06 octubre 2009

El sello de Salomón V


Las palabras del inspector me preocuparon porque esa nota con mis datos me colocaba en una situación comprometida. El inspector percibió mi nerviosismo.

- De acuerdo al procedimiento habitual, -empezó a hablar pausadamente- hemos hecho las averiguaciones pertinente y no hay nexo alguno entre ustedes dos, cosa que por otra parte he comprobado nada más conocerle: usted no tiene nada que ver con el caso. Esta vez no sonreía. El muerto era un gestor inmobiliario de vacaciones y llegó de visita a la catedral unas horas antes que usted. Eso es todo lo que sabemos. Si necesitara algo más le buscaría. ¿Hasta cuando piensa seguir por tierras burgalesas?

- Había pensado permanecer como cosa de una semana, pero a la vista de los acontecimientos no sé qué decirle.

Estaba el inspector junto a la puerta cuando se giró y preguntó como al acaso:

- Por cierto, usted que está familiarizado con temas raros sabrá decirme. Pulula por ahí un grupúsculo cuyos miembros se hacen llamar “navegantes de la penumbra”. ¿Sabe algo de ellos?

- Pues, no; no los he oído nombrar nunca, mentí para no meterme en otro charco.

- Vale, pues que le vaya bien, dijo y sonrió con un sedimento de escepticismo que yo había visto tantas veces en las películas. Luego dudó un momento y volvió a la carga. Y una opinión personal sobre el significado de las piedras. ¿No le parece que el libro de la vida es lo suficientemente obvio como para tener que adivinar segundas y terceras lecturas sobre una estatua o una pintura? No me haga caso: cada uno ocupa su tiempo como quiere.

- ¿Qué le parece la viveza pintada por el amanecer en el lienzo del horizonte? Contesté por peteneras. Permítame ahora otra pregunta, acerté a decir. Tengo curiosidad por conocer el motivo por el cual me ha descartado como sospechoso.

- Esbozó una sonrisa condescendiente y dijo: no veo huella alguna de cadáver ni en sus ojos ni en su rostro; eso es todo. Y como leyera en mi cara la sorpresa, añadió: matar a alguien de manera consciente no es cualquier cosa; he visto la muerte reflejada en el rostro de un asesino convertirse en una sombra que le ha de acompañar por los restos. No es como en las películas. Pero hay que saber leer con indiferencia cada rostro. Ya conoce el refrán: la cara es el espejo del alma. Pues todavía más: la cara es la parte visible y palpable del alma. Si usted conoce a un homicida de cerca tal vez le busque mil explicaciones a su mirada huidiza, a su comportamiento esquivo y a esa cara que grita “yo he sido”. Antes que convencerse de estar ante un asesino usted pensará muchas otras cosas. Yo leo directamente las secuelas dejadas en el rostro del criminal por tan terrible acto como surge el relieve bajo el dedo del ciego. El problema de la policía no es encontrar al asesino sino reunir las pruebas suficientes que le incriminen de manera indubitable ante un tribunal.

- O sea que yo soy como un libro abierto para usted, aventuré y noté que mi sonrisa era más relajada.

- Ese es su punto fuerte y a la vez su punto débil, porque también hay sombras que pululan por ahí y que buscan algún “risa fácil” a quien helarle la mirada, dijo y ahora era él quien se reía abiertamente. Pero de eso tal vez usted pueda darme lecciones a mi. Aquí el que no corre, vuela. Ahora sí debo irme. Y se fue.

Examiné las palabras del inspector mientras se alejaba: para percibir la realidad correctamente a veces hay que parecer insensible. Dando un rodeo me llegué a la plaza del rey San Fernando para enfilar escalinatas arriba hacia la entrada al templo esta vez por la puerta del Sarmental, ante la mirada atenta del pantocrátor, los evangelistas y los ancianos del Apocalipsis, amén de otros personajes bíblicos que desde el tímpano y el resto de la fachada dan la bienvenida a los visitantes y peregrinos.

Después me dirigí a la capilla de la Visitación y no pude apartar mis pensamientos de las alusiones del inspector a “los navegantes de la penumbra”. Como es arriba es abajo; de igual modo que hay gente que busca desentrañar los símbolos con la vista puesta en una mejora personal, e incluso colectiva, también hay otros del llamado lado oscuro que intentan desbaratar todo intento de superación y de ayuda al prójimo. “Los navegantes de la penumbra”, si mis informaciones no están equivocadas, conforman una camarilla que pertenece a los amigos de lo oscuro. Nada importante; al menos eso creía yo. Portan un tatuaje en la espalda a la altura del hombro con su enseña distintiva: la flor de la jara negra que sorprendentemente, o no tanto, es blanca.

Ahora es un arco situado frente a la puerta del claustro el que comunica con la capilla de la Visitación si no es porque el paso está impedido por una gran reja. Sorprendo a dos personas que me observan desde detrás del túmulo de piedra que está situado en el centro de la capilla. Me detengo. Alguien pronuncia mi nombre a mi espalda. Es el deán que parece estar al tanto de todos los movimientos y me invita a seguirle para quitarme de en medio.

-¿Qué pasa? Pregunto.

- Esos dos hacía tiempo que no aparecían por aquí. Tuvimos que prohibirles la entrada porque venían a quitarnos el agua bendita de las pilas, según se decía, para sus rituales de magia negra y yo sospecho que para algo peor. Vamos a dar una vuelta.

Tal vez será mejor que vuelva a Alicante, pienso para mis adentros.

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13 comentarios:

M. Angel dijo...

Hola Prometeo, decir que es fabuloso tu escrito e intrigante. De verdad enganchas al lector y haces espere con impaciencia nuevo capitulo.

Me recuerda aquellas novelas que antaño daban por la radio y tenían a medio pueblo esperando nueva emisión

Saludos sinceros

alba* dijo...

Buenos días, señor náufrago.

Sigo enganchadísima. Además me tiene muerta de la curiosidad por saber cómo va a terminar esto.

Encima parece todo tan normal, pero al mismo tiempo y de vez en cuando aparece algún detalle que hace sospechar que sucede algo que no se ve que estoy esperando el desenlace impaciente, Prometeo.



Cariños

Ana Azul dijo...

Un escrito muy interesante, me esta gustando.
Ana

Prometeo dijo...

Muchas gracias M. Angel.

Un abrazo

Prometeo dijo...

Hola Alba*. Una historia es una historia y podemos llegar al desenlace cuando queramos. Es lo que tiene Internet que no soportamos bien una historia extensa. Llegar al desenlace quiere decir que se acaba la historia. En la vida solemos hacer algo así: que venga el desenlace, decimos, pero el único desenlace completo es la muerte pero nadie quiere morirse, al menos hasta haber vivido muchos años. Algo así ocurre aquí.

Besos.

Circe La Hechicera dijo...

Hola!! te sigo leyendo, y sigo capturada por la historia...hasta la próxima entrega!!!! abrazosss

Lucía dijo...

"he visto la muerte reflejada en el rostro de un asesino convertirse en una sombra que le ha de acompañar por los restos". Matar a alguien debe de dejar una huella profunda en el alma, ojalá pudiera exteriorizarse y así facilitar las tareas de investigación, como sucede en tu historia.
Un saludo!

Leni dijo...

No se te ocurra irte a Alicante ahora...
jejeje...

Prometeo ese deán es un crak,
un libro de sabiduría.
La cara ,dicen,es el espejo del alma.
Espero que tu espejo siempre sea tan claro como lo fué para él.

Que guión¡¡¡


Beso

Prometeo dijo...

Hola Circe La Hechicera. Muchas gracias, me alegro que te guste.

Besos.

Prometeo dijo...

Buenos días,Lucía. Así es como dices.

Un saludo.

Prometeo dijo...

Gracias Leni. No me piro, me esperaré un poco más a ver qué se le ocurre al dichoso deán. ¿Sabes qué pasa? no me gusta que todo gire en torno a un protagonista "suertudo y sabelotodo", lo que ocurre es que algunos secundarios al final se te suben a la chepa. jajaja

En un relato corto http://andanzasn.blogspot.com/2005/11/el-hombre-y-el-perro.html hombre y perro comparten protagonismo al 50%. ¿O es el perro el que al final lleva el peso de "la manada"?

Beso

ana dijo...

Bufffff pues ahora sí, ahora me toca esperar. Aunque lo de que la cara refleja el alma, no se yo, si fuera tan fácil....

Un besito y me pongo a la espera.

Anónimo dijo...

Prometeo
que buen relato, lo he leído de seguido en unos minutos y ys espero por lo demás.
un abrazo