Hay personas que entran en tu vida con la delicadeza de una canción antigua. No hacen ruido, no buscan protagonismo, no se imponen. Llegan, simplemente. Y cuando te das cuenta, ya están ahí, en tu historia, como una página escrita con tinta indeleble.
Sandra es así.
Una de esas personas que no necesitan levantar la voz para que el mundo escuche. Que abraza con los ojos, que sostiene con la palabra justa, que está incluso cuando no puede estar.
Hace un tiempo, el destino -caprichoso, cruel a veces- decidió tatuarle una enfermedad. Una de esas que no se pronuncian fácilmente, porque duelen, porque parecen querer ponerle fecha de caducidad a todo.
Pero ella… ella no se rindió. La enfermedad no la definió. La desafió.
Y entonces fue cuando la vi más viva que nunca.
Su risa -esa risa suya que suena como campanillas entre los árboles- siguió escapando entre las grietas del dolor. Sus ojos, aun cansados, siguieron buscando belleza en los lugares más pequeños: en una taza de té compartida, en un mensaje inesperado, en la voz de un amigo que llama solo para decir: “Estoy contigo”.
La he visto sostener su mundo con manos temblorosas pero firmes. La he visto caerse y levantarse. La he escuchado hablar de su miedo con una honestidad que rompe y sana al mismo tiempo. Y la he admirado, profundamente, sin saber muy bien cómo decírselo sin que parezca que la estoy despidiendo.
Porque no lo estoy. No quiero. No puedo.
Esto no es un adiós.
Esto es un gracias.
Gracias por enseñarme que la vida no se mide en años, sino en instantes compartidos. Que el coraje no siempre grita, a veces simplemente respira. Que el amor -el verdadero amor entre amigos- es ese que no huye, que no pide explicaciones, que se queda. Incluso cuando no entiende. Incluso cuando duele.
Si estás leyendo esto, amiga mía, solo quiero que sepas que te llevo conmigo. Que hay una parte de mí que se parece a ti desde que te conocí. Que, si un día, tus fuerzas flaquean, yo recordaré por ti todas las veces que fuiste faro para los demás.
Porque lo sigues siendo. Porque lo serás siempre.
Aquí estoy. Contigo. Para lo que venga. Hasta donde tú quieras. Hasta donde tú puedas.
Con todo mi amor, José María
2 comentarios:
Gracias, Gracias y mil gracias más… por personas como tú, mi vida tiene un poco más de sentido en estos momentos. Gracias por ser mi profesor, mi mentor, mi guía, mi héroe en muchísimos momentos y sobre todo, mi amigo. Ojalá todo el mundo tuviese la suerte de tener a un amigo como tú para que en los momentos más oscuros, encuentre un rayito de luz que le empuje a seguir un poquito más, yo tengo la suerte de tenerte, soy muy afortunada, aun estando tan enferma que a veces me cueste entender la vida pero supongo que la vida es esto, las personas que se cruzan en tu camino y hacen que la tenga algo de sentido y merezca la pena seguir aun aquí. Te adoro José María! Mil gracias por estas palabras que me llegan al alma!!
Gracias, Sandra; y disculpa, siempre he tenido los comentarios abiertos a cualquier aportación pero ahora los tenía restringidos hasta ahora mismo que me acabo de dar cuenta de que no los tenía como yo siempre he querido. Un abrazo, amiga y que te recuperes muy pronto
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