Andanzas de un Náufrago
Literatura. Actualidad. Relatos. Lugares mágicos.
21 mayo 2025
El tiempo, una cuestión inacabada
11 mayo 2025
Puebla Marina XIII: el umbral de las campanas lentas
¿Alguna vez has sentido que el tiempo se detiene justo antes de que ocurra algo importante, como si el universo mismo contuviera el aliento?
Aquel amanecer en Puebla Marina llegó con un silencio que no era ausencia de ruido, sino presencia de algo más hondo. El cielo aún no se había decidido entre el azul y el ámbar, y en ese lapso flotaban las campanas de la ermita, que sonaban como si vinieran de otro siglo, o de otro corazón.
La bruma -esa vieja narradora que no necesita palabras- descendía por las callejuelas como una promesa incumplida. La plaza aún dormía, pero en la herrería de Julián una luz temblorosa luchaba por imponerse. Dicen que esa mañana forjaba algo distinto: no era una aldaba, ni una bisagra, sino una llave. Nadie sabía aún qué abriría. Ni él mismo.
Fue entonces cuando apareció la niña. No era de allí, pero tampoco parecía forastera. Tenía el cabello como el musgo viejo y los ojos como el mar antes de la tormenta. Nadie recordaba haberla visto entrar, y sin embargo caminaba con la soltura de quien conoce las sombras de los tejados y el crujir de cada adoquín. Se detuvo justo en medio de la plaza, alzó la vista hacia la torre de la iglesia y, sin decir palabra, colocó una piedra blanca sobre la fuente.
Una sola piedra. Lisa. Pulida. Casi lunar.
Quienes la vieron —pocos y callados como siempre en Puebla Marina— aseguraban que la niña susurró algo, pero nadie pudo precisar si lo hizo en voz alta o si fue el pensamiento de cada uno lo que la tradujo.
Después, desapareció. Nadie la vio marcharse. Nadie supo su nombre.
Y, sin embargo, desde aquel día, las campanas suenan más lentas.
Hay quien dice que Puebla Marina tiene un corazón enterrado en algún lugar del pueblo, y que late cuando alguien ha de despertar del todo. Que la piedra blanca es una señal, un recordatorio para aquellos que aún creen en la música del misterio. Que no todo se mide en horas, sino en umbrales.
Desde entonces, cada madrugada, algunos insisten en escuchar. Por si acaso. Por si la niña regresa. Por si alguien encuentra la cerradura que aguarda la llave de Julián. O por si, simplemente, el silencio vuelve a hablar.
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24 abril 2025
Sandra
22 abril 2025
El camino de la vida
Es curioso cómo los senderos se bifurcan en la vida, unas veces de forma previsible, otras de manera inesperada, casi como si el destino jugase a sorprendernos. Este "Camino de la vida" no pretende ser un mapa cerrado, sino más bien una invitación a caminar con los ojos bien abiertos, con el corazón dispuesto a asombrarse y con la mente abierta a los aprendizajes que cada recodo nos ofrece.
Desde pequeños nos enseñan a avanzar por rutas ya trazadas: estudiar, trabajar, formar una familia... Sin embargo, hay quienes se atreven a desandar los caminos establecidos para crear el suyo propio. Estos valientes descubren que el verdadero viaje no consiste en llegar rápido, sino en detenerse cuando es necesario, contemplar el paisaje, y a veces, incluso retroceder para coger impulso.
El camino de la vida está lleno de encuentros. Algunos pasajeros, otros que se quedan para siempre en nuestras mochilas emocionales. Son esos compañeros de ruta quienes nos aportan perspectivas nuevas, nos enseñan a mirar desde otros ángulos y nos acompañan en las travesías más inciertas.
No faltan tampoco las piedras en el camino. Tropiezos que duelen, que nos hacen cuestionar si estamos en la senda correcta. Pero incluso esas dificultades, si las miramos con sabiduría, se convierten en maestros silenciosos que nos enseñan a levantar la vista y seguir adelante con paso más firme.
Por eso, este camino no se recorre con un calendario en la mano, sino con brújula interna. Es un sendero donde cada uno marca su ritmo, elige sus pausas, celebra sus logros y aprende de sus caídas. Donde la meta no está al final, sino en cada paso que damos con conciencia y plenitud.
Así que, al caminar por la vida, no olvides mirar alrededor, agradecer por cada jornada y, sobre todo, disfrutar del viaje. Porque al final, cuando miremos atrás, descubriremos que el verdadero destino no era un lugar, sino las huellas que dejamos en cada tramo recorrido.
"Todos nacemos en la orilla del misterio…"
"…y nadie ve el sendero hasta que decide avanzar."
"Cada paso que das… dibuja tu destino."
"Camina… y el universo caminará contigo."
"El camino de la vida no se ve. Se construye."
06 abril 2025
El escondrijo de las preguntas olvidadas
Hay un rincón, un repliegue secreto del alma, donde guardamos las preguntas que no sabemos responder. Las dejamos allí, como quien esconde una carta sin abrir, temiendo que las palabras que contenga puedan cambiarnos irremediablemente.
A veces lo sospechamos: es una esquina polvorienta de nuestras esperanzas, una grieta en la costumbre. Pero evitamos mirarla de frente, como si contemplar esa pequeña fractura fuese a desatar un alud de certezas incómodas.
La vida, mientras tanto, sigue su curso como un río que parece apacible en la superficie, pero que arrastra remolinos invisibles en el fondo. Y nosotros nos dejamos llevar, tal vez por miedo a zambullirnos en esas aguas inciertas donde flotan los sueños ahogados de otros tiempos.
Hoy he querido detenerme, y te invito a hacerlo también. A preguntarnos qué escondemos allí, en ese escondrijo al que casi nunca nos asomamos.
Quizá es un viejo proyecto, un deseo postergado, una llamada interior que silenciamos cada día con el ruido de las urgencias cotidianas.
Lo curioso es que, cuanto más ignoramos esas llamadas, más fuerza parecen cobrar en la penumbra. Hasta que una mañana cualquiera —como podría ser esta— nos despiertan con un susurro imperceptible pero tozudo: ¿Y si lo intentaras al menos una vez más?
No te propongo una revolución ni un salto al vacío, no. Te propongo un gesto sencillo pero poderoso: rescata una de esas preguntas olvidadas. Solo una. Sácala al sol. Dale una oportunidad de respirar aire limpio. Escríbela, dibújala, murmúrasela al viento. Hazla visible.
Y, si te atreves, cuéntamela. Porque tal vez, solo tal vez, descubras que en compañía es más fácil descifrar los enigmas que nos mantenían cautivos.
#AndanzasDeUnNáufrago #Reflexiones #PreguntasOlvidadas #ViajeInterior #RetoPersonal #Náufrago
03 abril 2025
Puebla Marina XII: el enigma de la brújula dorada
30 marzo 2025
El vuelo del águila (IV)
El cielo no siempre está despejado. A veces se torna de un gris pesado, como si llevara siglos suspendido sobre las alas del tiempo. El águila, en lo alto de una cornisa que desafía al abismo, entrecierra los ojos y deja que el viento le hable en su lengua de corrientes y presentimientos.
No tiene prisa. Nunca la tuvo. Sabe que en la espera también se aprende a volar.
Bajo ella, el mundo gira con su ruido de relojes y hombres, de metas sin alma y palabras huecas. Ella observa. Escucha. Percibe. No es su momento aún, pero lo será. Porque siempre llega.
El águila no huye de las tormentas. No baja al valle para buscar abrigo entre ramas ajenas. Ella se queda. Quietud poderosa, firmeza que no necesita gritar. Espera a que el viento cambie, a que la nube se deshaga, a que el trueno se canse de asustar.
Entonces, sin anunciarse, se lanza.
El aire, al encontrarla, se estremece. La corriente la reconoce como su igual y la alza sin esfuerzo. Y ella, con las alas abiertas como puertas al infinito, atraviesa la espesura de las alturas. No vuela para huir. Vuela porque ha nacido para hacerlo.
Y en ese vuelo —que no es huida ni destino, sino puro presente— se revela la verdad de su esencia: no hay cima ni fondo cuando se ha conquistado el cielo interior.
A lo lejos, los que no comprenden la miran con admiración callada. No saben que ella también dudó, también tembló. No vieron las noches de vigilia, los silencios como nidos vacíos, los días sin vuelo. Solo ven ahora la figura majestuosa que surca el azul como si no conociera otra forma de vivir.
Pero el águila sí lo sabe. Y por eso su vuelo es tan alto. Porque ha caído, ha esperado… y ha vuelto a elegir el cielo.
El tiempo, una cuestión inacabada
Hay cosas que parecen sencillas hasta que uno se detiene a pensarlas. El tiempo, por ejemplo. Se lo suele imaginar como una línea —una recta...

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Afónico de amarte no llegan mis caricias a tu boca. Tú te estremeces como palabras sueltas que buscan acunarse junto a otras, (frent...
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