13 julio 2009

Puebla Marina y X: El rincón de Miguel



A primera hora, Juan le comunicó que tenía que salir de Puebla Marina reclamado por un servicio inaplazable. Cuando Miguel se adentró solo en el Jardín de la Alegría era consciente de que su permanencia en el pueblo tocaba a su fin. Le restaba por visitar una última estancia que le iba a deparar una primera sorpresa en la misma puerta. Leyó: “El rincón de Miguel” y eso le inquietó. Y a continuación le sobrevino la segunda sorpresa nada más entrar en la sala. Desde el centro de la misma, un niño de pantalones raídos y sonrisa contagiosa le miraba y le hacía señas con la mano para que se acercara. Se sintió atrapado por una fuerza sutil y algo en su corazón le indicaba que aquel niño que tenía delante era él de pequeño. ¡Pero eso no podía ser! Por un momento creyó vivir en el vórtice de un espejismo que le azoraba el alma. Tenía delante al niño que fue. Se acercó a él y ambos sonrieron como dos traviesos cómplices que se hacen cargo al instante de sus andanzas. Y el niño le entregó una foto enla que estaban los dos y que además contenía una inscripción al dorso.

Miguel quedó confuso por un momento: allí estaba la cicatriz que se hiciera en la cara al caer desde un árbol y con cada sonrisa aparecía la mella que confería a su rostro un rasgo de picardía. Y el niño, sin dejar de sonreír, habló así: Veo que no me has olvidado. Acuérdate de aquel día en que acunaste un pájarillo por primera vez en tus manos temblorosas. Hizo una pausa. Al poco preguntó: ¿qué quedó de aquél temblor? ¿Te acuerdas de la primera vez que un cachorrillo al que le acabadas de alimentar lamió tu rodilla dulcemente mientras te miraba con ojos agradecidos? Tú temblabas de alegría. Ese es tu sello como ser humano: el temblor que sacude tus cimientos ante las maravillas de un amanecer o arrasa tus ojos de lágrimas ante los arreboles de la tarde. Esa sencilla convulsión es el signo de tu grandeza, tu vínculo secreto, el hilo conductor que te liga a tu esencia. Sonrió más abiertamente y añadió: nunca he dejado de estar contigo. Y esperó a que Miguel macerara sus emociones en el atanor de su corazón antes de proseguir. Yo soy el niño que fuiste y que sigue encajonado en tu pecho. Nunca podrás desligarte de mi porque yo soy tu mejor garantía. Cuando te emocionas soy yo quien te estremece; cuando ríes, cuando lloras… son los lamentos de un niño, las risas de un niño, el baile de un niño; los estertores, la dicha, la pena negra de un niño. Fui el molde y tú creías que era como la piel de la serpiente que se muda y se olvida en alguna encrucijada de caminos. Soy el punto de llegada mientras tú creías que era sólo el punto de partida, impaciente por sortear cuanto antes su pasado. La vida es un tobogán, un viaje muy corto de niño a anciano, es decir, de niño a niño otra vez, con un intermedio de breves escaramuzas. Yo estoy siempre aquí, -juntó los dedos y tocó el pecho de Miguel como si aldabeara las puertas del alma. Soy para ti como la pica y el bastón del escalador, la señal que marca la ruta en los senderos; tu mejor guía. Como el faro y el ancla para los marinos, como la estrella polar para las aves… y siguió trufando de comparaciones sus palabras mientras se alejaba pausado hasta desaparecer por el fondo de la habitación sin dejar de sonreír ni por un momento con ese gesto de complicidad que ayudaba a caer en la cuenta de las cosas de manera fácil, como un tobogán…
Cuanto más te alejes de la inocencia del niño que llevas dentro más te separarás de tu centro de gravedad y más duro será el regreso. Porque todo viaje guarda consigo el camino de vuelta a casa.
Así decía la inscripción que había impresa detrás de la foto que el niño le entregara.

Sonrió Miguel como si la risa del niño se trasvasara en el acto a su rostro mientras era invadido por una dulce nostalgia. Y en ese instante preciso se percató de que algo en su estructura interior de impasible funcionario satisfecho se quebraba definitivamente. Absorto como estaba en sus pensamientos no se dio cuenta de que hasta el centro del salón se había ido congregando un numeroso grupo de gente que lo esperaba. Entre ellos emergió alegre la sonrisa de su amigo Juan. Sobre la mesa una placa: Miguel González, hijo predilecto de Puebla Marina. El gentío aplaudió mientras Miguel correspondía con una sonrisa cargada de agradecimiento. Era el día de las sorpresas y de la mutua reconciliación entre Miguel y su pueblo.

Tras los agasajos de rigor sus ojos fueron a coincidir con un verso escrito en la pared, ligeramente trastocado para la ocasión, del poeta Juan Ramón Jiménez que decía así:

...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y Puebla Marina se hará nueva cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico...

Salió Miguel de El Jardín de la Alegría y recorrió de nuevo las callejas remozadas de Puebla Marina rumbo a su destino. Anduvo sin prisa por los soportales entre el burbujeo de niños y perrillos, seguido por la mirada atenta de sus paisanos y abandonó el pueblo envuelto en una espiral de nostalgia.

El sol caía oblicuo sobre el valle cubriendo los campos de una tenue niebla. Al fondo, el mar golpeaba su espuma implacable contra las rocas mientras el cielo se vestía de pájaros y sones. Miguel oteó el horizonte y dejó atrás, por última vez, Puebla Marina.

21 comentarios:

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que final tan hermoso para esta historia que me acompaño en este tiempo Prometeo... maravillosa Novela la que escribiste, llena de sentimientos y anecdotas.
Una historia original, llena de fantasias y reflecciones.
Adore esta historia, te felicito por tu creacion!

Prometeo dijo...

Muchas gracias, Carla, eres muy amable. Me alegro que te haya gustado.

Besos.

Rocío González dijo...

Sin duda los recuerdos, la emociones, los sentimientos que nos transmites en tus lineas, nos transportan a todos por tu narrativa.

gracias por compartir.

Ro

lys dijo...

Me he quedado prendada de la historia detrás de historia. Uno de esos relatos que uno espera leer pero que tardan en llegar.

Un abrazo.

Prometeo dijo...

Gracias Ro. Un abrazo.

Prometeo dijo...

Gracias lys. Un beso.

MORGANA dijo...

MARAVILLOSA LA HISTORIA QUE HE VENIDO SIGUIENDO.TIERNA Y CONMOVEDORA.
GRACIAS Y UN BESO.MJ

Onminayas dijo...

Nos hicistes larga la espera -que nunca tediosa-, pero finalmente nos otorgas la recompensa de un bellísimo final.


Cuento hermoso donde los haya, de amistad encontrada, retenida, compartida... Y del reencuentro mágico y siempre deseable con uno mismo, en este caso personificado en la figura literaria de Miguel, que donde desinteresadamente sembró, vino finalmente a recoger.

Gracias, Prometeo. Queremos más Pueblas Marinas...

Nieves dijo...

Me enganché a esta, la que desde ya hago mía preciosa hitoria de, Puebla Marina, a parir la primera linea.

Esperaba impaciente entrega tras entrega y he de decirte que me quito el sombrero, porque es un relato hechizante.

De diez, Prometeo.

Buenas noches.

Nieves

Prometeo dijo...

Gracias Mª José por seguir la historia y por tus palabras.

Un beso

Prometeo dijo...

Muchas gracias Onminayas por tus palabras.

Un abrazo

Prometeo dijo...

Generosa y amable Nieves, muchas gracias por tus palabras, me animas.

Un abrazo

Begoña S.R. dijo...

Lo primero agradecer tu visita, pues al seguirte me he encontrado con tu espacio.
Llevo un buen rato leyendo Puebla Marina, precioso relato con final gratificante, el reencuentro con uno mismo.
Siempre he dicho que para recoger hay que sembrar.
Me quedo con la inscripción impresa detras de la foto
Gracias de nuevo
Saludos

Prometeo dijo...

Muchas gracias Begoña por su visita y por sus palabras, yo también agradezco haber encontrado su blog con esas fotos tan preciosas que tiene.

Saludos.

Victoria dijo...

Gracias por tu relatomagnifico y volverte a encontrar te echaba demenos con tu perro y elcaminar por ese dibujo con camino que tenias hace tiempo cuando tenia otro blog.sigue compartiendotodo lobello que tienes y el amor hacia los animales que eso dice la sensibilidad que tienes.Con cariñoVicky

Prometeo dijo...

Muchas gracias Victoria por tu visita y por tus palabras. Un abrazo muy fuerte para ti y me alegro que estés bien.

Loli dijo...

Cuando uno crece acuchilla al niño y alguien muy educado, con corbata, saco y zapatos lustrdaos se sacude esa muerte...

Prometeo dijo...

Hola Loli, lo has hecho muy gráfico. Gracias por tu visita.

Saludos.

Leni dijo...

Al final siempre queda ese golpeteo,ese estremeciemiento.
Crecer desde la inocencia es un privilegio que no todos tienen.
El niño siente desde sus ojos de niño,el hombre lo hace a veces olvidando la perspectiva de esa inocencia.
Es bellísimo el final,y no solo por la esperanza en el ser humano y en la existencia que transmite.
Si no por la propia composición.
Como has hilado,cosido los instantes que realmente merecen la pena y por lo que cada uno crea su propia historia.

Puebla Marina es esa historia.

Felicidades Prometeo por dejarte sentir.

Beso y risa y juego y olas.....

Prometeo dijo...

Muchas gracias Leni. Has captado el espíritu de Puebla Marina con esa antena tan extraordinaria que tienes.

Besos

Abuela Ciber dijo...

Bellísimo....bellísimo...bellísimo.

Yo estoy siempre aquí, -juntó los dedos y tocó el pecho de Miguel como si aldabeara las puertas del alma.

Anclando ahí todos los buenos y bellos momentos del transcurri de la vida, así al tocarlo nuestro ser revive la armonía y el regocijo.

Saludos y gracias por estar!!!!