25 mayo 2008

Diario de un náufrago II



Primer día tras el naufragio

Amaneció mi primer día en la isla envuelto en una fenomenal tormenta. Vientos impetuosos movían de un lado a otro de la arena los restos del naufragio que rodaban esparcidos por la playa entre el eco sordo de unas turbulencias que amenazaban con destrozarlo todo. Instintivamente fui a guarecerme a una cueva que el tiempo había excavado en una roca cercana lo que resultó una bendición a tenor de lo devastador del fenómeno que se sucedió después.


Las paredes húmedas de la oquedad amortiguaban el ulular del viento y conferían a aquel espacio en penumbra la categoría de un hogar en medio del inhóspito océano. La pulsación de unas gotas que caían a intervalos más o menos fijos en algún punto todavía indeterminado de la cueva era como el reflejo agónico de mi desventura.

Un grito desgarrador, como el que produce una voz que pide ayuda en medio de una tormenta, se escuchó de pronto y rebotó por toda la isla. Entre las ráfagas de lluvia y viento alcancé a ver en la lejanía un bulto que se movía de aquí para allá, brazos en alto con gran profusión de voces. El hecho de no estar solo en una isla que presumía solitaria y dejada de la mano de Dios me produjo un extraño regusto de frustración. ¿Estaría sufriendo los efectos de un espejismo?

Es verdad que en Puebla Marina, la tierra que me viera nacer hacía ya tanto tiempo, se hablaba a menudo de los espejismos que les sobrevienen a los sedientos en los desiertos así como a los marineros en sus navegaciones por junto a ignotas islas. Unos y otros creen ver agua o preciosas mujeres que llaman la atención de los sedientos o de marineros extraviado por la humedad los unos y por los gritos seductores desde la costa, los otros. Yo mismo había sufrido en propia carne cuando era niño las miserias de la imaginación. Por lo menos durante una docena de veces sucumbí al embeleso del espejismo que me hacía ver en la lejanía, a mi padre que venía a asistirme con agua y comida cuando ya no podía aguantar más, sobre todo a causa de la tremenda intensidad de la sed.

Sucedía siempre del mismo modo: primero aparecía mi padre a una distancia como de un kilómetro, entre el tintineo que producían los cencerros de las mulas que tiraban del carro. Después se acercaban entre brumas, y cuando estaban a una distancia como de unos veinte metros yo corría veloz a esconderme. Y también el mismo desenlace se repetía cada vez: tras unos minutos de espera, suficientes como para que mi padre llegara hasta mi, volvía sobre mis pasos y en ese preciso momento se esfumaba la magia y me sentía burlado: allí no había nadie. Todo aquel proceso no era más que un espejismo varias veces repetido, que terminaba por revelarme la frustrante realidad.

Hasta un día en que actué de forma diferente y me quedé embobado sin parpadear mientras se acercaba mi padre, porque según mi experiencia, tan pronto dejara de tenerlo a la vista desaparecería como jalado por una exhalación. Cuando los tuve a unos diez metros, me retiré con disimulo de su vista convencido como estaba de que esa vez no podía ser espejismo sino realidad de verdadera sin sombra de encantamiento. ¿Hasta cuántos metros habría aguantado el espejismo sin desbaratarse ante mis ojos? Esa duda todavía hoy me corroe.

En estos pensamientos entretenía mi zozobra mientras observaba el devenir de la tormenta, los estragos causados por el viento y lo que me pareció como unas voces que pedían auxilio desde algún remoto lugar de la playa. Como la tormenta no amainara, asomé mi cuerpo y lo expuse a la inclemencia del viento y la lluvia con el objeto de comprobar si mis primeras percepciones sobre posibles habitantes de la isla eran o no fundadas. Y lo que vi me llenó de asombro.

23 mayo 2008

Alma de blog I


Escribir para un blog es una afición divertida y una gratificante ocupación del tiempo de ocio, pero comporta algunos riesgos. Mantener un blog tiene sus ventajas y sus inconvenientes porque la crítica no perdona.

No es lo mismo un periodista que, por profesión, se dedica a escribir allí donde le pagan, que un médico que deja volar su imaginación y lanza al aire las palabras según se le ocurren entre exploración y diagnóstico. El periodista tiene en el idioma su herramienta principal, mientras que para el médico la herramienta principal es bien otra.

Esa es una de las limitaciones de un blog, escribir mientras cruzas la calle de la vida como un simple peatón no acostumbrado a pilotar un fórmula uno.

Otra limitación es la prisa. Uno tiene sus ocupaciones que le roban gran parte del tiempo y, además, quiere expresar sus vivencias sobre la actualidad que, por definición, corre tan veloz. Límites a la creatividad, por lo tanto; depurar un texto requiere tiempo y dedicación exclusiva.

Pero hay más obstáculos para poder explayarse en un blog: no contar con la suficiente capacidad de abstracción de los problemas cotidianos propios de la ocupación de cada uno que te permita disfrutar del ambiente propicio para pergeñar algo interesante.

Excusas. Y es que esta semana apenas he tenido un minuto libre para escribir en mi blog y luego los amigos me lo echan en cara...

Alma de blog: cuerno de toro, casco de caballo.

18 mayo 2008

Para Elizabeth

Hyde park


Para Elizabeth, Isabella, Isabelle, Isis bella, Isabel
Que hoy, en Varsovia, cumple años

Soneto

No has de llorar porque el dolor te acalle,
ni has de reír porque la risa austera
te haga pensar que llanto es como fiera
y risa, pura esquirla de tu talle.

No has de mirar al fondo de tu calle,
ni entristecer si llega primavera
que lágrimas y risas del que espera
son cual los arreboles en el valle.

Porque tu voz aguarda, vida mía,
en el soto feraz de la mañana,
el abrazo del sol de mediodía.

No demudes tu rostro, afortunada,
Belleza escribirá tu biografía
y esplenderá tu voz en la alborada.

18/05/08




* Otro soneto

13 mayo 2008

Sueños...

Prosa poética


Foto de Alejandro Castedo Domínguez: http://acastedo.wordpress.com/

Has cogido tu cuaderno dispuesta a escribir aquella historia que te parecía tan bella.

Primero, recordando a Juan Salvador Gaviota, has dejado volar la imaginación muy alto. Ya casi sientes la caricia del viento en tu cara cansada. Tu pelo suelto semeja volutas y, a lo lejos, columbras unos puntos pequeños en movimiento, pajarillos moviéndose en círculo. Tú sólo sientes y naufragas veloz en descenso hasta casi precipitarte en el suelo para, poco más tarde, elevarte majestuosa hasta el infinito.



Después has viajado en un viejo tren, de noche. Su traqueteo rasga el silencio de la estación que te trae recuerdos de ayer, cuando tú sentías la necesidad de ser libre y huir buscando no sabías bien qué, pero a ti te parecía que hallarías el paraíso.


La rueda del tiempo en tu cabeza: las diez y cuarto en la cama, agotada por el deporte y los estudios y, de pronto como cada noche, el monótono traqueteo del tren llenando el valle. Y tú te querías ir con él. El estrepitoso pitido del tren; el acompasado in crescendo del tren; el humo, vomitado violentamente, elevándose en espiral, del tren.


Hoy has vagado con paso muy quedo por las afueras de tu pueblo donde se oye, de vez en cuando, un murmullo lejano que no puedes precisar, el canto de un pájaro o de mil, la risa de unos niños que juegan. Y, a veces, también has oído salir de la cima de la montaña un sonido fuerte como un torrente de música melodiosa. Allí estabas tú, repicar de tambores y viento que lo acaricia todo. El viento en espiral.



Poco a poco, el sol aparece a lo lejos lenta y suavemente inundando tus pupilas de un color rojizo. La frescura de la noche deja paso a una tibieza leve. Escuchas el sonido calmado del mar. En tus oídos, una suave sinfonía multicolor ¿Como un murmullo? ¿Como una voz en la madrugada? Es la aurora que se retira mientras musita algo a tu oído.


Observas las barquichuelas, manchas en el horizonte, desplazarse perezosamente hacia el sur. Tus pasos te conducen junto al agua por una playa sin huellas, solitaria y tranquila. Es la brisa quien te susurra ahora.

Una rama escondida en la arena se clava en tu pie y una hilera de sangre es arrebatada por el mar y se funde con sus aguas. Mil gaviotas te acompañan mientras el sol lo inunda ya todo. ¿Volar es llorar?



Junto a la orilla presagias otras pisadas perdidas en dirección al mar. Una estela brumosa te señala el camino seguido antes de que el zarpazo repentino de una ola la difumine. Y tus ojos comprimen la lágrima que está para brotar.




Vuelves sobre tus pasos pero las señales que dejaste se borraron también. Ya no sabes qué camino seguir y deambulas sin rumbo esperando una señal. Una gaviota, cabalgando sobre tu tristeza, evoluciona en el cielo y cae en picado.


Y te ves, volando en sus alas, juguetear con las olas, viento húmedo del mar. (Siempre pensaste que las olas son las alas del mar cuando está enfadado y pretende extender su playa más abajo).


Tu rostro vuelve a acusar el castigo cariñoso del viento que te golpetea a ráfagas.

El revolotear de las aves te trae recuerdos de tu niñez. Mil añoranzas se agolpan en tu mente pugnando por salir pero no puedes ordenarlas convenientemente. Ya casi te rindes, oteas el horizonte y contemplas el papel inmaculado.


Hay mil juegos esperándote en tu niñez. Tus amigas, los árboles, las piedras, la nieve, el frío; los lugares que anduviste tantas veces te conocen desde siempre y están impregnados de ti, como un sacramento.

Los caminos que transitas, los sueños que imaginas, los recuerdos evocados, el mar en que naufragas, la barca varada en una playa desierta, el cuaderno en que deseas vaciarte con avidez, el viento, el mar, el sol, la libertad y tú...


Quieres contar y sólo sabes sentir. Abandonas la pluma y tus ojos errantes tropiezan con la caracola que te regalé. En la caracola, está todo. En la caracola, el mar.



Uno de los primeros textos escritos por Prometeo hace ya años…


10 mayo 2008

A ras de Duero... y IV

Apuntes nostálgicos del cuaderno de viajes de un náufrago. ( y IV)

El Burgo de Osma es una ciudad monumental. Dicen sus guías de viajes que “el Burgo de Osma es la culminación de un proceso de asentamientos humanos que tienen su origen en Uxama, ciudad arévaca y luego romana, que fue la base para la fundación de Osma, en el margen derecho del río Ucero, al pie del cerro que sirvió de emplazamiento a la ciudad matriz. Tras los avatares de los siglos X y XI se formó un barrio (burgo) que fue acrecentándose paulatinamente, consiguió entidad jurídica y se convirtió en una población más importante que la ciudad de Osma. De esta forma, el burgo de Osma pasó a ser El Burgo de Osma”. (Jesús Alonso Romero).

El Burgo de Osma, calle principal peatonal

El Burgo de Osma (uxama – oxoma). Su símbolo más emblemático, la Catedral.




Catedral gótica del Burgo de Osma, ciudad monumental.


Soportales, frente a la catedral


Antigua entrada amurallada a El Burgo de Osma

Puente, muralla y catedral de El Burgo de Osma


Palacio e Iglesia en el pueblecito de Brias (Berlanga de Duero), al atardecer
Otro rincón incomparable de las tierras sorianas, remanso de paz, con sólo 15 habitantes en invierno…



Epílogo:

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!

Don Antonio Machado, naturalmente.













Alameda Cervantes, Soria









08 mayo 2008

A ras de Duero III

Apuntes nostálgicos del cuaderno de viajes de un náufrago. (III)

En mi periplo soriano ocupa un lugar principal la ruta de los castillos. Entre todos ellos sobresale de manera destacada la fortaleza califal de Gormaz, la más grande de Europa en su género. Erigida a mediados del siglo X., con sus 1.200 metros de muralla reforzada con 28 torres para la defensa. La fortaleza toda es visible a decenas de kilómetros de distancia. Teatro de batallas épicas. Sobre la margen derecha del Duero, se yergue espléndida la fortaleza de Gormaz.


Cuenta la leyenda: “Gormaz, trescientos sois y en treinta os quedaréis”.


Fortaleza de Gormaz desde la entrada del pueblo cercano de nombre Recuerda




Castillo de Gormaz, desde la salida del pueblo de Recuerda


Fortaleza califal de Gormaz, la más grande de toda Europa, en su género. (Siglos IX-XV), tuvo por Alcaide al Cid Campeador

Acceso a la Fortaleza Califal de Gormaz. “Por fin llegan a Gormaz, castillo de gran valor”. Mío Cid.

Acceso a la Fortaleza de Gormaz





Paso desde la Torre del Homenaje al Alcázar donde se encontraba el palacio califal, la sala de armas, la poterna o salida (y entrada) de emergencias.



Torre del Homenaje, donde el Alcaide hacía juramento de fidelidad y de defender con valor

Puerta califal de estilo cordobés





Muralla (cortina exterior) de la Fortaleza de Gormaz y acceso


Muralla exterior

Vista desde la fortaleza de Gormaz, río Duero incluido


Otro paisaje que también se puede contemplar desde la fortaleza de Gormaz en Soria


El pueblo de Gormaz y el Duero desde el Castillo.


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Otros castillos de la zona:


Castillo de Berlanda del Duero

Castillo de Berlanga del Duero


Castillo de Ucero desde la entrada del Cañón del Río Lobos


Castillo de Ucero



Epílogo III:



Por sus ojos mío Cid va tristemente llorando;
volvía atrás la cabeza y se quedaba mirándolos.
Miró las puertas abiertas, los postigos sin candados,
las alcándaras vacías, sin pellizones ni mantos,
sin los halcones de caza ni los azores mudados.
Suspiró entonces mío Cid, de pesadumbre cargado,
y comenzó a hablar así, justamente mesurado:
«¡Loado seas, Señor, Padre que estás en lo alto!
Todo esto me han urdido mis enemigos malvados.»


Mío Cid, canto 1

06 mayo 2008

A ras de Duero II

Apuntes nostálgicos del cuaderno de viajes de un náufrago. (II)

El Cañón del Río Lobos es un bello paraje de tierra caliza declarado Parque Natural en 1985. Está trufado de grutas que el tiempo ha excavado en la roca. El recorrido completo del cañón, desde Burgos a Soria, comprende más de 24 kilómetros de magnífica flora y fauna: águilas, buitres leonados, halcón, búho, ardillas, corzo, jabalí…, pinos, sabinas, nenúfares, enea, menta, espliego…

Parque natural del Río Lobos donde se encuentra la ermita templaria de San Bartolomé.






Parajes donde habitan sutiles energías…

La ermita templaria de San Bartolomé tiene como característica importante, según los entendidos, su ubicación como centro "energético" de la península ibérica que la hace ser un enclave privilegiado, uno de los Centros del Mundo, que facilita la sintonía con lo divino.


Estampa de la ermita templaria de San Bartolomé (siglo XII) desde una cueva cercana




La ermita templaria de San Bartolomé desde otro ángulo



Ermita y cueva cercana donde vivió san Bartolomé

Detalles de la ermita







Cuenta una leyenda…

Epílogo II: ¡Sssssssssss!