05 julio 2008

De cintura para abajo


Coincídí hace meses en un encuentro literario con un escritor argentino. A cada instante utilizaba la expresión gran pavada, como tantos argentinos la usan, siempre que quería referirse a lo que por otros pagos, y también por estos, se entiende por una chorrada (en versión libre), algo nimio, un pluf.

Imagina, querido escritor de allende los mares, y tú, escriba del lado de acá, por un momento y como hipótesis de trabajo, que un avezado lector descubre un día que la mayoría de las ingentes ideas acumuladas en montañas de papel de la mano de escritores de todos los tiempos no sean más que una gran pavada. En el mejor de los casos una terapia peligrosa.

¿Y por qué? Y sigo soltando cuerda a la cometa. Suponga usted (me pongo más circunspecto) que el hombre, todo ser humano, que tantas veces ha dado hiel, produjera un buen día miel. Y que al libar de esa miel analizáramos todas las obras maestras en la que sus autores se han explayado en mostrarnos las pasiones, las luces y las sombras del homo sapiens común y corriente, es decir, del productor de hiel.

Y sigo tirando del hilo si no se me marea mucho la hipótesis. Supongamos que en el homo hubiera (llamémosle) más registros inexplorados todavía y uno de esos registros reflejara a un ser humano más completo, hecho de un barro más cocido y por lo tanto con más posibilidades inéditas hasta la fecha. Puestos ya: ¿y si en el hombre existiera la potencialidad de producirse un salto cualitativo similar al ocurrido con la aparición del raciocinio? Rozamos la ciencia ficción y saltan chispas.

Si así fuera, ¿qué haríamos los escritores hurgando en la infancia de la especie? ¿No sería más provechoso darse a experimentar con el ser humano adulto hecho y derecho con sus múltiples potencialidades en vez de enrocarse en la inmundicia como cochino en el lodo? ¿O seguimos como contables rutinarios clasificando rarezas para el Gran Inventario?

En la solapa de tantos libros se pueden leer cosas parecidas a lo que sigue: he aquí a un gran autor contemporáneo que ha sabido ahondar como pocos en lo más profundo del alma humana, bla, bla, bla. Y lo más profundo son bajezas, odios, desamores, miserias, etc.


Por si alguien piensa que el verano no me sienta bien argüiré sobre lo dicho aquí (en esbozo apresurado), que también cabe la posibilidad, como decía el amigo argentino, de que no sea más que una gran pavada, riesgos colaterales de disparar con la pluma.

Saludos y felices vacaciones

1 comentario:

Anónimo dijo...

Efectivamente, sólo de lo negado canta el hombre. Tú hablas de un bien deseable. Pero lo que hay es que la escritura es el registro de todos los ¡ays! del ser humano desde la noche de los tiempos.

Un abrazo

Un madrileño que te sigue

Vicente