¿Dónde están todos?
Regresé, después de quince años, a mi vieja bitácora... y la encontré en silencio. Un silencio denso, de esos que no se rompen ni con un grito.
Estaba allí, quieta, con las palabras de entonces aún encendidas, pero sin nadie que las mire. Sin nadie que escuche.
¿Qué ocurrió? ¿Qué viento ha barrido las costas donde antes recalaban lectores como náufragos curiosos?
Quizás fue la invasión sigilosa de las redes sociales, tan veloces, tan inmediatas. Facebook, Instagram, Twitter (X)… lugares donde todo cabe en un suspiro. Donde se grita más que se conversa. Donde un pensamiento apenas sobrevive al siguiente.
O tal vez sea que cada vez se lee menos. Que el ojo busca ahora luz y movimiento, y ha cambiado la hondura de la palabra por el vértigo de una imagen. YouTube, TikTok, los podcasts... han tejido un nuevo idioma, más sonoro, más fugaz.
Google, por su parte, decidió mirar hacia otro lado. Ya no posa sus ojos en estos rincones personales, prefiere los escaparates luminosos de los grandes portales, bien peinados por el SEO, bien vestidos de monetización.
Y Google, sí… dejó a Blogger varado, como un barco sin capitán. Sin mejoras, sin mapas nuevos. Mientras tanto, WordPress y otros puertos comenzaron a ofrecer cobijo moderno, velas nuevas, aparejos brillantes.
Muchos zarparon hacia allí.
Otros, simplemente, dejaron de escribir.
Y con ellos se fue la comunidad, esa vieja tribu que comentaba, que enlazaba, que respondía con otra entrada al otro lado del mar digital.
Hoy, Blogspot parece una isla abandonada en medio del océano. Pero -y aquí dejo una duda flotando en el aire- ¿y si todavía quedara algo de magia en sus arenas? ¿Y si, en vez de buscar otro puerto, intentáramos reconstruir este?
Quizá no todo esté perdido.
Quizá lo que necesita este viejo blog no es otra plataforma… sino otra forma de ser habitado.
¿Tú qué harías: emigrar o resistir?
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