Cuentan que vieron pasear a una mujer de bandera por el Valle de la Muerte en California. El polvo del camino se alzaba dos metros por sobre el suelo y ella venia montada en unas botas que ayer mismo atesoraban restos de fiesta y hoy palidecen víctimas del deterioro y el descuido.
El aire hizo girar las jambas del valle en una sinfonía de colores y estruendos; de esplendores y de sombras. Los desocupados lugareños antes erráticos y bulliciosos, enmudecen sus gargantas maceradas en aguardiente, nada más aparecer semejante hembra: rubia, metro noventa y contoneo de potra indómita. La respiración se les detuvo ociosa en la angostura de sus gaznates.
En el Valle de la Muerte sólo hay un bareto que ahora cimbrea sus dos puertas al paso altivo y apasionado de la mujer. Pidió una Coronita, ¿quién soy yo para juzgarla? El vaporoso líquido fue engullido casi de un sorbo; la desdeñosa mujer escupió al suelo donde estalló inmisericorde una mixtura de humo y polvo, mientras ella fruncía el ceño como diáfano aviso a navegantes.
No podía ser otra que Estela Rider; ahí es nada. No me digas que no conoces a Estela Rider, si es una mujer archiconocida en todo el orbe. Ha enterrado a los cuatro gerifaltes más ricos del planeta, uno detrás de otro, y ha tenido la deferencia de dejarse caer en el Valle con el propósito resuelto de que algún rudo lugareño le abofetee el alma y le enseñe los entresijos del sol naciente y los secretos de las piedras. Por ese orden.
Estela Rider, ¡qué tiempos aquellos! Le dediqué una canción y todo. Su cabellera rubia, casi crines; sus ojos melancólicos, sus belfos labios nocturnales, su hablar a veces roto por la obstinada faringitis hipertrófica que le aquejaba. Durante 20 años saturó las consultas de los psicoanalistas de medio mundo de fans damnificados de mal de amores. Si yo estuviera loco sería culpa de ella.
Y hela allí, montada sobre sus botas de acero, piernas arquetípicas, mudez de gargantas rotas, vaporosa humedad del aire que cercena los gaznates, potra salvaje, sol naciente, serpiente sinuosa y nocturnal…, exudando fiereza por entre las piedras del Valle de la Muerte.
Y yo aquí sombra de acero, garganta de espejo, trazo feble de lápiz, reflejo de vidrio, en la desembocadura del río Hudson en Manhatan esperando mi oportunidad.
20 comentarios:
MUY BUENO LO TUYO . TE FELICITO. SOY MORINA Y CUANDO QUIERAS TE INVITO A QUE VISITES MI BLOG
http://poesiasarticulosinteresantesymas.blogspot.com/
SALUDOS.
que maravilloso escrito lo disfrute mucho, te dejo besoossss y mi deseo de que tengas una linda semanaaaa
Muchas gracias MORINA. Agradecezco esa invitación.
Besos
Hola Sandra: gracias e igualmente para ti, que tengas una linda semana.
Besos.
Prometeo, es un placer adentrarse en tu blog y leer tus lindas narraciones.
Saludos sinceros.
Vaya mujer esaaaaaa!!!!!
Cariños
que mujer¡¡¡¡,quien fuera ella. un abrazo
Es que es una entrada tan magnífica¡¡¡
Es una metáfora gigantesca¡
Una amazona.
Un jinete que te trasciende.
Puede ser una mujer.
Pero tambien podría ser muchas otras cosas.
Es uno de los textos mas sorprendentes que he leído.
Y no llegar a desentrañarla me puede.
A veces pienso en la vida,la guerra,el amor,la belleza...
Incluso en la misma muerte.
jajjajaa
Sigo..
Beso(sensacional)
Interesante relato... hela alli!!
te dejo un besote!!
Muchas gracias, M. Angel.
Un saludo
Hola, Abuela Ciber. Muchas gracias por su visita.
Cariños
Hola Abuela frescotona. Una mujer de armas tomar, sí.
Un abrazo
Hola Leni, gracias por ese beso sensacional. Y muchas gracias por tus comentarios y tu intriga... ¿Cómo tú no vas a llegar a desentrañarla?
Beso (extraordinario)
Bienvenida Joana Cortés. Muchas gracias.
Un besote también para ti
Vaya! que manera de narrar. Chapaeu!!
Si quieres puedes leerme en http://loscuentosdemarisol.
blogspot.com
a ver que te parecen mis cuentos.
Muchso saludos berlineses.
Enhorabuena Prometeo.
No es que me haya gustado, es que me ha encantado...
Si yo estuviera loco, sería culpa de ella... Nada más y nada menos.
Un beso, y dos y tres.
Hola Marisol. Muchas gracias. He pasado a visitarte y lo volveré a hacer para dejarte mi comentario.
Saludos.
Hola Elena. Gracias por tus palabras. Me alegro que te guste.
Lo de la locura es una manera de decir que esa mujer es un monumento que puede volver loco a cualquiera.
Besos
Me ha encantado, sobre todo la frase "La respiración se les detuvo ociosa en la angostura de sus gaznates". La historia entera parce sacada de una canción country.
Saludos
Disculpa Nuareg, se me pasó tu comentario. Muchas gracias por tu participación.
Saludos.
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