
Quiero decir quién soy para que tú me respondas quién eres. Hay alguien en el universo que espera que yo diga este nombre como una consigna para abrirme la puerta. Estoy formado de un barro antiguo, de un pulso urgente y de un resplandor lejano. León Felipe
Y cerró el libro. Había dado con la contraseña perfecta y quiso ponerla a prueba. Vocalizó por segunda vez su palabra mágica no sin antes tomar precauciones de relojero. El sonido secreto quedó suspendido en el aire como un objeto sólido. Su eco abrió la roca y de ella manó un agua extrañamente límpida que corría manantial abajo dejando un sedimento de hilo de oro. Le seguía sorprendiendo esa capacidad oculta que había salido a la luz de manera fortuita. Y los árboles reían por el roce mágico de sus ramas y los pájaros mecían a la aurora con gorjeos de ensueño. Podía convertir cada cosa en otro objeto a voluntad. O al menos eso creía él…
Contuvo la respiración. Giró la vista de izquierda a derecha y una ráfaga de arco iris pasó veloz por sobre la trayectoria de sus ojos. Frente a sí se desplegaban destellos de mundos ignotos o ya olvidados apenas trascendía los sentidos. Pero ya no supo si el milagro ocurría cada vez que acertaba a pronunciar la palabra secreta o era ésta quien movía sus labios hasta hacerlos articular su nombre auténtico.