una “amarga victoria” y al consiguiente fracaso de su partido como una “dulce derrota”. Oxímoron también, pero dónde va a parar…

Río seco, vivir mata, hielo abrasador, fuego helado, niño gigante, rendido victorioso, pacífico furioso, tímido arrogante, cuerdo loco, filósofo ignorante, luz oscura, gloria triste, payaso trágico, ahorrar comprando, aldea global, comida basura, encontrarse perdido, humor serio, noches blancas, oro negro, secreto a voces… Un pequeño racimo representativo del oxímoron.

Si bien los más dulces y conocidos oxímoron son, tal vez, música callada y soledad sonora, que tanto sabor han dejado en la poesía en particular y en la literatura en general.

23 febrero 2009

Todo está en los libros



En los lugares que frecuento hay decenas, cientos, miles de libros; también expedientes, dossieres, informes, legajos, memorias, folios, simples escritos. Me atrae el olor a tinta y a pegamento de las encuadernaciones. Es una querencia sentimental, sin duda. He coleccionado fascículos por el placer de llevarlos al encuadernador y fisgonear sobre los entresijos de la alquimia del infolio.

Todo está en los libros, sí. Así se llamó uno de los pocos programas de la televisión que ofrecía un sobresaliente interés cultural, que la redime del refugio suicida del cotilleo y de la miseria moral que entraña la telebasura; del pan y circo para entretener el aburrimiento y la avidez de carnaza.

Todo está en los libros. Y por eso el cine vampiriza la literatura, la saca del bostezo para completar su creatividad imaginada (en imágenes) en el menor tiempo con las cartas marcadas de una historia atrayente.

Todo está en los libros. Allí está lo mejor del ingenio humano, los hallazgos más importantes del conocimiento, del arte y de las ideas, al alcance de toda persona interesada por la cultura. Como me decía mi buen amigo Gonzalo días atrás:
“si nuestra generación no es una de sabios, o al menos una en la que (no) se produzca algo nuevo y verdaderamente humano, es que la humanidad non vale un cazzo porque tenemos más medios de transmisión de cultura, más "cultura libre" (o liberada; me refiero a los proyectos de digitalización masiva de los fondos de las bibliotecas europeas, foros, los blogs, etc.) que nunca”.

Todo está en los libros y también, ya mismo, todo está en la red.



Kindle 2 de Amazón con una capacidad de almacenamiento de 1.500 libros.

21 febrero 2009

Siri



Dicen que toda la eternidad está contenida en una mirada. Y que todo el mensaje de la naturaleza primordial se revela en una caricia. La asombrosa combinación de los números; el desprendimiento fortuito de la manzana; el vuelo del halcón y sus piruetas, también cumplen su tarea en el constante devenir de causas y efectos.

Toda la magia de este mundo está condensada en la tibieza de un beso. El misterio de los misterios tiembla en una gota de agua. El poder incontenible de la creación emerge de una brizna de hierba.

Algo importante habría tenido que ocurrir o llegaría en breve: mi perrita me miró, lánguida, durante un instante eterno, sin pestañear.




Esclavos de una ilusión from Fran Palazon on Vimeo.

19 febrero 2009

Oxímoron


Fue un secreto a voces. Aunque todo el pueblo era conocedor del hecho, lo cierto es que los comentarios morían en pequeños corrillos de dos o tres personas. Ana y Miguel eran felices porque el mundo les cabía en su aldea, que es como decir, en un diminuto espacio del inconmensurable universo. Allí, en Puebla Marina, disfrutaban de todo lo que es digno de ser vivido y retozaban en su gozo como niños en un charco. Pero aún parecía faltarles algo…

Por la mañana, Ana y Miguel, se llegaron despacio a la plaza del pueblo y echaron de comer a las palomas y también ellas les miraban sorprendidas. A eso de la media tarde se acercaron a la estación donde el silencio era estorbado sólo cada hora por la llegada de un tren que huía poco después sin dejar rastro.

Por fin, al caer sobre Puebla Marina las primeras brumas cuando los pájaros se arremolinan junto a los chopos cantarines para guarecerse entre sus ramas, Aurora descendió del tren con la felicidad resbalándole por todo el cuerpo. Ella era la depositaria de un regalo para Ana y Miguel que no olvidarían nunca. Pero mientras recorría los escasos cincuenta metros que le separaban de sus padres, ningún objeto sobresalía de entre sus manos, por lo tanto Ana y Miguel intentaron, con ansiedad y nerviosismo, localizar alguna maleta o bulto. Cuando Aurora hubo llegado como a unos cinco metros de ellos, rompió a reír y los tres se fundieron en un abrazo.

Con mucho sigilo extrajo del bolso de mano un pequeño paquete azul que desbarató en un instante. Del fondo de aquel paquete asomó una especie de muñeco diminuto que al contacto se irguió de un salto y una vez en el suelo creció hasta el tamaño de un niño pequeño y se abalanzó con una amplia sonrisa sobre Ana y Miguel.

No había duda, era él. Se trataba de Mecum, un robot de última generación que además de realizar las tareas domésticas, de asistencia y compañía albergaba en sus entrañas tantos libros como la biblioteca de Alejandría; tanta música como la imaginada por los mejores autores de todos los tiempos e ingentes manualidades y cursos para el aprendizaje de tantas disciplinas como para aburrir a un filósofo pepipatético.

Mecum, con una triste sonrisa se presentó a sus nuevos dueños: soy Mecum, dijo con una voz bien timbrada, casi como la de un humano, y tengo una esperanza de vida de mil años. Eso sí, añadió el robot reprimiendo un gesto que le habría delatado: no soporto ver llorar.


16 febrero 2009

Sueño, verso, sangre, carne




Sueño que robas mis sueños
deja que bulla en el aire,
canta conmigo ese verso
que no ha de soñarlo nadie.

Verso que robas mi verso
deja que nunca se acalle,
que es el sueño de mis sueños
rojo de sol y de sangre.

Sangre que ciñes mi pecho
deja que nadie te aclame,
que de amor y sones nuevos
está formada mi carne.

Carne cansada del verbo
sueña tu pan donde ande,
que tu pan y mis deseos
serán de la misma madre.



P.D. Poema de adolescencia

15 febrero 2009

Paracelso


El saber no está almacenado en un solo lugar, sino disperso por sobre toda la superficie de la tierra. Paracelso

Estas palabras de Paracelso allá por la primera mitad del siglo XVI parecen un vislumbre de lo que en nuestros días está siendo el fenómeno de Internet. Apenas habían transcurrido unos años del descubrimiento del Nuevo Mundo. Paracelso fue contemporáneo de Leonardo, de Miguel Ángel, de Copérnico y de Erasmo, entre otras luminarias del Renacimiento.

Viajero incansable, buscador apasionado de la verdad, amante del estudio, un espíritu crítico de persistente curiosidad, obsesionado por el conocimiento y combatiente de la mentira. Todo un adelantado de su tiempo.

Creador, entre otras cosas, de un principio importante al concebir al ser humano como un microcosmos dentro del gran orden superior o macrocosmos, hoy traigo a colación a Paracelso por la frase que encabeza este escrito que bien podría colocarse en el frontispicio virtual de la red de redes y que es su descripción: “el saber está disperso por toda la superficie de la tierra”.

Y en eso mismo está su fortaleza y su debilidad. Porque la red de redes es la biblioteca más completa de todos los tiempos, es decir el almacén de todos los saberes, a la vez que es el albañal de todos las inmundicias. Si una persona puede acceder al pensamiento de los sabios a través de los recursos de la red; si puede contemplar la belleza a través del arte; si puede compartir sus ideas con millones de personas en todo el mundo, también otra puede embrutecerse a través de la bazofia que defecan los sin seso. El conocimiento avanza pero la necedad también. Cara y cruz.

12 febrero 2009

El cóndor pasa


Hoy lo he vuelto a ver. Anduve toda la tarde pendiente de las andanzas de un buitre. Desde tierra, claro, porque todavía no he desarrollado mis cualidades voladoras, tal vez si me dan algo de tiempo…

Apareció días atrás sobrevolando mi granja a gran altura; luego merodeaba por los alrededores. Un buitre no acude a un lugar así como así, a menos que haya carroña que embaular, de manera que seguí su vuelo y me condujo hasta los despojos. Como el humo y el fuego.

Curioso animal. También el cóndor es un buitre aunque nadie lo diría a tenor de la ola de ternura y el anhelo de libertad que despertó la canción de Simon and Garfunkel "el cóndor pasa". Decir buitre o decir cóndor suscita encontrados sentimientos en quien lo escucha dependiendo de qué vocablo empleemos. Los dos animalejos no parecen de la misma familia y sin embargo lo son.

El cóndor es una de las aproximadamente veinte especies de buitre que hay en el planeta. Por lo tanto es un gran volador y también se alimenta de la podredumbre, luego es un gran carroñero.

Para quienes piensan que estamos hablando sólo de palabras ya ven que no. Si encima esa palabra va embutida en su banda sonora, entonces va sobrada y tiene la capacidad de echar volar los sueños de varias generaciones obviando lo sustancial: el buitre vuela alto para buscar carroña. Pájaro de altos vuelos, para esto. Se nos rompe el espejo.

Pero, como es obvio: no sólo los pájaros son carroñeros… Como dice un refrán que causa furor entre las bandadas de gorriones en verano: todos los pájaros comen trigo y las culpas al gorrión.

Así decía la letra de la coplilla:

El cóndor de los andes despertó
con la luz de un feliz amanecer.

Sus alas lentamente despegó
y bajó al río azul para beber.

Tras él la tierra se cubrió de verdor,
de amor y paz.
Tras él el prado floreció
y el sol brotó en el trigal……


y ojo con ese final:

mmmmm



09 febrero 2009

Toda una vida II

La sala era mucho más espaciosa y cómoda que la anterior, ambientada con una música de las que aclaran el espíritu. Cómodos sillones invitaban a la quietud. Una pareja sonriente me salió al paso.

- Acérquese, señor. Dijo una voz aterciopelada. –Y acomódese.

-Gracias. Me dejé caer sobre un mullido sofá y al poco rato la pareja me acompañó y ambos tomaron asiento, a derecha e izquierda.

-Permítame una sugerencia, dijo la voz grave. ¿Hay algo que podamos resolver con un poco de dinero? Sí, digamos, ¿algo así como una ayuda económica para salir de un mal trance?

-No se trata de dinero, respondí. Yo no he venido aquí para pedir consejo sino para entregar mi vida. Nada hay que pueda resolver el dinero cuando un vínculo se ha destrabado de manera fatal porque ha perdido su coherencia.

-Cruzaron miradas y sonrisas. Tras un momento de vacilación iniciaron, mano a mano, una explicación sumaria.

-Preste atención, por favor, es importante. Desde el momento mismo en que usted sorteó la puerta principal de estas dependencias accedió a una, llamémosle, tierra de nadie. Ahora mismo está usted en una especie de patria del olvido y el perdón. Ya no puede desandar lo andado; no puede volver atrás. Desde ese mismo momento, como digo, el resto de la gente quedó fuera de su alcance; ya nadie le espera. Todos los que le conocieron en este mundo están convencidos de que ha muerto. Usted es un héroe para ellos. Ella, también lo cree; recibió el mensaje. Ya está curada de la enfermedad que usted vino a tratar.

Y ante mi incapacidad de formular pregunta alguna, continuó. Le explico: ese gesto suyo ha obrado el milagro pero ahora ella llora su pérdida. Daría cualquier cosa por usted y en un plazo similar al que emplean las aves en completar su migración en invierno, estará a las puertas de estas dependencias para intentar un canje de su vida por la de usted. El reloj se pone en marcha y un nuevo ciclo sucede inexorablemente a otro. Es la ley de la vida que conocemos.

Pues bien, -ahora era la voz aterciopelada quien tomó el relevo- se abren ante usted dos caminos: puede quedarse a vivir en este reino de nadie, en la tierra del perdón y del olvido, rodeado de todo tipo de comodidades por el resto de sus días. Nadie le molestará y podrá dar término a todos los proyectos que llevaba entre manos antes de entrar aquí y que tanto le satisfacían. Puede hacer eso, digo, o bien atravesar la última puerta que lo llevará a otro mundo desconocido desde el cual podrá usted intentar algún tipo de contacto con el mundo anterior. No le garantizo nada.

Me puse en pie ante el gesto de sorpresa de mis dos amables ángeles. Me dirigí a la puerta y antes de franquearla, me oí decirles: no tengo elección, ella y yo sellamos un pacto antiguo según el cual quien de los dos se marchara antes intentaría la comunicación con el otro para indicarle el camino. Es, por otra parte, la única manera de restablecer el vínculo.

Era una puerta de doble hoja y luché mucho para conseguir que cediera. Una vez traspasado el umbral escuché el gemido del viento sobre un bosque cercano. De pronto creí ver una sombra que se alzó por encima de los árboles con la velocidad del rayo. ¿Isis? ¿Eres tú?

Y un instante antes de que me alcanzara el dragón de las siete cabezas, la vi; no había duda, era ella.

08 febrero 2009

Toda una vida I



-¿Darías tu vida por mi?, -dijo- y sonrió con una mueca de tristeza.

-Sin dudarlo, -respondí. Dime dónde hay que ir que voy ahora mismo y relleno la hoja.

Sus ojos se hundían en un pozo de amargura. Aun así añadió exangüe:

- Al final de la calle hay una dependencia municipal que se ocupa de esas cosas.

-Allí me encaminé sin demora y le confesé al escribano que atendía al público: mire, aquí está mi vida, cámbiela por esta otra. Y le mostré una foto ajada. ¿Dónde estampo mi firma?

Me miró desconcertado. -Explíqueme los detalles, por favor, esto no es tan sencillo; deberá facilitarme algunos datos para que yo me entere de la situación, -dijo el funcionario. Verá, esta oficina es nueva y todavía no hemos prestado ningún servicio. Somos primerizos tanto usted como nosotros. Dígame una cosa, ¿alguien está a punto de morir y usted se ofrece para sustituirle en ese trance?

-Algo así, -añadí. Tanto da que la persona esté para morir como que lleve algún tiempo marchitándose y necesite de un apoyo inquebrantable, un gesto definitivo, una prueba concluyente. Y no hay mayor demostración de amor que la entrega de la propia vida.

-Lo dice usted de un modo que impresiona. Por otra parte no deja de causar sorpresa comprobar que hay alguien que es capaz de entregar su vida para que otra persona continúe con la suya. Comprenda que el hecho de proceder a practicar un canje con la muerte mediante un acto administrativo no le resta dramatismo al caso. Hagámoslo fácil. Le formularé un par de preguntas y según lo que me conteste ya le diré yo lo que tiene que hacer. Veamos: ¿Usted amó alguna vez la vida? Entiéndame, se lo diré de otro modo, ¿me puede usted garantizar que lo que se propone llevar a cabo no es un suicidio puro y simple? Comprenda que el suicidio está penado por las leyes y ahí en poco le podría ayudar yo.

- No; no se confunda usted, respondí. El suicidio es una salida demasiado burda para ser admitido por una mente sensible y luchadora como la mía. Yo amo la vida, por eso quiero que la de ella perdure. Si no fuera así la dejaría desangrarse poco a poco. No sé si usted me comprende. Hay lazos que una vez rotos, sólo la muerte puede recomponer.

-Ya lo creo que le comprendo pero estoy acostumbrado a considerar el asunto de otro modo bien distinto. De todas formas lo que importa ahora son sus respuestas, no las mías. Dígame, por último. ¿Ha contratado usted no hace mucho o tiene pensado contratar algún seguro de vida?

-Mi seguro de vida es ella. No hay mayor garantía que pagar con mi vida su propia permanencia en este mundo, ni mayor seguro que la prolongación de la existencia en la persona a la que amas. La vida es un suspiro; no queda tiempo para el despilfarro de la cobardía y en la vida sólo cabe la entrega.

-Veo que tiene usted las ideas claras, no es de esas personas que se rinden fácilmente. Eso es importante máxime cuando nos enfrentamos a un asunto de naturaleza irreversible. Por mi parte es todo. Ahora le ruego que cruce usted esa puerta que tiene justo enfrente. Al otro lado encontrará otros funcionarios que sabrán aconsejarle el modo más adecuado de proceder. Vaya, por favor.

-Cruzar una puerta, dice: eso lo había hecho yo muchas veces en la vida, pensé. No recuerdo otra cosa que haya repetido más durante toda mi existencia que emprender caminos los cuales, la mayor parte de las veces, no sabía adonde me conducirían. Ahora, además, tenía claro mi objetivo. Abrí aquella puerta con un nudo en la garganta.

Sigue y termina en II

Cosas de la mili II

- - - - - - - - - - - - - - Torre del Oro. Sevilla - - - - - - - - - - - - - - - -


Recuerdo muy bien otra anécdota graciosa que ocurrió en el cuartel de la calle Baños, número 50 porque los protagonistas de tan hilarante suceso fuimos el capitán de la bomba tónica y yo mismo.

El día de autos me adjudicaron servicio como escribiente de guardia en el despacho habilitado al efecto. A eso de la media tarde, cuando ya el cuartel se había vaciado de gente a excepción del personal de guardia, atendí al teléfono en respuesta a una llamada de alguien que formuló una pregunta de rutina. Nada más colgar el aparato me tropecé con dos severos ojos que destacaban de la silueta del capitán que, plantado en el umbral de la puerta del despacho, movía la cabeza y me apuntaba con un amenazante dedo índice. ¡Tú; eras tú! ¡Te pillé!, masculló victorioso. Resulta que por aquellos días, los oficiales de guardia iban tras las huellas de un listillo que hacía llamadas de larga duración a su novia después de forzar el candado que custodiaba la línea telefónica.

Con el sabor del triunfo por haber cazado al intruso, me llevó casi de la oreja ante el Jefe de guardia y después de cuadrarse ante él le transmitió grave la hazaña del soldadito: mi comandante, ya he pillado al de las llamadas de teléfono; es éste con cara de pillín. El comandante al que hacía una media hora que le acababa de entregar un par de listados que me había pedido, rió con ganas. Y encarándolo le dijo: capitán, ¿no ve que el soldado está de servicio?, ¿cómo no va a atender el teléfono? El pobre capitán que ignoraba este dato porque ni preguntó ni me dejó que se lo explicara, pidió permiso y se retiró avergonzado.

Por la noche nos partíamos de risa, mi amigo Pedro el murciano del que se calléis y yo a cuenta de las hazañas del capitán de la bomba tónica (por cierto, nunca supimos si era de naranja o de limón). Para concluir el aderezo de las risas me contó que había estado callejeando hasta dar con la torre del loro, que así llamó a lo que no es sino la que desde 1221 en que fue construida se llamó Torre del Oro, a la cual se llega a pie a través de la calle Redes, luego Gravina, Marqués de Paradas, Reyes Católicos y al final del Paseo de Cristóbal Colón, junto al río Guadalquivir, se alza la famosa torre tantas veces fotografiada por los turistas. Aún hoy lo veo decir, torre del loro y estallo en risas.

A la tarde siguiente, ya liberado del servicio y de las sagaces miradas del capitán, nos encaminamos a visitar un museo de ciencias naturales que albergaba en su seno todo tipo de extravagancias de la naturaleza: aves con dos cabezas, cabras con cinco patas, y así uno a uno de semejante jaez, pero todos ellos tenían en común el haber pasado por las manos del taxidermista. El único ser vivo que habitaba el curioso museo, si exceptuamos al conserje, era un mono que había metido en una jaula en mitad del establecimiento. Como era el único que no ponía nerviosos a los visitantes con su mirada a él nos dirigimos en primer lugar. Fue vernos y el animalito se encaprichó con mis gafas y, dicho y hecho, en un plis plas, con un movimiento que a mi me pareció extraordinariamente rápido, se hizo con las gafas sin darme tiempo a formular queja alguna, las pasó sin dificultad por entre los barrotes de su jaula e inició un detallado análisis de tan extraño artilugio. Tuve suerte que al poco perdiera el interés y me dejó que las devolviera a su lugar de origen. Y tratando de imitar la agilidad del simio recuperé lo que ya daba por perdido. Y así fue como entre la torre del loro y el mono gafotas la visita se reveló como una animalada chusca.

Muchos otros sucesos de muy graciosa factura podrían ser contados pero la mayoría son de un mismo monótono tema y tampoco es conveniente que de ellos quede memoria en un blog, por lo que pueda pasar. Custodiaremos tales hechos para mejor ocasión. No hablaré, por lo tanto, de la vecinita que todas las noches revolucionaba a la soldadesca, tras hacerse la olvidadiza y dejar las cortinas descorridas, y oficiaba para nosotros un extraño y lúbrico ritual. Tampoco mencionaré el día que en un pueblecito cercano llamado Alcalá del Río festejábamos un acontecimiento real o inventado y casi se nos ahogan dos de los compañeros que tras comida copiosa no tuvieron otra idea más dichosa que arrojarse a las aguas del Guadalquivir para poco después sufrir un expeditivo corte de digestión. Y mucho menos hablaré de otras interioridades propias de un cuartel, ni siquiera me quejaré hoy por el tiempo malgastado y no recuperado propio de la pluma y saga de Marcel Proust.



06 febrero 2009

Cosas de la mili I



Comprenderé que quienes lean esta historia de cabo a rabo se nieguen a aceptar como verídicos y cabales los acontecimientos y anécdotas aquí narrados. A veces, ciertos hechos y peripecias son como los hierros que maneja un marcador de reses que nos señalan de por vida y es inútil negarlos, como inútil es querer engañar la sed con unas gotas de rocío. Pero eso es para quien los vive.

Hace no muchos años, paseaba distraído un día por Sevilla cuando enfilé al azar una calle en dirección a la de nombre Jesús del Gran Poder con el propósito de dirigirme hacia el centro, al laberinto de calles estrechas para ver si encontraba una taberna llamada la ruta del estudiante. De pronto, el eco lejano de un extraño cántico llamó mi atención. No comienza aquí el intríngulis de mi historia sino que aquella plegaria me retrotrajo muchos años atrás porque esos susurros no podían haber salido de la actualidad sino que con total certeza, y no me cojo los dedos, provenían de los tiempos en los que hacía el servicio militar en un establecimiento ubicado precisamente en el punto donde me encontraba cuando escuché el rumor de voces.

Lo recuerdo bien. La ruta del estudiante se convertía todas las tardes en un bullicioso punto de reunión de la fauna inquieta formada por estudiantes, militares y turistas, que pululaba por Sevilla y que venía a congregarse en semejante tugurio para trocar penas por burbujas y hablar de los asuntos importantes que vienen al caso en ese tipo de reuniones distendidas, es decir, de mujeres cuando se trata de hombres, como en este caso, y además en trance de servicio militar forzoso.

Pues eso, que de pronto caí en la cuenta de que había vuelto a la ciudad donde años antes había hecho el servicio militar en un pequeño y vetusto cuartel de la calle Baños, donde ahora me encontraba y donde, años ha, estaba ubicada la Zona de Reclutamiento y Movilización. Me sentía raro y alegre de viajar en el tiempo a través de recuerdos atemperados por la cantidad de ferias de abril transcurridas y de calles casi desconocidas pero con sabor a muchas veces recorridas, con frecuencia a trompicones por causa de ciertas mezclas inoportunas como alcohol, deseos de estar con la novia e imposibilidad de materializarlo, por ejemplo.

En la esquina que está justo enfrente del cuartel había una taberna y en el portal más próximo, por la calle Redes, tenía su cuartel general el esperpéntico y autoproclamado papa Clemente que junto con toda la patulea de su heterogénea congregación, competíamos en bullicio, ellos dándole duro al coñac y nosotros a la cerveza, el vino y el cubata, por ese orden. Es decir, oído cocina: creí escuchar, veinte años después, los cánticos de unos obispos y cardenales de la Iglesia apostólica y romana hispalense, unas voces que hacía lustros que no entonaban maitines en ese lugar. No, si la cosa empieza a ponerse de psiquiátrico.

En el cuartel éramos unos veinte o veinticinco soldados que habíamos recalado allí no por nuestro gusto y según me dictan mis desordenados recuerdos, proveníamos de Madrid, de Cataluña, Extremadura, de la misma Andalucía, del norte, de Murcia y de Alicante. Componíamos un mosaico regional representativo con su corolario de tópicos y roces habituales. Allí coincidí con un murciano, un tal Pedro Martínez al que no he vuelto a ver desde entonces. Recuerdo que los madrileños y los catalanes se divertían mucho con él y por las noches cuando querían acabar con el barullo o por el contrario continuar la juerga, le gritaban desde el fondo del dormitorio: ¡murciano, diles que se callen que ya es tarde! Desde la primera litera que ocupábamos él y yo, poníase el murciano de pie y a voz en grito dedicaba a la soldadesca la frase que al poco se hizo famosa: ¡que se calléis! No hace falta decir que los madrileños se revolcaban, con gran alborozo, por entre las camas del fondo.

Cosas de la mili. Aquel cuartel era un lugar tranquilo donde se sorteaban los destinos de los mozos y adonde acudían estos para conocer el premio que les había deparado el bombo; y también los que ya habían acabado la mili se presentaban allí para poner al día sus cartillas militares. Nos lo pasamos bien, así cualquiera.

La mayor parte del tiempo íbamos de paisano y salíamos casi todas las tardes a la calle, es decir, al cine o a la ruta del estudiante o a callejear sin rumbo, o todo junto y consecutivamente, para terminar en algún tablao flamenco donde nos extasiábamos con el baile de aquellas lozanas mozas que se exponían ingenuas a nuestros balbuceantes piropos, si bien nosotros teníamos suficiente preocupación con cuidar de cerrar la boca, de tan lelos como estábamos ante el embrujo de los brazos en alto, el cruce de parejas y el devenir de los cuatro pasos, característico todo ello del famoso baile de las sevillanas.

No sólo con el que se calléis del murciano nos divertíamos. Durante las pocas tardes en las que teníamos algo de instrucción hacíamos chanzas a cuenta de un capitán chusquero que era el encargado de adiestrarnos en el arte militar. Siempre salía el gracioso de turno que, haciéndose el tonto, le pedía: mi capitán, háblenos de la bomba tónica. El capitán decía bomba tónica para referirse a la bomba atómica y teníamos que mordernos mucho la lengua y disparar preguntas tontas desde todas las esquinas para contrarrestar el ataque de la risa.

Sí, sí, -decía grave el oficial, vosotros reíros pero la bomba tónica es un arma mortífera de cojones. Lo que nos daba otra tregua para volver al recital de carcajadas nerviosas a cuenta del oído y el buen juicio del capitán.

Continúa y finaliza en II




04 febrero 2009

Alma de blog VI


Llevo unos días dándole vueltas al asunto. Resulta que este blog mío es un cajón de sastre donde cabe todo. Si uno repasa la blogosfera y empieza, como es natural, por los blogs más cercanos de los amigos a los que visito asiduamente y los que también amablemente me visitan, uno se encuentra con blogs de todo tipo e interés como no podía ser de otra manera. Hay mucha variedad en la red y eso es bueno.

Y así cada blog tiene su personalidad y trata de algún aspecto o faceta de la vida: pintura y aficiones, diario, relatos, narraciones, folletines, política, mujeres en la antigüedad, psicoanálisis, más relatos, poesía y actualidad, arte, informática, tecnologías de la información en general, noticias, ciencia, literatura, de todo un poco... Y así podemos disfrutar con todo lo que produce la huerta bloguera.

Y ahí es donde encuentro un problema en mi blog. Resulta que Andanzas tiene un poco de todo eso y de ahí se derivan algunos malentendidos: se confunde la ficción con las ideas, los sueños, los amores, las desdichas del que las escribe. Ya sea que hable de política, de ciencia, narre las aventuras y desventuras de un náufrago o me atreva con un relato sobre un animalito peludo, lo que queda en el aire es una especie de diario íntimo perpetuo para el que da lo mismo el recipiente, el asunto tratado o el género empleado para hacerlo llegar. Pareciera que el blog c'est moi. Pero no lo es...

Para evitar equívocos veo que algunos mantienen varios blogs temáticos, pero eso es demasiado para el poco tiempo de que dispongo. Se admiten sugerencias.

Saludos.





03 febrero 2009

Intersticio

- - - - - - - - - - - - - - Monumento al maestro - - - - - - - - - - - - - - - -


Mi escrito Parábola ha suscitado algún que otro malentendido dentro y fuera del blog. Un relato no es una autobiografía ni tampoco la crónica de un hecho de la vida ordinaria. En este sentido, la ficción no puede suplantar la realidad. Flaubert decía: “Si nuestra obra de arte es buena, si es verdadera, tendrá su eco, su lugar, dentro de seis meses, seis años o después de nosotros”. Bien entendido que la finalidad del arte es la belleza. Los premios pertenecen a otro orden de cosas.

Un maestro que se precie rara vez le facilita a su alumno aquello que éste espera sino que trata de llevarlo más allá de lo evidente y de lo obvio. Lo que se persigue en un taller literario es el desarrollo de alguna suerte de vocación o talento no la maquinación para conseguir un contacto o un premio que es, aun descontando la maniobra, como empezar la casa por el tejado. Esa es la idea germinal de Parábola. “Nunca los grandes hombres fueron considerados grandes en vida. Voltaire no sospechaba que su obra más importante era Cándido”.

Y esa es la moraleja de la sorprendente explicación que, para sacudir a su alumno, le propina el maestro sobre los entresijos y procedimientos faranduleros que se producen en los aledaños del mundo del arte en general: no busques un premio si vas en pos de la belleza.

Parafraseando a Flaubert sobre la calidad de un libro, la efectividad de un maestro se puede juzgar por la fuerza de los puñetazos que te ha dado y por el tiempo que luego tardaste en recuperarte. Trabájese aquí, también, el sentido metafórico.

Nada más y nada menos. No tiene más implicaciones la citada parábola que en todo caso está circunscrita al ámbito de la creación literaria.

"Es posible que desbarre, pero si salgo adelante, el globo terráqueo no será digno de transportarme". Una vez más, Flaubert.

02 febrero 2009

Noche de ronda



La primera vez lo vi reflejado en un charco y parecía todo de cristal. Se llama Brujo, es un gato pequeño y digo se llama porque es el nombre que le puse nada más verlo.

Fue hace dos noches. El correteaba en el mismo hotel donde yo trabajo de segurata. Juega por entre los ladrillos; amontona y desbarata pilas de cajas. De pronto surge de debajo de unas maderas o se le ve salir, hasta las cejas de polvo, por entre los sacos de cemento. Y yo me gano la vida protegiendo esos mismos enseres de las miradas ajenas.

Noche y día me cruzaba con sus olivillas huidizas mientras una patulea de primos, hermanos y sobrinos se desparramaba entre los cubos de basura para buscarse el sustento. El segundo día de mi estancia allí dejé como al descuido algo de comida sobre unos cartones. Brujo acudió de pronto, ¿me estará espiando el muy jodío? Tampoco es complicado aprenderse mis rutinas, una ronda cada 15 minutos. Se lo ha comido todo y se queda agazapado observándome a unos cinco metros. ¡Vamos, ven aquí, estás tiritando! No se fía y hace bien. Poco a poco se acerca más. Fisgonea la manta que me cubre las piernas. Hace frío, estamos en pleno invierno. Ya lo veo tontear sobre la manta.

A eso de la medianoche, Brujo visita los contenedores de basura. Unas manos largas se deslizan por entre los restos buscando algo que comer. Cada día hay más competidores para hacerse con las sobras. Hoy se han dejado ver por aquí dos o tres vagabundos.

Pasa del reposo a la acción en un instante. Me vendría bien esa habilidad, Brujo, le digo por lo bajini. Un ruido cercano nos ha puesto en guardia a los dos. Por la noche, los sonidos se agigantan. La pequeña verja cede y produce un característico chasquido. Un uniforme emerge de la negrura.

- Te has dejado el coche abierto. Buen servicio. _ Es un policía amigo
- Gracias, Pedro. Iba a salir ahora mismo. Buenas noches.

Minutos después, Brujo juguetea completamente blando como si me conociera de toda la vida. Lo veo dar brincos estancia tras estancia; me sigue mientras hago las rondas, se agazapa en cada esquina, me reta, pretende sorprenderme.

Ese instinto gatuno, dicen los expertos en animales, procede de años y siglos de lenta evolución, pero él y yo lo vemos de una manera más cercana: es debido a días y noches de hambre y frío. También nosotros somos expertos, graduados en la escuela de la calle.

Son las 05:30 de un domingo; la hora peligrosa, Brujo. A estas horas descansan las doncellas, satisfechas de la noche anterior; los guaperas que se estrenaron por enésima vez; los solitarios irredentos a la caza de comida rápida, (fast food se llama a eso, Brujo, qué te van a contar a ti), y las casadas inquietas, parece-que-ya-no-me-quiere-como-antes… Madrugan la calle los amigos de lo ajeno, los raterillos que duermen de día para choricear de noche.

Gira il mondo gira, nello spazio senza fine, con gli amori appena nati, con
gli amori gia finiti, con la gioia e col dolore, della gente come me. Oh, mondo
soltanto adesso io ti guardo...
Se escucha en una radio pequeña que tengo sobre una ventana.

Gira el mundo mientras Brujo parpadea frenético, como si llevara puesta una camisa de fuerza. ¡Brujo que te vas, jodío! ¿Me dejarás solo? ¡Ven! aquí hay una manta.

En el transcurso de una ronda se me ha extraviado Brujo. Lo busco en cada planta, hasta la quinta y última. Naciste en un hotel, jodío. Eso es un lujazo. Para ti la vida es un hotel en construcción. Un lugar un poco frío pero es que toda gran obra se yergue sobre el frío, el hambre y el sudor.

Entre colgajos de andamios y una gran grúa que amenaza al cielo, babel de cables. Podrás contarle a tus nietos, Brujo: en este hotel nací yo, donde luego se alzaría la suite nupcial, y bla, bla, bla o miau, miau, miau, etc.

De igual manera que cada palabra nos ancla al momento en el que fue pronunciada; como el anzuelo agarra al pez, tú estás atado a este cuadrilátero de hormigón que te vio abrir los ojos por primera vez. Ya falta poco para que terminen las obras y entonces nos echarán de aquí a los dos. Mucho ojo dónde terminas.

Hoy he visto a unos perros feroces sortear la alambrada. Te huelen, Brujo y van por ti. Ojo con ellos. Vámonos, ya se acabó la jornada.

Escucha el bullicio de los cochecitos de feria... ¿No hueles a palomitas, Brujo? ¿No sientes el vértigo de las norias?



01 febrero 2009

NASA Spirit


No obedece y tiene desconcertados a los científicos de la NASA. Se trata del robot Spirit que tras 1800 días de actividad en la superficie de Marte muestra síntomas de vejez, según el portavoz del equipo de científicos. Spirit, a una orden dada, no realizó un movimiento establecido y tampoco grabó la sesión de las actividades del día en su memoria permanente. Se trata de dos comportamientos inesperados seguidos por otras reacciones posteriores del robot perfectamente normales. Sorprendidos están los científicos de la NASA y no es para menos.

Que se hayan escrito miles de libros sobre la rebelión de las máquinas hace que esta negativa del robot a cumplir, no una sino varias órdenes perfectamente determinadas en su software, cobre mayor interés y produzca desconcierto cuando no estupor en la comunidad científica y curiosidad y extrañeza entre los ciudadanos interesados en la investigación espacial.

En declaraciones de un científico de la NASA se aventura la hipótesis de que pueda tratarse de una decisión del robot porque no estaba listo para moverse, o que los efectos transitorios de los rayos cósmicos le hayan provocado una perturbación electrónica.

Los científicos de la NASA están a la espera de un diagnóstico completo de la situación para pronunciarse al respecto.

Es propio de una película de ciencia ficción pero en tiempo real y aquí mismo. La información que la NASA facilite los próximos días nos dirá si se trata de un globo sonda o de un tráiler de Independence Day.

¿O tal vez el robot Spirit haya tenido otras razones que los humanos desconocemos? O al menos la mayoría de los humanos...