08 febrero 2009

Toda una vida I



-¿Darías tu vida por mi?, -dijo- y sonrió con una mueca de tristeza.

-Sin dudarlo, -respondí. Dime dónde hay que ir que voy ahora mismo y relleno la hoja.

Sus ojos se hundían en un pozo de amargura. Aun así añadió exangüe:

- Al final de la calle hay una dependencia municipal que se ocupa de esas cosas.

-Allí me encaminé sin demora y le confesé al escribano que atendía al público: mire, aquí está mi vida, cámbiela por esta otra. Y le mostré una foto ajada. ¿Dónde estampo mi firma?

Me miró desconcertado. -Explíqueme los detalles, por favor, esto no es tan sencillo; deberá facilitarme algunos datos para que yo me entere de la situación, -dijo el funcionario. Verá, esta oficina es nueva y todavía no hemos prestado ningún servicio. Somos primerizos tanto usted como nosotros. Dígame una cosa, ¿alguien está a punto de morir y usted se ofrece para sustituirle en ese trance?

-Algo así, -añadí. Tanto da que la persona esté para morir como que lleve algún tiempo marchitándose y necesite de un apoyo inquebrantable, un gesto definitivo, una prueba concluyente. Y no hay mayor demostración de amor que la entrega de la propia vida.

-Lo dice usted de un modo que impresiona. Por otra parte no deja de causar sorpresa comprobar que hay alguien que es capaz de entregar su vida para que otra persona continúe con la suya. Comprenda que el hecho de proceder a practicar un canje con la muerte mediante un acto administrativo no le resta dramatismo al caso. Hagámoslo fácil. Le formularé un par de preguntas y según lo que me conteste ya le diré yo lo que tiene que hacer. Veamos: ¿Usted amó alguna vez la vida? Entiéndame, se lo diré de otro modo, ¿me puede usted garantizar que lo que se propone llevar a cabo no es un suicidio puro y simple? Comprenda que el suicidio está penado por las leyes y ahí en poco le podría ayudar yo.

- No; no se confunda usted, respondí. El suicidio es una salida demasiado burda para ser admitido por una mente sensible y luchadora como la mía. Yo amo la vida, por eso quiero que la de ella perdure. Si no fuera así la dejaría desangrarse poco a poco. No sé si usted me comprende. Hay lazos que una vez rotos, sólo la muerte puede recomponer.

-Ya lo creo que le comprendo pero estoy acostumbrado a considerar el asunto de otro modo bien distinto. De todas formas lo que importa ahora son sus respuestas, no las mías. Dígame, por último. ¿Ha contratado usted no hace mucho o tiene pensado contratar algún seguro de vida?

-Mi seguro de vida es ella. No hay mayor garantía que pagar con mi vida su propia permanencia en este mundo, ni mayor seguro que la prolongación de la existencia en la persona a la que amas. La vida es un suspiro; no queda tiempo para el despilfarro de la cobardía y en la vida sólo cabe la entrega.

-Veo que tiene usted las ideas claras, no es de esas personas que se rinden fácilmente. Eso es importante máxime cuando nos enfrentamos a un asunto de naturaleza irreversible. Por mi parte es todo. Ahora le ruego que cruce usted esa puerta que tiene justo enfrente. Al otro lado encontrará otros funcionarios que sabrán aconsejarle el modo más adecuado de proceder. Vaya, por favor.

-Cruzar una puerta, dice: eso lo había hecho yo muchas veces en la vida, pensé. No recuerdo otra cosa que haya repetido más durante toda mi existencia que emprender caminos los cuales, la mayor parte de las veces, no sabía adonde me conducirían. Ahora, además, tenía claro mi objetivo. Abrí aquella puerta con un nudo en la garganta.

Sigue y termina en II

2 comentarios:

una pez payaso dijo...

Señor Náufrago, muy buenas noches. Acabo de leer este texto. Y al igual que me dijo usted ayer:"Me he llevado alguna sorpresa al encontrar algunas similitudes con mi diario del náufrago porque creo que nuestra ubicación es muy cercana", Esta noche,también yo me he llevado una sorpresa. Tengo alguna referencia a este tema de "entregar la vida", que tan fantásticamente-en todos los sentidos de la palabra, imagino-ha tratado en esta entrada. Concretamente es en la Historia del Hotel Anémona II. Donde relato que una vez quise entregar, no la vida entera, pero si algunos años y no hubo manera de conseguirlo. Esperará a ver como acaba la II parte de Toda una Vida.

Prometeo dijo...

Buenos días, una pez payaso. Ya ha salido la segunda parte. También me refería a la ubicación física de su isla y a ciertos temas que yo trato en el diario de un náufrago.

Saludos