06 septiembre 2025

La última luz de septiembre


 ¿De qué están hechas las despedidas? ¿De humo, de ceniza, de palabras que no sabemos dónde colocar? ¿O tal vez de la piel fría de un agua que ya no invita a bañarse?

Septiembre llega como un cuchillo envuelto en terciopelo. Corta sin herir, pero deja la marca. En la orilla, el verano se retira con esa manera suya de fingir que aún vive (un calor retrasado, una fruta madura que se empeña en seguir dulce), mientras las calles se llenan de pasos más apresurados, agendas abiertas, promesas que parecen escritas en servilletas húmedas.

El aire trae un olor distinto: ni del todo limpio ni del todo gastado. Es un aire de tránsito, de pasillo. Como si el mundo entero se mudara de casa. En los parques, las hojas empiezan a ensayar su caída con la torpeza de quien quiere danzar y aún no sabe cómo.

Y sin embargo… algo comienza. Siempre algo comienza.

Un ciclo nuevo, aunque se esconda bajo la máscara de lo viejo. Una partida que se baraja otra vez, incluso para el que juró no jugar más. Septiembre, con su luz quebradiza, no pregunta si estamos listos: simplemente abre la puerta.

Me acuerdo de esa canción que habla de ciervos, de escopetas, de amantes que se preparan para la niebla que escribiera Manuel Vicent y canta de forma magistral Amancio Prada. Y pienso que septiembre es exactamente eso: la veda y el deseo, la herida y la caricia, la amenaza y el milagro. Todo al mismo tiempo, en un mismo aire.

En la ciudad, los niños estrenan mochilas como si estrenaran piel. En los campos, las nubes bajan despacio, como animales cansados. En mi pecho, una duda: ¿qué dejo atrás, qué recojo, qué siembro de nuevo?

Tal vez el secreto esté en aceptar la contradicción. Caminar ligero sabiendo que cada paso lleva una sombra. Amar sabiendo que se acerca la niebla. Preparar la risa mientras alguien afila su cuchillo. Y aun así, sobre todo así, encender una vela en la ventana.

Porque septiembre, aunque duela, siempre guarda un as de trébol en el bolsillo.

Y ahora te pregunto a ti, lector: ¿te atreves a buscarlo? ¿Te atreves a encontrar, en la última claridad de este mes, una promesa que no caduca, un pequeño milagro tuyo y solo tuyo?



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