22 noviembre 2009

El libro que no podrás dejar de leer

El libro de arena

Yo también tuve entre mis manos ese libro tan extraño que si lo abres ya no puedes dejar de leer. Con el tiempo conocí a otras personas que habían vivido una experiencia similar. Para ser exactos hay que decir que durante los dos primeros párrafos no hay dificultad alguna en abandonar su lectura, pero al llegar al tercero caes como en un pozo seductoramente profundo y ya ningún otro camino te queda sino continuar con su lectura hasta la última línea. Después, el desasosiego más enervante se apodera de tu ánimo y te acompañará de por vida en noches de insomnio y días de arrobamientos. ¿Pero acaso era posible algo así?

Contaré lo que me ocurrió. Conocí la existencia del inquietante libro una tarde lluviosa de otoño mientras revolvía en los anaqueles de mi biblioteca a la caza de aventuras para pasar el rato. Mi padre me había advertido: ten cuidado de no coger el libro negro de la estantería central; si lo abres nunca podrás dejar de leerlo. No te lo tomes a broma. Y se marchó. Yo seguía con mi tarea sin reparar en las palabras de mi padre pero al poco rato, se fueron manifestando como nube sobre mi cabeza y pude escuchar nítido el eco de esas palabras zalameras: si empiezas a leer ya no podrás dejarlo. Menudo consejo.

Yo miraba curioso el libro en la distancia. Nunca antes me había percatado de su presencia. Estaba allí, solícito y desafiante, y parecía gritar para que lo eligiera de entre decenas de libros. En ese momento tenía en la mano un librito que narraba las aventuras y desventuras de un náufrago y sin embargo el otro del que no sabía ni su título me citaba febril desde el anaquel del centro.

No lo pude evitar. Con un impulso irracional extraje el libro de la estantería y lo tomé en mis manos. De inmediato sufrí una suerte de descarga eléctrica, como cuando tocas algo que aviva los sentidos. No era lógico pero ese tacto fascinaba de una manera confusa. Sus tapas negras azabache reverberaban misteriosas luces que conferían a su superficie un hechizo tan vivo como suave era la seda de su piel. En la cubierta llevaba escrito en relieve este enigmático título “Encrucijada en Siete Mares”. No me sugería nada si bien reconozco que me intrigó. Dudé. Lo abrí. La primera hoja estaba en blanco. Pude haberlo cerrado y en paz, pero pasé la página. Otra vez el título y un subtítulo que decía. “Cómo saberlo todo”. Tomé asiento bajo una lámpara cercana. Busqué la página siguiente. Hileras interminables de manchas negras como moscas en formación. La historia empezaba así:

Érase una vez… No quise avanzar ni una palabra más. Mis ojos huyen al segundo párrafo: no hallarás otra historia más fascinante que la que tienes ante tus ojos, querido lector… y descienden hasta el tercer párrafo fatal. Dejé la vista fija de una manera amplia e imprecisa que me impedía leer el principio del tercer párrafo, el que según había escuchado a mi padre una vez leído era imposible huir hasta el final. Una inquietud difusa pero creciente iba extendiéndose por todo mi cuerpo. ¿Y si lo dejo?

Regresé al principio como para darme tiempo y leí todo de corrido: Érase una vez un niño que jugaba con un montón de pequeñas maderas y construía casas y muebles y demás objetos pero de un tamaño adaptado a su edad. El niño era algo canijo y de vez en cuando sentía la necesidad de buscar el calor del pecho de su madre.

Y seguía el relato por el segundo párrafo: No hallarás otra historia más fascinante que la que tienes ante tus ojos, querido lector, pues trata de tus propias aventuras. La vida era plácida en Puebla Marina que así se llama el lugar donde corretea nuestro héroe, pero un día se lamentaba triste de su mala fortuna.

Y el tercer párrafo decía así: había nacido el protagonista de nuestra historia un dieciocho de febrero de mil novecientos…, ¡la misma fecha que en que nací yo!, me oí decir, sorprendido. Y seguía. Y seguí con inquietud creciente. Leía y no podía dejar de leer ¿hasta el final de la historia? Espera: ¡el libro no terminaba nunca!

Lo que tenía delante era el relato de mi propia vida. Pero no una colección de hechos conocidos por mi, sino una antología fascinante formada por las cosas que quise ser y no pude, los senderos que no tomé por miedo, por ignorancia o por desidia; las personas que quedaron fuera de mi camino; todas y cada una de las elecciones que no hice en su tiempo; todas y cada una de las risas que no reí, de los llantos que no lloré, de los amaneceres que no inyectaron en mi alma el anhelo de una vida plena... Toda una encrucijada de caminos estaba allí, con sus consecuencias que antes ignoraba. Era un libro fascinante, sí. Yo quería desentrañar los secretos escondidos en sus páginas y fue el libro el que me leyó a mi en un juego de espejos excitante y asombroso.

No me pidan más aclaraciones. Según deduje el libro guardaba en su tapa algún artilugio electrónico capaz de leer el mensaje secreto guardado en los pliegues de la piel de quien tenía la osadía de tomarlo en sus manos. Dicen que la cara es el espejo del alma pero al parecer también las manos guardan memoria de lo que fue y hasta de lo que pudo ser. Esto es lo que pasó. Y ahora, si lo que quieren es encontrar un libro que no puedan dejar de leer, vayan a su biblioteca y busquen entre los anaqueles polvorientos el más olvidado porque tal vez encuentren un libro azabache, de suave tacto, de extraño nombre que tiene algo importante que decirles al contacto secreto y suave con su piel.

23 comentarios:

Marisol Cragg de Mark dijo...

El libro negro(el tuyo, el mío, el de cada uno) vive esperando pacientemente en el estante de nuestras vidas para ser leído ... para sacarnos risas y llantos.
Me encantó: "también las manos guardan memoria"...es precioso.

Yo nací un 24 de Febrero de 19...

Este tipo de relato corto es el que me gusta. Guarda un mensaje muy puntual... una reflexión.

Te leí con gusto. Recibe un abrazo

Cassiopeia dijo...

Hermoso relato. Sabio padre.
Saludos.

Pluma Roja dijo...

Prometeo, Hola. Yo te conozco por tus opiniones en otras páginas web no me parece raro esa capacidad que tienes de escribir con elegancia e ingenio. Te reconozco como un escritor de primera. Placer leerte.
Hasta pronto.

Soledad Arrieta dijo...

Es un libro excelente, pese a que tengo muchos prejuicios hacia Borges, por supuesto que más por sus cuestiones ideológicas que por su prosa que es, ciertamente, alucinante.
Cariños!

Verónica dijo...

Estoy deseando aterrizar en casa para bucear en mi biblioteca y llegar hasta ese libro ...

Prometeo dijo...

Un abrazo Marisol. Me alegra que lo disfrutara.

Prometeo dijo...

Saludos Cassiopea. Y gracias.

Prometeo dijo...

Hola Pluma Roja. Muchas gracias por tus palabras.

Besos.

Prometeo dijo...

Hola Sol. Borges es un maestro.

Cariños

Prometeo dijo...

Hola Verónica. Seguro que lo hará.

Besos.

Simone Marie dijo...

Me ha encantado la entrada de hoy, y lo peor es que me he quedado con ganas de más, como si El Libro Negro me hubiera enganchado ya..yo de ti seguría desarrollando esa historia :)

Me encanta esa sensación de cuando un libro me atrapa, es una lástima que tanta gente se lo pierda porque es una sensación a la qu eno renunciaría jamás.

Besos;)

Dan d'O dijo...

Hola Prometeo,
He disfrutado mucho tu relato. Es cierto que cuando uno inicia a leerse, ya no puede dejar de hacerlo.

Yo fui a mi librería apenas te terminé de leer; quise hacer el experimento con algún libro que me llamara la atención, que estuviera algo "olvidado" y que tuviera "algo importante que decirme". Me salió el primer tomo de las confesiones de Rousseau y, al abrirlo leí lo siguiente:

"[...], tenía la esperanza de alcanzar la perfección. Lo hubiera logrado tal vez si la brutalidad de mi maestro y la molestia excesiva no me hubieran distraído del trabajo. Le robaba a éste mi tiempo para ocuparlo en actividades del mismo tipo pero que ejercían en mi la atracción de la libertad."

¡Un abrazo!

Prometeo dijo...

Gracias Simone, tendré en cuenta tu sugerencia.

Besos

Prometeo dijo...

Gracias Daniela, interesante párrafo el que te encontró...

Un abrazo.

EvaonmyMind dijo...

Hay libros que te enganchan, que te poseen, que te llevan caprichosamente a pasarte noches sin dormir, a leer en los lugares más insospechados, casi a hurtadillas, como si estuviésemos robando al tiempo.

Y ese libro mágico en el que se guarda nuestra propia vida, tiene por fuerza que atraparnos para siempre porque somos a la vez autores y protagonistas...

Me encanta cuando te pones onírico, señor Naúfrago.
Un beso de los de talla extragrande.

Carmen Montoro dijo...

Ni el libro ni la arena tienen principio ni fin... Borges es un grande, en esto de las palabras.

Saludos salados!

Isabel Barceló Chico dijo...

Has hecho un relato fascinante de un hechizo. Hay lectores que saben dejarse seducir por las palabras... Un abrazo, querido amigo.

Ana Palacios dijo...

Y ¿si nos desagrada leer ese libro?¿si no nos gusta lo que está escrito? El libro de nuestra vida es difícil de enfrentar si lo que recoje son solo sombras.
Me ha gustado este escrito.
Saludos.

Prometeo dijo...

Hola Elena. Muchas gracias.

Un beso de la misma talla.

El onírico.

Prometeo dijo...

Hola Carmen. Efectivamente, Borges es muy grande.

Un abrazo

Prometeo dijo...

Muchas gracias, Isabel.

Un abrazo

Prometeo dijo...

Hola, Ana: estás en todo, sí. Ese libro nos habla de caminos, oportunidades, risas y llantos, también. La materia de la vida.

Besos.

Ignacio Reiva dijo...

El hombre sólo es infinito en la literatura. Un gran abrazo.