26 septiembre 2008

Trébol de cuatro hojas



Encontré un trébol de cuatro hojas. Había oído decir a los botánicos que por cada 10.000 tréboles de tres hojas aparece uno de cuatro. La proporción no está nada mal, así que pensé que era mi día de suerte y ese hecho casual confirió a mi rostro una luminosidad a la que no estaba acostumbrado.

Para mi las palabras son como puertas secretas a un mundo ignoto. Si además acarician el oído entonces gozan de la virtud de un aceite que suavizara los engranajes de un mecanismo complicado. Trébol, bonita palabra ¿no? Pensé…

Caminaba absorto en mi sonrisa cuando de pronto llegó a mis oídos un rumor suave como el que produce el cubo torpe al verter al fondo el agua que pretende sacar de un pozo. No recordaba el discurrir de manantiales en los alrededores así que presté más atención para percatarme de aquello tan extraño que percibía, como le ocurre a quien cae en la cuenta de que lo que tiene ante sí se escapa de lo cotidiano.

Arrecié el paso cuando advertí que alguien parecía seguirme. Lo encaré y al punto me encontré con los ojos de mi vecino que con su aspecto bonachón me observaba con mirada inquisitiva. En su mano portaba un trébol de cinco hojas. Bueno, tampoco las gracias vienen solas, pensé.

Sin mediar palabra y con una sonrisa de satisfacción, como corresponde a los dos seres más afortunados del paraíso, seguimos ambos el camino hacia una amplia calle que fuera, de antaño y alternativamente, paso de cabras y rambla y cauce de aguas de lluvia. Pero a los pocos metros nos percatamos del desastre: las últimas tormentas habían convertido la ancha avenida en río caudaloso que arrastraba a su paso muebles, enseres y animales de compañía. Hacía falta agua, eso es cierto: hela aquí. Mi casa estaba toda anegada y sucia pero mi mujer había sobrevivido a la catástrofe. La casona señorial de mi compañero de trebolada fue la única de la urbanización a la que no alcanzó el agua.

Yo fui feliz, a qué negarlo y mi vecino con su trébol de cinco hojas continuó siendo inmensamente rico. Mis amigos los botánicos no me han sabido decir por cada cuántos tréboles de cuatro hojas se deja caer uno de cinco.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja Te tomaste eso de la suerte con humor. Suerte y humor, dos ingredientes imprescindibles para la vida.

Desde Cantabria con amor.

Yolanda

Prometeo dijo...

Gracias Yolanda por tu visita y por tu comentario.

He leído por ahí que un enamorado del trébol está en el empeño de conseguir uno de tropecientas hojas. Eso ya no dará suerte sino una suerte de elefante.

Un saludo desde Alicante también con amor, mientras llueve...

Izza dijo...

bueno.. un japonpes ya encontró uno con 21 hojas.... ya casi llegamos a las tropecientas...