Parece que la estoy viendo todavía. Primero en jarras, luego con los brazos cruzados y la mirada desafiante. ¿Y ahora qué?
Yo había salido a pasear montaña arriba mientras mi mujer realizaba unas compras por las concurridas callejas del centro. En una estribación la vi y no pude evitarlo: eres guapa con estrambote, exclamé para que me oyera, y lo hice de esa manera en que los hombres decimos: ¡qué pedazo de pibona me estoy perdiendo! Y me entretuve más de la cuenta en el azúcar de sus ojos.
Y allí estaba ella con esa cara de incomodidad, pero mirándome al fin, y dijo ese ¿y ahora qué?, como un ultimátum. Su cuerpo se balanceó suavemente y añadió: ¿y…? como si dijera, ¿qué viene ahora? Y prosiguió: porque sospecho que usted no quiere que esto termine aquí. Me di cuenta de que algo no andaba bien cuando me habló de usted.
Claro que no, acerté a esbozar entre la sonrisa torpe y la osadía que confiere la timidez. Curiosa situación, dijo ella resignada: el cazador tanteando a su presa. Es usted el vivo retrato... y no le diré más. En ese punto trastabillé: tampoco te pongas así, sólo era un piropo inocente. El polen…
-Ya; ya sé: el hombre es un niño que juega. Una frase más para su colección de tópicos. Porque me da a mi que usted los colecciona. Un niño que juega, repitió para sí. Y me golpeó con su mirada. Veamos, dijo condescendiente, voy a hacer como que no he escuchado nada. Mire una cosa: subo a estos montes para poder sobrellevar las miserias que tengo que aguantar en esos valles. Y se le iluminó el rostro. Usted busca emociones cotidianas incluso en la soledad de las cumbres. Para mi, el vuelo del águila o el discurrir de la serpiente adquiere matices imprevisibles, dignos de ser tenidos en cuenta, concluyó solemne.
Vaya, _dije entre risas nerviosas_, también a la niña le gustan las frases lapidarias, e intenté quebrar su mueca de fastidio con una sonrisa que resultó forzada. Pero ella dijo hasta luego y continuó camino arriba. Era una profesional, la jodía; ni se inmutó.
Yo había salido a pasear montaña arriba mientras mi mujer realizaba unas compras por las concurridas callejas del centro. En una estribación la vi y no pude evitarlo: eres guapa con estrambote, exclamé para que me oyera, y lo hice de esa manera en que los hombres decimos: ¡qué pedazo de pibona me estoy perdiendo! Y me entretuve más de la cuenta en el azúcar de sus ojos.
Y allí estaba ella con esa cara de incomodidad, pero mirándome al fin, y dijo ese ¿y ahora qué?, como un ultimátum. Su cuerpo se balanceó suavemente y añadió: ¿y…? como si dijera, ¿qué viene ahora? Y prosiguió: porque sospecho que usted no quiere que esto termine aquí. Me di cuenta de que algo no andaba bien cuando me habló de usted.
Claro que no, acerté a esbozar entre la sonrisa torpe y la osadía que confiere la timidez. Curiosa situación, dijo ella resignada: el cazador tanteando a su presa. Es usted el vivo retrato... y no le diré más. En ese punto trastabillé: tampoco te pongas así, sólo era un piropo inocente. El polen…
-Ya; ya sé: el hombre es un niño que juega. Una frase más para su colección de tópicos. Porque me da a mi que usted los colecciona. Un niño que juega, repitió para sí. Y me golpeó con su mirada. Veamos, dijo condescendiente, voy a hacer como que no he escuchado nada. Mire una cosa: subo a estos montes para poder sobrellevar las miserias que tengo que aguantar en esos valles. Y se le iluminó el rostro. Usted busca emociones cotidianas incluso en la soledad de las cumbres. Para mi, el vuelo del águila o el discurrir de la serpiente adquiere matices imprevisibles, dignos de ser tenidos en cuenta, concluyó solemne.
Vaya, _dije entre risas nerviosas_, también a la niña le gustan las frases lapidarias, e intenté quebrar su mueca de fastidio con una sonrisa que resultó forzada. Pero ella dijo hasta luego y continuó camino arriba. Era una profesional, la jodía; ni se inmutó.
- Vale, vale, sigue con tu tratamiento de desintoxicación, pibona, _concluí vencido_.
Y no te molestes, era sólo un piropo... y yo soy inofensivo... No te enfades que te salen arrugas… y sería una lástima... Que lo sepas. Pero ya no podía oirme.
Se volvió y por fin descubrió su sonrisa: inofensivo como un león en la selva, _empezó a enumerar_; como un lobezno hambriento; como la picadura venenosa de un mosquito, como la dentellada de un chacal... Y siguió hilvanando comparaciones una tras otra hasta donde mi oído alcanzaba.
¿Cómo de fuertes son los lazos que atan los sueños a la realidad? Desperté con el sabor agridulce que producen los sueños que no aguantan un amanecer. Era tarde y tenía que acudir a mi encuentro semanal con el psicoanalista de manera que me apliqué a los preparativos y extravié mi sueño.
A mi llegada a la consulta, la recepcionista me informó de que el doctor Klein había sufrido un contratiempo y no podría estar conmigo, sin embargo me había dejado en las muy buenas manos de una reputada colega. La señorita de recepción me acompañó al despacho de costumbre y me incliné en el diván.
En la semi penumbra escuché una suave aunque envolvente voz femenina: buenas tardes, Ricardo. Me ha dicho mi compañero que hoy trabajaremos con los sueños. Vamos a ello, pues. Y se precipitó por el sendero angosto del silencio.
¿Cómo de fuertes son los lazos que atan los sueños a la realidad? Desperté con el sabor agridulce que producen los sueños que no aguantan un amanecer. Era tarde y tenía que acudir a mi encuentro semanal con el psicoanalista de manera que me apliqué a los preparativos y extravié mi sueño.
A mi llegada a la consulta, la recepcionista me informó de que el doctor Klein había sufrido un contratiempo y no podría estar conmigo, sin embargo me había dejado en las muy buenas manos de una reputada colega. La señorita de recepción me acompañó al despacho de costumbre y me incliné en el diván.
En la semi penumbra escuché una suave aunque envolvente voz femenina: buenas tardes, Ricardo. Me ha dicho mi compañero que hoy trabajaremos con los sueños. Vamos a ello, pues. Y se precipitó por el sendero angosto del silencio.
Me quedé helado. Como si la estuviera viendo. Primero en jarras, luego con los brazos cruzados y la mirada desafiante. Era ella, la jodía pibona…
9 comentarios:
Bonita escenificación de un sueño. Y esa música que has puesto me trae recuerdos.
Besos de Alicia
Ja, ja, ja, qué ilustrativa manera de representar la vida en sí misma, los sueños también forman parte de ella, aunque se produzcan cuando estamos dormidos, el deseo sigue funcionando. Un saludo.
gracias por el enlace.
A esto se le llama tener un sueño dentro de otro sueño.
Tú te quedaste helado, pues ya me gustaría saber como se quedó ella, jajaja.
¡Miau! quiero decir... ¡Volveré!
.-)
Gracias Alicia. Besos.
Me alegro que la haya hecho sonreir, Magdalena. No sabía cuál iba a ser su respuesta y me alegro.
Saludos
Buenos días, alba*.
Ella estaba mosqueada con la presencia del cazador luego supongo que en ese punto estaría triunfante teniéndolo a su merced.
Besos
Sí sí, vamos que pasó del mosqueo al:
¡Aquí te quería yo ver hermoso!
(jaja)
Buen finde, Prometeo, no cambies nunca.
Muchos besos.
Bueno, entre los cantos gregorianos y esto no te voy a decir con qué me quedo, jaja.
Un sueño muy sugerente, sí señor. Sal y pimienta a la vida, que a veces hace falta.
Hola Annabel. Mucho gusto de saludarte.
Besos
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