Fermín López madrugó y se mantuvo inquieto durante toda la jornada. Agazapado en una esquina se entretenía en comprobar si ocurriría algo en un pueblo de por sí aburrido, deshabitado y gris.
Las calles sesteaban desiertas como páramos yermos y apenas el deambular de unos errantes perrillos callejeros ejercían de contrapunto al tedio y al sopor.
Los campos baldíos recalentaban sus tolmos al sol mientras los aperos de labranza, en su terca quietud, oxidaban las eras con sus cuchillas ocres.
Y por fin, cuando los arreboles de la tarde pintaron el cielo de color carmesí, ocurrió: Fermín López, echó a volar las campanas del pueblo y miles de gorriones, sorprendidos, desalojaron con alborozo las ramas de los árboles que quedaron solitarios como una feria sin chiquillos.
Y de lo más inhóspito del pueblo empezó a brotar lo fértil; de lo seco, la tibieza húmeda; de la aridez, el jugo de la vida. Los pastores llegaban con sus ganados, los labriegos con sus sombreros sudorosos y los niños con sus cuadernos recién pintarrajeados. La plaza se llenó de luces y de bailes, de persecuciones y emboscadas; de chascarrillos y adivinanzas, y un guiño pálido quebró en dos el firmamento cielo.
Otro día más.
Las calles sesteaban desiertas como páramos yermos y apenas el deambular de unos errantes perrillos callejeros ejercían de contrapunto al tedio y al sopor.
Los campos baldíos recalentaban sus tolmos al sol mientras los aperos de labranza, en su terca quietud, oxidaban las eras con sus cuchillas ocres.
Y por fin, cuando los arreboles de la tarde pintaron el cielo de color carmesí, ocurrió: Fermín López, echó a volar las campanas del pueblo y miles de gorriones, sorprendidos, desalojaron con alborozo las ramas de los árboles que quedaron solitarios como una feria sin chiquillos.
Y de lo más inhóspito del pueblo empezó a brotar lo fértil; de lo seco, la tibieza húmeda; de la aridez, el jugo de la vida. Los pastores llegaban con sus ganados, los labriegos con sus sombreros sudorosos y los niños con sus cuadernos recién pintarrajeados. La plaza se llenó de luces y de bailes, de persecuciones y emboscadas; de chascarrillos y adivinanzas, y un guiño pálido quebró en dos el firmamento cielo.
Otro día más.
2 comentarios:
muy bello!
beso enorme
Muchas gracias, Patrycia. Bienvenida.
Besos
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