El doctor Esteban, director del taller literario sui génesis organizado al efecto, explicaba los rudimentos de la creación literaria y para motivar a sus alumnos empezó como sigue:
He aquí la fórmula del éxito: coged un poco de levadura, mezclarla con tres medidas de harina y veréis asombrados cómo todo fermenta.
La manecilla del reloj terminó de dar una vuelta completa y la clase se vació como globo pinchado.
El doctor Esteban sonreía como un pantocrátor. Al fondo del aula Javier, cauteloso, rumiaba las sabias palabras del maestro y ensayaba una interpretación. Al fin se atrevió a preguntar: profesor, es usted el genio de las metáforas, pero ¿qué es la levadura, la harina y el fermento?
¡Ah, matalambú, dilecto alumno!, canturreó entre sonrisas el doctor. A ti te es dado conocer los entresijos de la creación literaria; ya sabes que es ocioso arrojar margaritas a los cerdos y que tampoco conviene que cualquiera conozca el secreto de los secretos. Escucha:
Javier, solícito, se estremeció cual devoto ante la inminencia de la revelación que le llegaba de las siempre sabias palabras de su maestro.
Y el maestro dijo, todo de corrido: es bien sencillo, la interpretación de la parábola es como sigue. La levadura es un padrino con poder. La harina está formada por los contactos y manejos de ese padrino. Y el fermento, algún premio de relumbrón y los primeros puestos en las listas de éxito. ¿Cómo se te queda el cuerpo?
Mañana más, dilecto alumno, dijo el maestro mientras Javier quedó entre brumas.
He aquí la fórmula del éxito: coged un poco de levadura, mezclarla con tres medidas de harina y veréis asombrados cómo todo fermenta.
La manecilla del reloj terminó de dar una vuelta completa y la clase se vació como globo pinchado.
El doctor Esteban sonreía como un pantocrátor. Al fondo del aula Javier, cauteloso, rumiaba las sabias palabras del maestro y ensayaba una interpretación. Al fin se atrevió a preguntar: profesor, es usted el genio de las metáforas, pero ¿qué es la levadura, la harina y el fermento?
¡Ah, matalambú, dilecto alumno!, canturreó entre sonrisas el doctor. A ti te es dado conocer los entresijos de la creación literaria; ya sabes que es ocioso arrojar margaritas a los cerdos y que tampoco conviene que cualquiera conozca el secreto de los secretos. Escucha:
Javier, solícito, se estremeció cual devoto ante la inminencia de la revelación que le llegaba de las siempre sabias palabras de su maestro.
Y el maestro dijo, todo de corrido: es bien sencillo, la interpretación de la parábola es como sigue. La levadura es un padrino con poder. La harina está formada por los contactos y manejos de ese padrino. Y el fermento, algún premio de relumbrón y los primeros puestos en las listas de éxito. ¿Cómo se te queda el cuerpo?
Mañana más, dilecto alumno, dijo el maestro mientras Javier quedó entre brumas.
6 comentarios:
¡Qué cierto y decadente a la vez tener que aconsejar a mis hijos que armen un buen arsenal de contactos influyentes en vez de desarrollar algún talento!
Poco espacio queda para el fermento vocacional en nuestros tiempos…
D.
Tiene usted toda la razón, Daniel. Y eso no lo habría hecho nunca el personaje encarnado por el doctor Encabo que me consta que es honesto y está muy interesado en el desarrollo de sus alumnos. Simplemente la salió la vena irónica y quiso echar un jarro de agua fría a su dilecto alumno para que supiera en qué territorio comanche se metía.
Saludos
Creo que todos nos hemos sentido alguna vez como el pobre Javier...
Un abrazo, querido Prometeo, un placer leerte, como siempre.
Se puede ser honesto igualmente, es más yo hasta diría que Javier algun día le agradecerá al doctor Encabo ese toque irónico, ya que algo de levadura y harina en la alacena nunca están de más.
Saludos.
Hola mcarmen, un abrazo.
Saludos alba*.
Realmente fue un baño de realismo. Cuando le piden a un escritor consagrado un primer consejo para un escritor novel,suelen contestar como lo hizo José Luis Sampedro: que si puede dejarlo que lo deje. Es decir, en el arte no se puede perseguir éxito y dinero, sino como bien dice Daniel, el desarrollo de un talento que es gratificante en sí mismo.
Lo que pasa es que todo escritor quiere tener éxito y ser reconocido y todas esas cosas. A nadie le amarga un dulce.
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