Caen los visillos de la tarde movidos por un viento plácido y silencioso. El verano exuda poco a poco su calima mientras el otoño espera una oportunidad para entibiar los días, enfurecer los mares y llenar la ciudad de paraguas. La naturaleza, reloj de arena, muestra, puntual e ineludible, sus poderes ocultos. La rueda de las estaciones no para de girar.
Los poetas afilan sus lápices, las grullas sus kru-krus estridentes desde la altura, los vencejos duermen en vuelo mientras llega noviembre.
¿Qué será de las lluvias de abril y de los fríos de enero? Aparecerán cuando menos los esperes agazapados tras las nubes y el ansia empolvecida de la tierra.
Mientras llega noviembre te esperaré entre juncos…
Los poetas afilan sus lápices, las grullas sus kru-krus estridentes desde la altura, los vencejos duermen en vuelo mientras llega noviembre.
¿Qué será de las lluvias de abril y de los fríos de enero? Aparecerán cuando menos los esperes agazapados tras las nubes y el ansia empolvecida de la tierra.
Mientras llega noviembre te esperaré entre juncos…
3 comentarios:
Vaya, tú también esperando...
Alguien me dijo hace tiempo que lo que es peligroso escribir porque se magnifican los sentimientos y lo que se escribe acaba cumpliéndose (la debacle o sumirse en la desesperación ya que en el fondo nadie responde... cosas mías).
jajaja Hola Annabel. Decía Azorín que vivir es ver pasar las nubes. De manera que todos esperamos algo. Escribir es volver a vivir o vivir de otro modo lo que pudo haber sido y no fue.
Un abrazo. Nos vemos.
Prometeo.
Durante y un después cae tu lluvia entre los juncos de las pupilas que cimbrean en noviembre.
Preciosi kru-krus cantarines.
beso
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