05 julio 2009

Puebla Marina IX: Campos de Trigo


Siempre que Miguel regresaba a su pueblo emprendía de manera ordenada el mismo recorrido. También en los intersticios del sendero se agazapa la lágrima y la risa, el amor y el odio y era frecuente la vívida evocación de ciertos sucesos en el espacio que va de un sitio a otro en el laberinto de emociones de Puebla Marina.

No podía apartar de su cabeza las experiencias íntimas y la tormenta de ideas desencadenadas a raíz de su primera visita al Jardín de la Alegría. Le inquietaron las frases que leyera en su visita a El Laberinto de los Sueños: Un camino de ida y vuelta: cuando vas, regresas y cuánto estás más cerca, más te alejas. Todo lo que eres estuvo contenido en el frasco de tu niñez. Y también la historia que contara un anciano de blanca barba sobre Luis, “ojostristes”, María “la zancas”, Abel “el astronauta”. Nunca olvidaría “la línea de la vida que terminaron por ser dos líneas que salían de laudes y morían en completas en una suerte de abracadabra según una mixtura de intuición y lógica desplegadas junto a su amigo Juan. Y todavía acunaba en su pecho el encuentro casual con Sofía, perfume de geranios y mirada de miel.

Según su costumbre, también en esta ocasión se entretuvo en hacer, en primer lugar, una visita a los acantilados. En el “canto de Marta” y mientras escuchaba el implacable golpear de las olas contra las rocas rememoró la triste historia de desdichado amor protagonizada por la pareja. En ese flujo y reflujo sin fin que es la vida urge agarrarse a una tabla para salir indemnes de los continuos naufragios. Marta no encontró esa tabla y se precipitó en el abismo.

Del acantilado, alameda de chopos temblando, llegó hasta el arroyico, que tantos recuerdos dulces exudaba de su memoria. Después cruzó el pueblo calle principal mediante, dejó atrás el parque tan lleno de chiquillos y juegos como los árboles de pájaros, y, por último, llegó otra vez al Jardín de la Alegría, parque temático de Puebla Marina.

No hay campo de trigo sin espigas rotas.

Es la frase que leyó Miguel en el frontispicio de la estancia que se disponía a visitar, en esta ocasión, sin la compañía de Juan. “Campos de trigo” se llamaba. Espigas rotas en campo de trigo, algo ajeno a él o una parte ignota de sí mismo murmuraba en su interior. Deambuló errático por la estancia. Allí estaba todo: Puebla Marina era el acantilado tanto como la plaza mayor, y los extensos campos de trigo igual que la Iglesia; y el río explayándose en su ribera era como la arteria principal por donde fluía el jugo que alimentaba los trigales. Puebla Marina toda era el escenario donde los lugareños interpretaban la vida cada día; desde el más grande al más pequeño trasmutaban en sus carnes lo que el laberinto de emociones de Puebla Marina les regalaba de alba a alba. El Jardín de la Alegría era la metáfora, el símbolo de todo el pueblo y el magma estaba formado por las calles, los campos, las ilusiones y el fluir de la sangre en una conjunción perfecta de lo vivo a lo vivo y vivo era todo lo contemplado por los ojos y por el resto de sentidos conocidos y hasta desconocidos. ¿O acaso el temblor de los álamos no formaba parte de la vida? Tanto como la dureza de las piedras que guardan celosamente la memoria. ¿En qué se diferencian la fragilidad del aleteo de la mariposa con el trasiego del ser humano tras sus sueños? Pregunta tras pregunta, como fruta madura.

Miguel frisaba el borde de sí mismo cuando abandonó el Jardín de la Alegría convencido como estaba de haber hecho un descubrimiento fundamental. Avanzó unos pasos en dirección a la plaza cuando escuchó una voz que le llamaba: ¡Hola Miguel, ¿qué tal te fue hoy? Era Juan que se dirigía hacia él con una sonrisa de complicidad.


Sigue...

14 comentarios:

Onminayas dijo...

El barquito del náufrago parece retornar al puerto, replegando las velas de la incertidumbre que fue sembrando en su travesía.

Me alegro por el pobre de Miguel, que parece captar desde su posición de sorprendido vigía, aunque aún difuminado, un atisbo de tu luz de navegación.

Un abrazo.

Taller Literario Kapasulino dijo...

Cuanta intriga... Muy bueno este capitulo, en donde Miguel recuerda cada uno de los lugares que visito

PARADISE dijo...

Que hermosoo... y creo que no existe diferencia entre el aleteo de una mariposa y el de un hombre detras de sus sueños... porque ambos buscan algo para su bienestar y alegria... el campo de la alegria....
www.AristidesEchauri.com

Anónimo dijo...

Es un gusto poder navegar por el mar de tus letras mágicas. Sigo de cerca esta historia interesante...

Que tengas un buen inicio de semana.

Saludos amigo!!

P.D. Ojalá puedas leer y opinar sobre mis escritos.

Sandra Gutiérrez Alvez dijo...

un gusto leerte, como siempre.
un beso desde Uruguay.

Prometeo dijo...

Saludos Onminayas. Dicen que cada historia toma sus propios derroteros y eso parece.

Prometeo dijo...

Hola Carla. Gracias. Intriga como la vida misma.

Besos.

Prometeo dijo...

Bienvenido Aristides. Gracias por tu visita. Nos leemos.

Saludos

Prometeo dijo...

Hola Lourdes, Gracias por venir.

Claro que leeré con gusto tus escritos.

Besos

Prometeo dijo...

Un placer, Seda. Y un privilegio tenerte como amiga.

Un beso desde España

Leni dijo...

Se va creando lo que parece un enjambre,una tela de araña,
cuando es a veces lo mas sencillo y visible lo que menos percibimos.
Todo forma parte del todo.
Y Puebla Marina es la suma de todas esas partes que la conforman,desde los campos hasta las piedras,desde el aleteo hasta los sueños.

(No existen campos de trigo sin espigas rotas)
Porque la vida es eso.
De hay su belleza.
De hay la belleza de ir continuamente descubriendo nuevos paisajes ,hasta en las espigas cercenadas.

Como me gusta leerte¡`
(y poder decírtelo)

Beso

loose dijo...

Me recuerda a las aventuras de Santiago, protagonista de "El alquimista".

"Cuando una persona desa realmente algo, El universo entero conspira para que pueda realizar su sueño"

(P. Coelho)

Besines.

Prometeo dijo...

Gracias Leni,eres un sol.

Beso.

Prometeo dijo...

Hola loose, gracias por la visita. Nos leemos.

Besos